Algo más que palabras

Batasuna sigue considerándose parte del mismo todo que ETA, a pesar de que ahora tengan diferencias tácticas, y eso no puede ignorarse a la hora de responder a su petición de legalidad. Además, sigue condicionando la paz al resultado de una negociación política, es decir, pone precio al fin de la amenaza.

Batasuna dice que la nueva formación política que van a presentar en el registro del Ministerio del Interior va a ajustarse a la Ley de Partidos. Eso es una perogrullada como la del que se va a sacar el carnet de conducir y asegura que va a respetar las normas de tráfico. Claro, si empieza diciendo que no respeta la ley, las posibilidades de que le acepten las nuevas siglas son nulas de partida.

Los dirigentes de Batasuna han presentado un documento con los términos en los que dicen que van a basar su nuevo partido y aquellos que siempre se han opuesto a la ilegalización de este partido reclaman ahora al Gobierno que lo vuelva a legalizar. Si defendían la legalidad de Batasuna incluso cuando no ocultaban esos vínculos con ETA cómo no hacerlo ahora que creen que va a dejar de tenerlos. Pero resulta que la propia Batasuna no dice eso. Ni siquiera menciona a la banda terrorista en su papel, como si no tuvieran nada en común.

El problema que tiene Batasuna es su historia compartida con ETA. Los dos, junto con otras organizaciones afines, se han definido como partes de una entidad común, el Movimiento de Liberación Nacional Vasco. En esa entidad ETA marcaba la estrategia y todos los demás integrantes la aplicaban en el ámbito de actuación que le correspondía a cada uno de ellos: unos en el ‘movimiento juvenil’, otros en el sindical, otros en el de las ‘organizaciones populares’, Batasuna en el ámbito institucional y ETA a tiros. Todos ellos eran piezas diferentes de una misma maquinaria que actuaba de forma coordinada.

Y lo siguen siendo porque Batasuna, en el documento aprobado en el proceso de debate desarrollado entre finales de 2009 y el pasado mes de febrero, continúa hablando de la necesidad de un ‘Movimiento para la Liberación Nacional Vasco’ para desarrollar la estrategia independentista. Sigue considerándose parte del mismo todo que ETA, a pesar de que ahora tengan diferencias tácticas, y eso no puede ignorarse a la hora de responder a su petición de legalidad. Mientras ETA siga subsistiendo y Batasuna siga considerándose parte del mismo proyecto no tiene sitio dentro de la legalidad. Hace falta algo más que copiar una parte de los Principios Mitchell para conseguir la vuelta al club de la democracia.

El último papel de Batasuna dice que «deberá rechazar» (en el futuro, se supone) la violencia, pero no empieza a hacerlo hoy mismo expresando su rechazo a la extorsión que están sufriendo los empresarios o a la violencia callejera. Ni siquiera lo hizo en marzo cuando fue asesinado un policía francés, a pesar de que ya estaban aprobados los documentos del debate que ahora se invocan. Batasuna sigue, además, en la posición tradicional de condicionar la paz al resultado de una negociación política o, lo que es lo mismo, a poner precio al fin de la amenaza de ETA.

Florencio Domínguez, EL CORREO, 30/11/2010