Zuckerberg

JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC

  • Los sesenta siguen dominando el imaginario político, artístico y cultural

Se percibe el eco lejano de Hal, aquella inteligencia artificial indómita concebida por Arthur C. Clarke en una novela que Stanley Kubrick llevaría al cine tras un trabajo conjunto: ‘2001: una odisea del espacio’. Allí nació un robusto mito contemporáneo. Estrenada un mes antes del mayo del 68, sus imágenes hipnóticas, su trama inextricable, la música de Strauss rompiendo esquemas a fuerza de belleza y simetría, logran que la película esté más viva que la revolución parisina. La prueba es ese eco.

Mark Zuckerberg, uno de los emperadores del capitalismo, primerísimo entre el puñado de ingenieros sociales que están amoldando la humanidad a su escala de valores por la vía del sesgo sistemático, la censura impune y la apropiación de la verdad, ha sido acusado de «manipulador» y de «mala persona» por un programa inteligente salido de su propia corporación. El fundador de Facebook, que sin haber cumplido los 40 lleva años siendo una de las personas más ricas del mundo, preside Meta, gigante corporativo con acceso a casi tres mil millones de almas. Y digo bien: almas. Su número de usuarios supera un tercio de la humanidad. Quizá en mucho, pues hay que sumar a los usuarios de WhattsApp o Instagram que prescinden de Facebook. La inteligencia artificial que se le está empezando a rebelar se dedica, precisamente, a interactuar en las redes sociales. Innumerables narraciones de ciencia ficción son tributarias de la historia original de Clarke-Kubrick. Todo lo que el cine ha podido imitar de aquel cineasta lo ha imitado, tal es la general sensación de tener en su obra el canon de la excelencia. Salirse de Kubrick en una cinta con grandes ambiciones estéticas es posible, pero resulta tan difícil como salirse de The Beatles en una canción pop.

Los sesenta siguen dominando el imaginario político, artístico y cultural. Las causas woke, aparentemente adoptadas por unanimidad, hechas suyas por los bancos y por los terroristas de baja intensidad que destrozan sus sucursales, por las eléctricas, por la izquierda, por media derecha, por el Foro Económico Mundial y por los activistas gretothumbergianos, por la publicidad y por los revolucionarios neobolivarianos, por las plataformas televisivas, por la escuela, por los currículos sanchistas de primaria y secundaria; todas las causas woke tienen su origen en los famosos studies puestos en marcha en las universidades estadounidenses en los años sesenta. Una aproximación superficial solo vería la triste circunstancia de que se sigan llevando camisetas del Che Guevara. Prestando más atención, y provistos de mayor agudeza, comprendemos que hay más. Estos tiempos de aniquilación de valores, de oscurantismo cientificista, de neopuritanismo y de manipulación psicológica permanente son los de la definitiva pérdida de la libertad. Todo en pos del imperio de unos prometeos sin grandeza a los que nadie les come el hígado.