¡Andá, Cataluña!

IGNACIO CAMACHO, ABC – 26/02/15

· Tuvo que ser el TC el que calzara el conflicto secesionista en un debate de Estado que había orillado el problema.

La política española se ha vuelto tan volátil que en el Debate sobre el estado de la Nación quedó relegado con la mayor naturalidad el que se supone uno de los tres mayores problemas nacionales. El último otoño la llamada «cuestión catalana» generaba una tensión tal que parecía capaz de reventar las costuras de la patria. Un simulacro de referéndum de autodeterminación cimbreó la estabilidad del Gobierno, cuarteó el poder judicial, provocó una inédita querella contra un presidente autonómico y se acabó llevando por delante al fiscal general del Estado. Poco más de tres meses después, la ruidosa polémica no mereció un solo minuto en la porfiada discusión entre los dos líderes mayoritarios del Parlamento, y hasta el propio representante de los nacionalistas catalanes parecía incómodo recordando el asunto con la boquita pequeña. El citado

cónsul del nacionalismo en las Cortes, ahora olvidado actor de reparto en la función parlamentaria, era hace un par de años, por cierto, el político mejor valorado del país; así de lábiles son las cosas en esta actualidad novelera donde un proceso de secesión apenas provoca espasmos de opinión pública incapaces de subir la audiencia de las tertulias de los sábados.

Tuvo que ser el Tribunal Constitucional el que calzara de manera inopinada el problema en mitad de la letárgica sesión matinal del debate, un espacio reservado a las minorías que viene a ser, dicho sea con el debido respeto, como las novilladas que complementan el cartel de las grandes ferias taurinas. Todo era algo surrealista, empezando por la pintoresca prohibición de una consulta un trimestre después de haberse celebrado en forma de parodia. «¡Andá, Cataluña!», debió de pensar el presidente golpeándose la frente como el niño que se olvida los donuts. El jefe de la oposición ni siquiera tuvo un ataque de memoria: simplemente se había ausentado de la somnolienta velada.

Los medios de comunicación continuaban diseccionando la profundidad agraviante del adjetivo «patético» y pasando la moviola de los instantes más vistosos y apasionados del combate dialéctico de la víspera. Todos estábamos en lo que más nos gusta, que es el toma y daca fulanista, el fragor de la dialéctica sectaria, y nadie parecía saber bien qué hacer con la extemporánea reaparición de la vieja matraca. De repente, ahí en medio, otra vez la independencia de Cataluña. De seguir en activo hasta Pujol hubiese dicho eso de «avui no toca».

No es una broma pero desde luego no es serio. A seis meses de unas elecciones anunciadas bajo un programa de secesión, el conflicto separatista se queda fuera del principal debate de política general en un país amenazado de ruptura. Éste es el nivel de trivialidad en la dirección de los asuntos públicos. Y éste tal vez sea el verdadero estado de la nación: colectivamente insustancial, intelectualmente líquida, estratégicamente desarticulada.

IGNACIO CAMACHO, ABC – 26/02/15