ABC – 20/06/16 – JUAN MANUEL DE PRADA
· Se olvida que Iglesias es hombre maquinador que todo lo urde con una doble intención.
Alos sociatas les parece que Pablo Iglesias, al proclamar «mejor presidente de la democracia» a Zapatero, está perpetrando una «manipulación vergonzosa». Yo creo que no hay que ponerse tan estupendos, pues a fin de cuentas Pablo Iglesias se limita a ocupar los huecos que los sociatas van dejando libres: lo hizo al declararse adalid de la socialdemocracia y lo hace ahora, reivindicando a un presidente del que muchos sociatas se avergüenzan (aunque, comparado con Sánchez, se nos antoje una reencarnación de Pericles). Además, se olvida que Iglesias es hombre maquinador que todo lo urde con una doble intención que, a la vez que atrae a la gente más primaria, lanza un guiño a la gente más prevenida y sofisticada, que disfruta alevosamente con su socarronería.
Resulta llamativo que nadie haya reparado, por ejemplo, en la evidente intención irónica de Iglesias. Si a mí me preguntasen cuál ha sido el mejor caudillo mahometano de la Historia respondería sin titubeos que Boabdil el Chico; pues, resultándome odiosa la dominación islámica que sufrió mi patria, un tipo flojo y llorica como Boabdil me parece de perlas. No debemos olvidar que Iglesias, hasta que sus posibilidades de gobernar fueron ciertas, siempre se refirió con notoria repugnancia a la forma de gobierno instaurada tras la muerte del general Franco, designándola desdeñosamente «régimen del 78».
No entraremos a discutir aquí si a Iglesias le asistía la razón cuando abominaba sin ambages del «régimen del 78»; pero nadie podrá discutir que, en efecto, ningún presidente ha hecho tanto por debilitarlo como Rodríguez Zapatero, que en apenas ocho años logró rebajar los índices de confianza en las instituciones democráticas hasta el subsuelo. Cuando Pablo Iglesias proclama a Zapatero «mejor presidente de la democracia» puede entenderse, sin forzar sus palabras, que está elogiando sus dotes para descomponer los pilares sobre los que se afirma un régimen político que se le antoja nefasto.
Existe otra posible interpretación de las palabras de Iglesias, mucho más cínica y desalmada, según la cual ya no estaría complaciendo a sus votantes más primarios, ni siquiera lanzando un guiño a sus seguidores más socarrones, sino coqueteando con la plutocracia. Pues, en efecto, Zapatero fue un perro caniche que acató mansurronamente los mandatos del Dinero, un lacayo genuflexo que ejecutó sin rechistar los designios más protervos del mundialismo; con lloriqueos boabdilianos, con ñoñerías y pucheritos de damisela melindrosa, pero a la postre sin rechistar.
Zapatero, en efecto, aprobó millonarias «ayudas a la banca» en apuros e indultó a banqueros condenados por perpetrar los más sórdidos enjuagues financieros; Zapatero perpetró una reforma laboral que dejó sin garantías a los trabajadores y abarató su despido hasta niveles esclavistas; y, en fin, Zapatero impulsó y sancionó la oprobiosa reforma constitucional del artículo 135, que convirtió a España en una colonia mollar y fácilmente sodomizable.
Al proclamar a Zapatero «mejor presidente de la democracia», tal vez Iglesias estaba lanzando un «mensaje de tranquilidad» a los mercados, augurándoles que él también será el lacayo genuflexo de la plutocracia, al igual que lo fue Zapatero. Y que, si hay que mantener contenta a la chusma, se limitará –como quien arroja algarrobas a los gorrinos– a dar alegrías de bragueta y a putear un poco (¡pero sólo un poco y de mentirijillas, siempre que sean buenecitos!) a los obispos, como también hizo Zapatero. Tal vez, al proclamar «mejor presidente de la democracia» a Zapatero, Iglesias estaba afirmando que él también será un obediente perro caniche del mundialismo, dispuesto a menear la cola agradecido cuando los amos del Dinero le pasen condescendientes la mano por el lomo.
ABC – 20/06/16 – JUAN MANUEL DE PRADA