ABC 02/08/16
DAVID GISTAU
· Nadie se planteó que una astucia paralizadora de gallego profesional no era lo que esperaba el público nacional
DESPUÉS del gatillazo que fue la comparecencia de Rajoy posterior a las consultas en La Zarzuela, en el entorno presidencial podía percibirse cierta autosatisfacción por lo taimado –¡inteligentísimo!– que había resultado ser el líder providencial con una maniobra que no conducía a ninguna parte pero cegaba los caminos de los adversarios y les agregaba presión. Tan absorbida está esa gente por el culto a la personalidad y por la endogamia de la politiquería de supervivencia cotidiana –vivir como Rambo en el bosque–, que nadie se planteó que una astucia paralizadora de gallego profesional no era precisamente lo que esperaba el público nacional, más pendiente de un gran gesto de compromiso que por fin insuflara audacia y energía creadora a este cotarro zombi, agónico, en cuyas supuraciones se nos quedan pegadas las suelas de los zapatos como en la acera de Sevilla cuando empieza el calor.
Vistas las cosas ahora, doblado ya el día inaugural playero, no sé qué resulta más impresionante. Si el hecho de que los urdidores de la taimada maniobra –¡inteligentísima!– no hubieran reparado siquiera en el pequeño detalle de que exigía incumplir la Constitución, o al menos retorcerla como el cuello de un ganso, justo cuando el golpe parlamentario catalán requiere paladines excelentes que la defiendan y no la traten como un código de cumplimiento relativo e interpretable. O si el hecho de que FB6, Rey de España, iba a quedar, o como un cómplice, o como una víctima de engaño. Como un cómplice si aceptó que su mandato de investidura fuera usado, no para presentarse a una investidura, sino como recurso táctico y coartada de legitimación en las presiones ejercidas sobre los adversarios políticos. Como un engañado si de verdad creyó que Rajoy estaba aceptando su encargo y luego se quedó igual de boquiabierto que los demás en la comparecencia en la que el presidente en funciones comenzó a regatear como si estuviera levantando cubiletes con un garbanzo debajo. En todo caso, para un Rey que venía haciéndolo muy bien, ese roce concreto con Rajoy y sus taimadas –¡inteligentísimas!– ambigüedades habrá sido de consecuencias abrasivas.
La situación es tan delirante que, para poner en marcha el cronómetro si nadie se presenta a una investidura y evitar así que nos quedemos bloqueados de por vida, los personajes cenaculares de La Moncloa empiezan a hablar de un «candidato técnico». Es decir, de un voluntario elegido al azar –un ujier, un sargento de Artillería, un tertuliano áulico, don Vicente del Bosque o una animadora de los Lakers– que se presente para perder haciendo el servicio de que empiece la cuenta atrás hacia las terceras. La España actual merece que se repitiera el mito de Mr. Chance resultando elegido en segunda votación ese candidato técnico. Por favor, que sea la animadora de los Lakers, qué mejor interlocutor gubernamental para cuando esté Trump y ya el planeta entero se parezca a una distopía de «Zoolander».