Alegoria de un fracaso

IGNACIO CAMACHO, ABC – 13/03/15

· Lo último que cabía esperar en un mandato del PP era una actitud descuidada o negligente en materia antiterrorista.

Bolinaga, De Juana y Plazaola no forman la tripleta mediocampista de la Real Sociedad, sino el trío de la vergüenza que debería sonrojar al ministro del Interior de España y a algunos de los miembros de la cúpula judicial. Como a tantos próceres juntos no se les puede suponer mala intención colegiada –más que nada por el profundo abatimiento moral que inspiraría tal supuesto– cabe inferir que los despropósitos cometidos con estos terroristas obedecen al descuido o a la incompetencia. Ambas hipótesis se sustancian en las naciones democráticas con dimisiones, sanciones y relevos, que son la forma normal de depurar responsabilidades. Nada ha ocurrido salvo que el siniestro Boli murió en su casa tras pasar dos años tomando tan campante

txiquitos por su barrio y que los otros dos se dieron el piro en la barbas del aparato de seguridad del Estado. Si sumamos las decenas de agraciados por la lotería excarcelatoria del Supremo y la Audiencia Nacional se podría componer con todos ellos un cuadro alegórico de gran formato que bajo el título de «La burla de la Justicia» sería digno de figurar en cualquier galería del Prado.

Lo último que cabía esperar en un Gobierno del PP era la negligencia en política antiterrorista. Eso no incrementa el déficit ni sube la prima de riesgo pero destruye la cohesión de un proyecto que además de haber prometido el cumplimiento de las penas tenía entre sus principios morales básicos el respeto a la dignidad de las víctimas. En este delicado ámbito simbólico, de enorme importancia para la elaboración de un relato decoroso y justo del posterrorismo, no ha habido en los tres últimos años un escollo procesal, penitenciario o policial en que el Gabinete no haya tropezado. Ha manejado con desidia los litigios jurídicos, con torpeza los criterios carcelarios y con franca dejadez el deber de vigilancia. Y aunque ha sido la benévola ligereza de ciertos jueces la que ha colocado al poder ejecutivo en frecuentes situaciones de impotencia, ha faltado agilidad o interés para articular respuestas con los medios a su alcance. La sensación de inhibición y de ausencia de compromiso es tan patente y tan desalentadora como la de ineptitud para ganar recursos, para tapar los resquicios de una legalidad garantista y para controlar la prepotente chulería del mundo filoetarra.

La fuga de Plazaola constituiría un episodio lamentable de descuido y poca diligencia si fuese aislado. Pero sucede después del aquelarre de la doctrina Parot, de los titubeos en la aplicación de las directivas penitenciarias europeas, de los movimientos impunes del carnicero De Juana y sobre todo del estrepitoso, flagrante, incomprensible desatino de Bolinaga. Cada error puede tener por separado su lógica y hasta su excusa pero todos juntos constituyen la secuencia de un proceso de indolencia desmañada y culposa que ha conducido a un monumental descalabro.

IGNACIO CAMACHO, ABC – 13/03/15