IGNACIO CAMACHO – ABC – 26/04/16
· Final de trayecto. Las elecciones se han hecho (casi) inevitables porque el único al que le conviene evitarlas no puede.
Renato Cesarini era un futbolista italoargentino que se hizo famoso en los años treinta por meter goles al filo de la hora; en su honor se bautizó como «zona Cesarini» a ese tiempo agónico en que a veces se resuelven los partidos. Algo parecido al «minuto yugoslavo» del baloncesto, expresión que alguien le ha susurrado a una improbable aficionada como Manuela Carmena y que alude a los torrenciales finales de aquella selección balcánica en su época dorada.
En ambos casos se trata de recurrentes metáforas voluntaristas sobre un acuerdo de investidura que ya nadie espera, acaso ni siquiera Pedro Sánchez. Aunque estando por medio Pablo Iglesias siempre cabe margen para un último golpe de efecto, esta legislatura fallida rinde hoy trayecto en La Zarzuela. No va más. Si ha existido una negociación secreta en los últimos días tiene que aflorar antes de que el árbitro real dé por terminado el tiempo de juego.
Por ahora los únicos tratos recientes que ha mantenido Iglesias, al menos de manera semitransparente, son los de la confluencia de Podemos con Izquierda Unida. Si los dio a conocer fue para presionar la rendición del PSOE, al que al mismo tiempo ha retado ya a medirse en las urnas. El domingo abrió su campaña electoral con señas inequívocas: una fiesta campestre que imitaba las del antiguo PCE en la Casa de Campo. Estos adanistas se presentan como si hubiesen inventado la política y sin embargo no dejan de buscar referencias en el mismo pasado que impugnan; en su momento fundacional les dio por cantar «L´estaca».
Quieren rehacer su propia Transición reescribiendo la historia de otros y lo lograrán en parte si rebasan al PSOE, el sueño que aún alienta como asesor áulico Julio Anguita. Pero para eso necesitan nuevas elecciones. Ayer supimos por la canaria Oramas que pudo haber un momento de inflexión en el que el líder del partido morado cambió de criterio sobre la marcha. Cuatro días de febrero en los que se planteó –o eso hizo creer– la abstención para echar a Rajoy antes de decidir que primero quiere cargarse a Sánchez.
En cualquier caso, se trata de un hombre de carácter imprevisible y tornadizo que muda de opinión a medida de sus conveniencias tácticas. Será difícil que en la audiencia con el Rey renuncie a alguna clase de protagonismo efectista; cuando lo iluminan los focos se siente en la necesidad de acaparar las miradas.
En las filas socialistas aún cundía un cierto recelo postrimero. Los barones no se fían de su secretario general y temen que haya pasado el fin de semana tratando de salvar su fracaso con un pacto a cencerros tapados. Nada le hubiese gustado más, pero su único aliado posible ya no parece pensar más que en despacharlo. Las elecciones se han hecho (casi) inevitables porque en el fondo son lo que más estimula a los políticos y porque el único al que le conviene evitarlas no puede. Cesarini nunca jugó en España.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 26/04/16