José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- El presidente de Ucrania se dirige al Congreso español cuando Putin se vale de mercenarios chechenos para perpetrar crímenes como los de Hitler, Stalin o Milosevic
Desde el 24 de febrero pasado, Volodímir Zelenski, presidente de la República de Ucrania, se ha convertido en el reverso de Vladímir Putin. Se le abren las puertas virtuales de todos los parlamentos democráticos y hoy lo harán las del Congreso de los Diputados. Su intervención ante los legisladores españoles se produce cuando los ciudadanos occidentales han podido comprobar indubitablemente el episodio más bestial de la invasión rusa de Ucrania: la matanza de Bucha en las cercanías de Kiev, tras la destrucción de Mariúpol y el asedio de Járkov.
Centenares de ucranianos asesinados en las calles de esta localidad. Con alevosía y ensañamiento: manos y pies atados, algunos torturados y todos con tiros mortales de necesidad.
El presidente ucraniano desde mayo de 2019, que arrasó en la segunda vuelta de las elecciones en su país obteniendo más del 73% de los votos, de lengua materna rusa (nacido en 1978), va a denunciar esta masacre ante el Parlamento español, según fuentes diplomáticas que aseguran que todas sus intervenciones ante legislativos europeos han contenido dos tipos de mensaje: uno, específico de Ucrania, y otro, histórico referido al país al que se dirigía emparentado con las penalidades que los ucranianos están padeciendo.
Putin no está pudiendo quebrar la resistencia ucraniana. Por eso ha echado mano de los asesinos que son la guardia pretoriana del presidente de Chechenia, el siniestro Razman Kadyrov, un personaje atroz, listado como un criminal de guerra, que ha formado una milicia que, a instancias del presidente ruso, ha actuado de forma bárbara en conflictos bélicos en los que el Ejército ruso no conseguía vencer al enemigo. Por supuesto, son, además de fanáticos, mercenarios.
Se trata de un cuerpo paramilitar integrado por varias decenas de miles de chechenos prorrusos que siembran el terror. Lo hicieron en Siria y lo están haciendo ahora en Ucrania. Se les denomina kadyrovitas por su fidelidad a su líder, Kadyrov y, según las informaciones más fiables, son los autores de la matanza de Bucha porque se descarta que los soldados rusos, reclutados para la ocasión, hayan sido capaces de perpetrar semejante barbarie, aunque obviamente, no la han evitado. El ruso es un Ejército de jóvenes reclutados sin la debida preparación, que no saben por qué combaten y que huyen con extrema facilidad. Con ellos, Putin no culmina la invasión. Necesita mercenarios especialmente brutales que actuarán con más vesania si sus tropas deben enfrentarse a los ucranianos en el interior de las ciudades para tomarlas calle a calle.
Zelenski se dirigirá hoy al Congreso de un país cuyos ciudadanos están alineados con Ucrania y que, incluso, reclaman más esfuerzo de la UE
La impunidad con la que se comporta Vladímir Putin se parece demasiado a la de Slobodan Milosevic, presidente de Serbia y Yugoslavia, que falleció en 2006 en La Haya en una celda del Tribunal Internacional Penal que le juzgaba por crímenes de guerra. En la cúspide de su mandato, Milosevic se asemejaba a Putin: seguro del poder e implacable en su brutalidad criminal. Pero fueron los suyos los que terminaron por detenerle y extraditarle a los Países Bajos. Sería deseable que a Putin le sucediera lo mismo: extradición y juicio.
Tanto Putin como el dirigente serbio, cuando comprobó que no podía ganar la guerra por medios convencionales —si acaso sirve esa expresión—, optó por extender el terror: fusiló sumariamente, asesinó de forma masiva y sistemática y arrasó localidades. Es lo que está haciendo el presidente ruso valiéndose de los kadyrovitas chechenos que partieron desde Grozni hasta Ucrania a lo largo del mes de marzo. Estamos ante el comportamiento parigual de un Hitler o de un Stalin, o de un Milosevic, más próximo en el tiempo histórico. La ‘Z’ que aparece en los grafitis y en los tanques y blindados rusos es la nueva esvástica.
Los españoles consideran (*) al presidente ruso como un tipo con patologías psíquicas (27%), se refieren a él como a un “genocida, criminal y terrorista” (22%) y le connotan como un “autócrata, tirano, nazi y comunista” (20%). Por eso, no quieren mayoritariamente que nuestras empresas comercien con las rusas (85%), porque hacerlo dañaría su reputación (seis de cada 10 encuestados). De tal manera que hasta el 35% dejaría de adquirir productos o contratar servicios de compañías españolas que mantuvieran relaciones con otras rusas.
Por lo demás, Zelenski se dirigirá hoy al Congreso de un país cuyos ciudadanos están alineados con Ucrania y que, incluso, reclaman más esfuerzo de la Unión Europea en apoyo al país invadido. Hasta un 23% cree que las medidas contra Rusia deben ser más drásticas y el 20% se muestra ‘decepcionado’ por su ‘blandura’. Un exiguo 17% se pronuncia menos exigente con Putin.
Alemania sigue siendo —por su alta dependencia energética de Moscú— el gran freno al golpe definitivo a Rusia, que con sus suministros de gas y petróleo no solo obtiene recursos para dedicarlos a financiar la invasión, sino que traba también la posibilidad de nuevas sanciones. Tampoco favorece una más enérgica reacción europea, la reelección de Viktor Orbán en Hungría, con amplísima mayoría (53%), y la del populista serbio Alexander Vucic (59%). En distinto grado, ambos países son cercanos a Putin, aunque es más preocupante la proximidad de Hungría —es Estado miembro de la Unión Europea— que la de Serbia, externa a la UE y sólida aliada histórica de Moscú.
Con estas colaboraciones, por acción o por omisión, y las expresas de Venezuela, China, Cuba, Nicaragua, India, Sudáfrica…, los kadyrovitas chechenos de Putin podrán continuar sus sádicos crímenes en Ucrania mientras la voz de su presidente seguirá —hoy en Madrid— golpeando las conciencias de los dirigentes de los Estados democráticos que, aunque conlleven sacrificios para sus sociedades, están en la obligación moral de impedir esta terrible masacre. La democracia no consiste solo en elegir a los representantes populares, sino también en mantener ideales éticos y cívicos que eviten que la desastrosa historia de la guerra, la destrucción y las masacres se repitan y queden impunes. Ahora está sucediendo lo uno y lo otro.
(*) Los datos demoscópicos proceden del trabajo exhaustivo que sobre la invasión de Ucrania y su repercusión en España está desplegando Metroscopia bajo la presidencia del sociólogo José Juan Toharia y la dirección de Andrés Medina.