¿Indiferencia o qué?

¿Por qué en España cualquier atentado de Eta, haya o no muertos, produce la solidaridad y movilización que aquí faltan?

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Hoy, debe ser un día para una reflexión muy íntima y sincera sobre las acciones y omisiones. Si perdemos la solidaridad, perdemos la esencia de ser humanos. Así en las altas esferas de poder, a distintos niveles, no haya habido solidaridad sino indiferencia frente a la convocatoria a una manifestación pacífica, el pueblo de a pie, ese por el cual las Farc dicen luchar, siente sus golpes y los rechaza.

Tal vez las Farc y todos los violentos estén contentos porque ayer no hubo una movilización masiva en contra del secuestro, de sus prácticas terroristas, violatorias de los derechos humanos y del Derecho Internacional Humanitario. Seguramente comparan el número de quijotes que se manifestaron allí donde los gobiernos respectivos los dejaron, con los que marcharon el lunes 4 de febrero de 2008. Pero que no se equivoquen.

Así en las altas esferas de poder, a distintos niveles, no haya habido solidaridad y, por el contrario, sí haya habido, en ciertos casos, indiferencia, el pueblo de a pie, ese por el cual las Farc dicen luchar, siente sus golpes y los rechaza.

A ese pueblo pertenecen los soldados y policías que sobreviven en la selva, encadenados y alambrados en indignas condiciones desde 1997 y 1998. Desde hace 13, 14 años… Permanecen, quienes están dispuestos a morir o quedar mutilados por defendernos. Permanecen, quienes por vocación han aceptado ser héroes, si les tocare serlo.

Porque necesitan y utilizan a ese pueblo sacrificado, las Farc han seducido a unas pocas familias campesinas, comprometiéndolas en el horrible crimen de las drogas. Su objetivo no es ayudarles, sino que ellas sean informantes porque la Fuerza Pública les respira en la nuca.

En Medellín, entre los pocos asistentes a la Plaza de la Luz hubo respeto por la opinión ajena, muchas veces diferente. Y se sintió el dolor que alberga en tantas almas golpeadas. En la campaña previa, no hubo apoyo continuo y constante de las grandes cadenas radiales y televisivas. Estuvieron frente a La Alpujarra para registrar un hecho más, entre muchos.

Bastantes personas, al no ver jóvenes, los mismos que convocaron la movilización por las redes sociales, se preguntaban si estos jóvenes creían que la virtualidad era suficiente o si sería que sus centros de estudio no les dieron el tiempo para decir, físicamente, ¡Presentes!

Otra pregunta que rondaba el ambiente era sobre los empresarios. ¿Están tan desentendidos de lo que pasa en Colombia como para no estar allí o darles permiso a sus empleados para que lo hicieran, así fuera compensando el tiempo dedicado a la solidaridad con jornadas continuas o trabajo en sábado? ¿Por qué en España cualquier atentado de Eta, haya o no muertos, produce la solidaridad y movilización que aquí faltan?

¿Será que la percepción, nueva, de inseguridad, hizo que muchos se abstuvieran de participar? En Antioquia, donde en el pasado nos golpeó el terrorismo urbano y fuimos ejemplo de valor, no solo para el resto de Colombia sino del mundo, no podemos acobardarnos ahora. El terrorismo necesita cajas de resonancia para lograr su objetivo de atemorizar. ¿Será que en los medios olvidamos el precepto ético de no sobredimensionar los hechos?

Hoy, debe ser un día para una reflexión muy íntima y sincera sobre las acciones y omisiones. Si perdemos la solidaridad, perdemos la esencia de ser humanos. Recordemos dos frases que han dejado huella. Martin Luther King dijo: «Lo preocupante no es la perversidad de los malos sino la indiferencia de los buenos». Y la atribuida a Bertolt Bretch, pero del pastor Martin Niemoller: «Primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no hablé porque no era comunista. Después vinieron por los socialistas y los sindicalistas, y yo no hablé porque no era ni lo uno ni lo otro. Después vinieron por los judíos, y yo no hablé porque no era judío. Después vinieron por mí, y para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí».

El Colombiano (Colombia), 5/3/2011