¿Pagará el PSOE en las generales el pacto con IU?

Los resultados de las elecciones municipales y autonómicas del pasado domingo implican la necesidad del PSOE de establecer pactos con Izquierda Unida para poder alcanzar el Gobierno de diversos Ayuntamientos y Comunidades donde ha sido el PP la fuerza más votada. Varios líderes políticos han advertido ya de las consecuencias negativas que estos pactos pueden acarrear en un futuro al PSOE.

MIKEL BUESA, Catedrático de Economía Aplicada: NO ES LA ALTERNATIVA DE LA IZQUIERDA

AUNQUE considero que, en el ejercicio de la política, son aceptables ciertas dosis de oportunismo -pues, de otro modo, no sería posible aprovechar las facilidades que, para el logro de sus objetivos, ofrece el curso cambiante de los acontecimientos sociales-, pienso también que su práctica debe sujetarse de manera estricta a ciertos principios morales que la hagan confiable a los ojos de los ciudadanos. En el caso de los pactos postelectorales, a mi modo de ver serían dos las razones que podrían justificar la adopción de acuerdos entre diferentes partidos: la primera concierne a la defensa de valores políticos esenciales, como el pluralismo o los derechos cívicos que definen el sistema democrático, cuando se corre el riesgo real de perderlos; y la segunda, se refiere a la asociación de fuerzas ideológicamente afines para hacer factible un proyecto de gobierno positivamente definido.
Tal como veo las cosas después de las últimas elecciones, teniendo en cuenta su discurso público, me parece que ninguno de estos motivos se encuentra detrás de un posible pacto entre el PSOE e IU. El primero es obvio, pues nuestro sistema constitucional, salvo en el País Vasco, no se encuentra en riesgo; y es precisamente en la aludida región donde ese pacto no va a tener vigencia. Pero el segundo no es tan evidente, aunque ambos partidos se ubiquen en la izquierda. Y ello, porque IU es un partido que bordea los límites del sistema -hasta traspasarlos, por ejemplo, en el caso vasco cuando, en conjunción con el nacionalismo, se suscribe el pacto firmado con ETA, o, con respecto a la política exterior, cuando se llama a la insurrección ciudadana-, mientras que el PSOE se encuentra doctrinal y políticamente imbricado dentro del sistema. Además, es difícil que, en estas circunstancias, pueda definirse un proyecto de gobierno para España, sus regiones y sus municipios, más allá de un mero reparto de carteras y presupuestos.
Me parece, por ello, que el pacto PSOE-IU no es sino el fruto del peor de los oportunismos. De ese oportunismo que, al grito de «no pasarán», no busca sino desbancar al oponente, en un «quítate tú que me pongo yo» que no ofrece a los ciudadanos un programa de acción que pueda hacerles ver con confianza el futuro. Y, de esta manera, seguramente, en la inmediata contienda electoral nacional, no podrá lograrse la alternativa de la izquierda, pues son muchos los votantes que, estando próximos al centro, aguantan mal los acuerdos de carácter extremista; y son más aún aquellos a los que les cuesta aceptar la indefinición programática. Claro que, para evitar esta última, el Partido Socialista tendría que deshacerse definitivamente de las rémoras del pasado y poner orden en esa algarabía ideológica en la que parece que todo vale y que acaba centrifugando los elementos más genuinos del pensamiento y la tradición de la izquierda.

BENIGNO PENDÁS, Profesor de Historia de las Ideas Políticas: MIOPÍA POLÍTICA

DURANTE <CW-15>la campaña electoral, se jactaba Zapatero de la textura flexible de la oferta socialista, capaz de concluir pactos y coaliciones con muy diferentes fuerzas políticas. Todo ello en contraste con la supuesta rigidez del proyecto popular, condenado al parecer a la soledad de los dogmáticos. Percepción errónea -también ilusoria- de la realidad. Ha pasado tan sólo una semana, maldita, por desgracia: Trebisonda, Sangüesa… Resulta que el PP ha sellado un acuerdo fructífero con Coalición Canaria, que prolonga sus efectos más allá del corto plazo. A su vez, el PSOE navega sin rumbo entre opciones contradictorias, algunas imposibles, otras inconvenientes, ninguna satisfactoria. El pacto con IU (en Madrid como espejo; en otras plazas como rutina) perjudica seriamente la posición de Zapatero para las elecciones generales. Basta leer con sentido común los resultados del 25-M. España es una sociedad de clases medias, equilibrada y satisfecha, que expresa pasiones intensas y vota según la razón práctica. Muchos lo advertimos en su día. No es prudente confundir la democracia de la protesta (pancartas y griterío, ética postmoderna y estética antediluviana) con la democracia de la razón, activa sólo en las urnas. El equipo de Ferraz, precipitado y bajo la presión de los suyos, pretende acortar los plazos ineludibles del cambio de ciclo. Porque hay plazos y hay ciclos: la Política quiere ser tan científica como la Economía para tener derecho a equivocarse sin rubor. El PSOE tendrá, por tanto, que trabajar día a día, aunque ya sabemos que eso cuesta, para persuadir al ciudadano renuente.
Los pactos con IU son un grave error estratégico. Gana puntos Zapatero cuando renuncia al debate parlamentario en homenaje a los militares; los pierde, para no recuperar ni uno, cuando la coalición, ávida de poder, se reparte el botín antes de llamar a la puerta. El acuerdo es ineludible, supongo: consolida posiciones internas, distribuye cuotas, desactiva a los enemigos de casa… Es comprensible, pero pasará factura. IU apoya la aventura secesionista en el País Vasco y juega a la retórica predemocrática que el votante centrista desprecia incluso más que teme. Hay una tradición jacobina en el PSOE que le convendría recuperar, adaptada a los tiempos, recordaba hace poco Miguel Boyer en un coloquio de FAES. Hay también una referencia valiosa en la socialdemocracia histórica: los fabianos, Bernstein, Besteiro, Bobbio y tantos otros… Señas de identidad del socialismo moderno, en busca del único «caladero» posible, como dice Bono. No se pesca ni un solo voto (jóvenes incluidos, otro fallo en el análisis) con un partido aquí «socialcomunista», allá «criptonacionalista», confederación de interés a corto plazo, sin brújula de navegar. Mejor presbicia a fuerza de trabajo duro que miopía política, imagen borrosa del horizonte que se avecina.

Mikel Buesa y Benigno Pendás, ABC, 1/6/2003