Adanismo antidemocrático

ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 21/01/16

Isabel San Sebastian
Isabel San Sebastian

· Estos «hijos de la ira» podemitas con quienes el PSOE va a pactar el Gobierno no creen en las reglas del juego.

Basta escucharles hablar para comprobar hasta qué punto desprecian la democracia que les ha permitido llegar hasta donde están. Estos «hijos de la ira» podemitas, con quienes el PSOE tiene ya prácticamente cerrado un pacto para alcanzar el poder, no creen en las reglas de juego del sistema. No otorgan legitimidad alguna a sus rivales. Se consideran depositarios únicos de la voluntad popular. Han desembarcado en el Congreso ahítos de odio, sedientos de venganza, convencidos de estar en posesión de la «verdad revelada», cargados de un revanchismo tan hondo como incompatible con el normal desarrollo de la actividad parlamentaria. Constituyen un peligro cierto.

Las expresiones que emplean sus portavoces traducen con tenebrosa claridad el dogmatismo feroz que les caracteriza y alimenta: «partidos del régimen», «casta» o «bipartidismo corrupto» para referirse a las dos fuerzas mayoritarias que vertebran a la sociedad española y aglutinan más de trece millones de votos emitidos en libertad; «muleta», cuando se trata de Ciudadanos, formación rebajada de ese modo a una categoría inferior por su negativa a alinearse en el frente de izquierdas armado contra el PP; «cambio», como sinónimo de pacto de perdedores.

Según su preocupante forma de ver y reflejar la realidad, la Cámara de Representantes, depositaria de nuestra soberanía, no ha sido realmente plural hasta que ellos han sentado en ella sus reales, y los votos de «la gente» han ido a parar íntegramente a sus siglas, dada la arrogancia que despliegan autoproclamándose titulares exclusivos de su representación. Los usos y costumbres asumidos tradicionalmente por los demás, independientemente de sus distintas ideologías, no van con ellos, motivo por el cual inventan fórmulas provocadoras para proclamar su intención de ignorar el imperio de la Ley en lugar de aceptar el mandato constitucional de acatarla.

A sus ojos, el reglamento es pura imposición arbitraria. En alguna ocasión lejana, cuando mostraba su verdadero pelaje sin tanto disimulo como ahora, su jefe de filas, Pablo Iglesias, lo reconoció tácitamente respondiendo a una pregunta sobre la aceptación de dinero iraní para la financiación de su proyecto: «Hacer política es cabalgar contradicciones». En su caso, utilizar los infinitos recursos que le brinda la democracia, empezando por nuestro dinero, para cumplir su propósito de destruirla.

Con estos personajes se dispone a cerrar Pedro Sánchez un acuerdo de investidura que le permita alcanzar La Moncloa y dejar resuelto su futuro. Un acuerdo frentista, que a fecha de hoy es cosa hecha, a falta de algunos flecos, con el concurso del PNV, la abstención de los separatistas catalanes y el silencio cómplice de diputados socialistas electos en circunscripciones tan «plurinacionales» como Andalucía o Castilla-La Mancha. Un acuerdo que también recae sobre las espaldas del PP de Rajoy, por la falta absoluta de reflejos mostrada desde el 20-D y también antes.

Por su incapacidad o su falta de coraje para librar una verdara batalla ideológica contra esta tropa liberticida; una batalla valiente basada en valores, en convicciones, en argumentos, en conductas ejemplares, en coherencia, y no en fríos datos macroeconómicos. En lugar de armarse política y emocionalmente para esa lucha, este PP prefirió concentrarse en combatir con todas sus fuerzas a quienes, desde la lealtad a unos determinados principios, le señalaban (le señalábamos), lo mucho que se alejaba de lo que un día representó, la desafección galopante que esa deriva estaba provocando en su electorado. Prefirió concentrar sus dardos en los mensajeros y rivales cercanos, en la creencia de que así lograría proteger su particular «coto» de votos. Un terrible error de cálculo que vamos a pagar todos muy caro.

ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 21/01/16