ABC 16/02/14
ENTREVISTA JOAQUÍN LEGUINA
· Publica libro y una vez más el veterano socialista arremete con fiereza contra las secuelas, todavía latentes en el país, de una década de «desgobierno»
Como siempre, el que fuera durante once años secretario general de la Federación Socialista Madrileña (FSM), y doce el primer presidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, habla claro. También lo hace en su nuevo ensayo, «Zapatero, el gran organizador de derrotas: Historia de un despropósito» (Editorial Temas de Hoy), que tiene frente a sí en la mesa de un céntrico hotel madrileño mientras conversa con ABC.
Estadista y demógrafo, Leguina se confiesa «preocupado» por la diagnosis de desafección ciudadana actual hacia los políticos y la deriva interna que atenaza al PSOE. Es más cauto en sus quinielas: Elena Valenciano no le parece una mala carta para jugar en la «Champions» europea ni un antiguo felipista como él, Alfredo Pérez Rubalcaba, para las primarias abiertas en Ferraz del próximo otoño, aunque siempre dentro de un juego endogámico de los partidos que denuncia de forma velada.
Publica libro y el veterano espadachín de la socialdemocracia más pura arremete con fiereza contra las secuelas aún palpables de una década de zapaterismo, al que culpa, en buena parte, de la deriva separatista catalana. Y solo se coaliga con Mariano Rajoy en que está seguro de que obrará correctamente y «logrará frenar una consulta que no cabe en la Constitución». Esta y la Monarquía se alzan como las dos piezas del ideario «leguinista».
P—¿Tendría que haber ganado José Bono aquel congreso de 2000 donde por sorpresa venció Zapatero? ¿Qué habría cambiado con el primero?
R— Creo que sí. No sé si hubiera sido un buen presidente del Gobierno, pero nos habríamos evitado muchos problemas. No habríamos entrado en dinámicas como las de los nuevos estatutos, no habría nunca pactado con los separatistas, y es más moderado.
P—¿Fue ese el mayor despropósito de Rodríguez Zapatero?
R— Tengo algunos reproches más, pero la política territorial es el mayor porque inició un proceso disgregador pensando que iba a solucionar el problema de los separatismos. Tuvo ocurrencias permanentes, como sus nombramientos insólitos. Zapatero no tenía sentido de Estado, y es lo primero que tiene que tener un presidente del Gobierno. Si no, lo destroza, como él. Estas movidas separatistas actuales tienen mucho que ver con su Gobierno.
P—¿Cree que de aquellos polvos, con un Zapatero prometiendo el Estatut en el Palau Sant Jordi, estos lodos?
R— De aquellos polvos vinieron muchos lodos, efectivamente. Pero no le echemos la culpa de todo, sería absurdo. La crisis económica no la inventó Zapatero; es verdad que no hizo nada para pararla. Un diputado del PP me dijo: «El nuestro, Aznar, se volvió loco en la segunda legislatura; pero el vuestro ya venía loco». Estoy de acuerdo.
P—¿Diría que era un lobo con piel de cordero, o de Bambi, si me permite?
R— Dentro del partido había causado ya muchos destrozos en León, había eliminado a la vieja guardia de los que recrearon el Partido Socialista tras la Guerra. No dejó uno vivo, podíamos esperar que hiciera lo mismo a nivel nacional. Es un hombre con un grave problema, nunca lee. Estaba obsesionado con los medios y se desocupó de las cosas importantes.
P—Zapatero, cuando le oye, atribuye sus declaraciones a su gran narrativa. ¿No cree que más de uno en el PSOE pensará lo mismo estos días?
R— No me gusta lo de «ya lo decía yo», pero ahora muchos del PSOE se dan cuenta de que los críticos, que no éramos muchos, teníamos razón. En frase de un argentino: «Cuando vas por delante con una bandera, si estás pegado a la manifestación, eres el abanderado; pero si vas demasiado por delante, eres el boludo de la bandera». Pues bien, yo no sé si soy el abanderado o el boludo de la bandera, pero he ido por delante, eso es evidente.
P—¿Sufrimos todavía los coletazos de una década de zapaterismo?
R— Le cuento una anécdota: el cheque bebé se le ocurrió a Miguel Sebastián, otro loco de la vida, al que recurrió para decir algo impactante en un mitin. Así se hacían las leyes, y así no se puede gobernar ni un bar de carretera, y mucho menos un Estado.
P—¿Votaría la opción Rubalcaba en las primarias del próximo otoño?
R— Depende de quién se presentara.
P—¿Y quién sería una buena jugada?
R— Todos son de la misma camada. Madina no se sale de ella. Ninguno cuenta con experiencia fuera de la política.
P—¿Habrá consulta en Cataluña?
R— Eso sería el colmo. Rajoy la parará. La división está entre separatistas y quienes defendemos la Constitución, y el PSOE no puede ser equidistante.