ANTONIO CASADO-EL CONFIDENCIAL

  • Los informes diplomáticos señalan al expresidente como un actor desinformado sobre la situación en Venezuela que ha perdido la credibilidad como mediador
Cuando la radio del coche advirtió sobre un loco conduciendo en dirección contraria, el insensato exclamó: «¿Cómo uno? ¡Por lo menos mil!». Le viene pintiparado a Rodríguez Zapatero. El friki de la autopista. En eso se ha convertido el expresidente del Gobierno. Cree que son otros los que van en dirección contraria: la UE, la OEA, EEUU y los 60 países que reconocen a Juan Guaidó como presidente interino

Una penosa forma de empañar la memoria de sus logros sociales: matrimonio homosexual, carné por puntos, prohibición de fumar en público, la UME, divorcio exprés, dignificación de las víctimas del franquismo, la ley integral contra la violencia de género, etc. Corramos un tupido velo sobre sus logros políticos y económicos. Vale. Pero entrar en las clases pasivas pidiendo un asilo para Felipe González y un aplauso para Nicolás Maduro, el tirano Banderas de Venezuela, no es la mejor forma de pasar a la zarandeada historia de nuestro país. Ni la de ganarse el respeto de los españoles.

Pedir un asilo para Felipe González y un aplauso para Nicolás Maduro no es la mejor forma de pasar a la zarandeada historia de nuestro país

No hace falta remitirse al tremendo alegato de Juan Guaidó, aún presidente de la Asamblea Nacional, cuando acusa a Zapatero de complicidad en la catástrofe humanitaria y las violaciones de derechos humanos achacables al régimen chavista. Basta con conocer los informes diplomáticos de nuestro propio servicio exterior. Están sobre la mesa de la ministra de Asuntos Exteriores, González Laya, y explican claramente que el exlíder del PSOE ha perdido toda credibilidad como mediador entre la oposición venezolana y el Gobierno de Maduro.

Al reclamar una “reflexión sosegada” que revise el reproche europeo al régimen chavista, el propio Zapatero verifica la objetividad de los mencionados informes, previos a las elecciones del domingo pasado, en las que el oficialismo ha jugado sin oposición y con las cartas marcadas. La ministra lo deja claro: “No reconocemos los resultados porque el proceso no cumple las garantías exigibles”, dice, mientras recuerda que las reuniones de la UE son siempre “reflexivas” y “sosegadas”.

En los informes, también se constata que, al haber perdido la confianza de los principales líderes de la oposición venezolana (López, Guaidó y Capriles), el expresidente español es ya un actor desinformado respecto a lo que realmente está ocurriendo en ese país. Eso explicaría su estupor por la negativa de la comunidad internacional a validar estas elecciones. “No entiendo que se niegue la validez de este proceso”, dice.

Zapatero es quizás el único no consciente de que eran unas elecciones fallidas antes de celebrarse, incluso para las propias bases del chavismo

Insisto: un friki de la carretera. Tal vez el único de nuestros allegados no consciente de que estas eran unas elecciones fallidas incluso antes de celebrarse, porque solo eso puede esperarse de una tiranía personalista y corrupta como la que reina en un país devastado por la pobreza, la hiperinflación, el desabastecimiento y la delincuencia común.

En las urnas del domingo no creían ni los propios seguidores del régimen acaudillado por Nicolás Maduro. El desistimiento de las bases está en la cifra de participación. Si las cifras oficiales hablan de un exiguo 30%, ¿cómo serán las reales? Tan asumido estaba y está el hartazgo de las bases chavistas que a sus jefes no se les ocurrió otra cosa que ofrecer comida a cambio de participación. “El que no vota, no come”. Diosdado ‘dixit’.