Mayte Alcaraz-El Debate
  • Que dos secretarios de organización que nombró su pupilo estén investigados por el Supremo y haya una trama de corrupción gigantesca que puede afectar a su partido, si se demuestra que ha habido financiación ilegal, no han motivado que el Bambi con alma de villano haya dicho ni palabra. Cero

Ya hay quien quiere devolver la Gran Cruz de la Orden de San Raimundo de Peñafort, que fue creada por decreto en 1945. Que Pedro Sánchez haya condecorado a su antecesor José Luis Rodríguez Zapatero con esa distinción, antaño prestigiosa, ha generado cierto rechazo entre la nómina de condecorados. Esgrimen dos razones: la primera es que parece poco coherente recoger una distinción que aprobó Franco cuando persigues cualquier vestigio de aquella etapa de España, como hacen ZP y su valido: y la segunda es que son ignotos los méritos que tiene para ser premiado quien pasa por ser el presidente que inoculó el guerracivilismo, claudicó ante ETA y franqueó el camino para la independencia de Cataluña. En puridad está destinada a personalidades con una contribución destacada a la Administración de Justicia: a jueces, fiscales y magistrados, abogados del Estado y otros juristas de reconocida trayectoria y académicos y doctrinados del Derecho. Que se la hayan dado al susodicho y antes a Pedro Zerolo es muy discutible.

Pero más allá del acto en el que Bolaños le impuso la Gran Cruz, en el que el condecorado habló de la legalización de las uniones homosexuales, no ha dicho ni pío sobre la escandalera que asuela al régimen que él ha ayudado a implantar. Lo último que le escuchamos fue pedir tranquilidad el día que saltó el escándalo de Leire Díez, quizá porque no es ajeno a esa guerra sucia desde las cloacas de Ferraz para salvar al soldado Sánchez antes de las elecciones de 2013. Así que, desde entonces, calla. Que dos secretarios de organización que nombró su pupilo estén investigados por el Supremo y haya una trama de corrupción gigantesca que puede afectar a su partido, si se demuestra que ha habido financiación ilegal, no han motivado que el Bambi con alma de villano haya dicho ni palabra. Cero.

Él, que fue compañero de fatigas de Santos en las idas y venidas a Bélgica y Suiza para hacer la pelota a Puigdemont, que compartió con el navarro horas y horas de viajes y hotel, ha enmudecido en las horas más difíciles de su hijo político. Sospechoso. A lo mejor su mutismo tiene algo que ver con dos circunstancias que le tienen en vilo. Hace unos días, Víctor de Aldama le retó en televisión a que «dé explicaciones sobre por qué me pidieron que le llevara (a Zapatero) en mi avión privado de Caracas a Santo Domingo. Y le llevé. Que explique Zapatero qué hacía conmigo en ese avión. No puede hacerse el despistado. ZP sabe perfectamente lo que ha pasado dentro de su partido». Ya que seguramente él fue el principio de todo lo que vino después.

Y luego hay otra espada de Damocles sobre la cabeza del presidente que puso la primera semilla de lo que hoy sufrimos. Tanto Ábalos como Koldo han sacado a pasear un nombre clave: José Blanco, a la sazón secretario de Organización y ministro de Fomento del zapaterismo. De 2009 a 2011 compatibilizó la cartera ministerial con la vicesecretaría general del partido. Es decir, fue el Ábalos de ZP. El exministro propenso a las señoritas de compañía aseguró hace unos días ante el juez que fue el presidente de Acento, consultora de Pepiño dedicada al lobby, quien le pidió que colocase a Isabel Pardo de Vera, hoy imputada, como responsable de Adif. El propio Blanco confirmó después en sus redes que la promocionó, pero sospechosamente el mensaje fue borrado. Curioso todo. Además, los audios y la agenda de Koldo revelan que Blanco contactó con la trama y pidió favores para sus clientes. De hecho, la exmano derecha de Ábalos podría tener en su poder más grabaciones en las que nombra a Blanco o incluso participa.

Zapatero, además de marcar la política frentista de Sánchez y el apartheid de la derecha (su pacto del Tinell dio el pistoletazo de salida) es el responsable de todos los bandazos de la política exterior socialista. Sus intereses económicos -urge una investigación patrimonial-, políticos y personales están detrás de la diplomacia sanchista con Venezuela, China y Marruecos. El actual presidente lo perdonó, tras su apoyo a Susana Díaz, y por motivos inconfesables lo rehabilitó para que hiciera caja y dirigiera en la sombra el Ministerio de Exteriores. Hasta su carta a Rutte y su pueril puesta en escena en la cumbre de la OTAN de La Haya recuerdan al gesto irresponsable del exjefe del Gobierno en 2003 cuando se quedó sentado ante la bandera americana en el desfile del día de la Hispanidad.

La suerte de Zapatero depende de la de Sánchez. Y viceversa. Preparen palomitas.