Andalucía testará el aguante de PP y PSOE frente a Podemos y Ciudadanos

ABC 08/03/15

· La gran incógnita, casi sistemática, es si la fatiga de materiales de PP y PSOE dejará o no desvencijado el sistema en manos de los grupos de Iglesias y Rivera

· Posibles pactos: Díaz no quiere apoyarse ni en Podemos ni en el PP, por lo que la salida sería reeditar un pacto con IU, compañera despechada por la ruptura del anterior Gobierno
· Los otros frentes de Rajoy y Sánchez: El líder del PSOE se transforma en actor secundario en manos del debutante Iglesias y, a la chita callando, Rivera se mete en el primer reparto del centro-derecha
· Relevo generacional:   Si en las elecciones andaluzas los siete candidatos son debutantes, las generales serán también un banco de pruebas sobre la renovación generacional

Desde la página 1 Rajoy aterrizó el viernes tarde en Andalucía. Vestido con el traje de visitar las inundaciones del Ebro y aliviado tras el golpe de autoridad en Madrid, llegó al polideportivo RuizMateos de Jerez para, ante dos mil simpatizantes, ayudar a que su candidato, Juanma Moreno Bonilla, gobierne, contra pronóstico, la Junta de Andalucía. Nunca se ha conseguido; ni el PP más triunfador de 2011 logró arrebatar a la izquierda tamaño bocado político, ni siquiera cuartear un régimen añoso que tiene a las agrociudades y al medio rural cautivo de una memoria familiar que odia a la derecha.

Pero él sabe que ha venido a mucho más; viaja y viajará más veces a Andalucía para apoyar al primer ariete del PP, la avanzadilla del sur que intentará torcerle el brazo al año 2015, fúnebre en expectativas y convertido en una yincana electoral (andaluzas, municipales, catalanas y generales) que medirá la resistencia de los dos partidos que han garantizado la estabilidad a España durante más de treinta años. O visto de otra manera: se testará el empuje de otras dos formaciones, Podemos y Ciudadanos, que dicen haberle tomado el débil pulso a nuestro sistema de partidos y presumen de tener la cataplasma para curarlo.

Al presidente del Gobierno le quedan 19 días para cumplir 60 años. Cuando el 27 de marzo cambie de decenio sabrá ya, gracias al veredicto de 6,5 millones de andaluces llamados a las urnas cinco días antes, una cosa que hoy tan solo sospecha: que España parece destinada a ser banco con cuatro patas, dos viejas y dos nuevas. Que la crisis y la corrupción han actuado como una escoba para barrer el bipartidismo de nuestro país, homologándolo así con su vecina Francia o su hermana del sur, Italia. Quién sabe si también con la arruinada Grecia, convertida en la gaseosa del experimento populista de Syriza, pariente del Podemos español. Aunque por ahora las que gritan son las encuestas, todavía no los votos.

La losa del paro
Los populares saben bien de economía y corrupción. El deterioro de la primera llevó a Rajoy en volandas al Gobierno en diciembre de 2011: cuatro años después, la hoja de servicios de España, con reformas impensables hace tan solo un lustro, es paradigma para potencias como Francia o Italia. Aunque con la losa de un paro inasumible, el Gobierno ha podido respirar e intenta ponerlo en valor, sin demasiado éxito por el ruido de los sumarios judiciales que le recuerdan cíclicamente el pillaje de algunos de los suyos. Aquí los partidos que hasta hoy aglutinan en el Congreso la voluntad del 75% de los españoles van de la mano al desolladero. Gürtel, que va a sentar a dos decenas de cargos del partido en el banquillo, y Bárcenas, para populares; y ERE y cursos de formación, para socialistas. Y en el colmo del desatino, hasta comparten zonas oscuras comunes como los casos Bankia y Púnica. Una tormenta perfecta para el divorcio exprés entre representantes y representados.

La gran incógnita, casi sistémica, es si la fatiga de materiales de PP y PSOE dejará o no desvencijado el sistema en manos de l os grupos de Pablo Iglesias y Albert Rivera. El último CIS de hace tan solo un mes susurró al oído de Rajoy que, aunque su partido siga disfrutando del maillot amarillo, ha perdido 17 puntos respecto al resultado de cuatro años antes. Y peor es lo que constató del otro esforzado de la ruta, el PSOE, al que Podemos no solo alcanza sino que supera en más de un punto, situándose en la segunda altura del podio.

Andalucía será la primera en hablar. Las encuestas, incluida la del CIS de este jueves, bosquejan un escenario endiablado para la gobernabilidad en la Comunidad más poblada de España. En todos los sondeos, el PSOE se queda a kilómetros de la mayoría absoluta en el Parlamento autónomo, que se logra con 55 diputados. La si-

tuación obligaría a Susana Díaz a pactar con una o más fuerzas para garantizarse un Gabinete estable y no estar a expensas de sobresaltos diarios en caso de que gobernase en minoría con pactos puntuales. Díaz no quiere apoyarse ni en Podemos ni en el PP, por lo que la salida sería resucitar un acuerdo con IU, compañera despechada por la ruptura del anterior Gobierno de coalición, o con Ciudadanos. O, incluso, llegar a pactos con los dos. Una victoria contundente en Andalucía sería nuclear para el PSOE, golpeado por la falta de liderazgo de Sánchez cada vez que se mira al espejo de su compañera de Triana, que apenas le ha invitado a dos actos de campaña. Eso sí, aunque un buen resultado catapultaría a la presidenta, nadie se plantea su abandono camino de La Moncloa, solo nueve meses después de volverse a sentar en San Telmo. Si el partido hegemónico andaluz no alcanzara el Gobierno, sería un batacazo tal que produciría un seísmo con efectos en citas electorales venideras. El PSOE no sería ya ni andaluz.

Pero Rajoy y Sánchez tienen otros frentes. Cuando el telón electoral está a punto de abrirse, Pedro Sánchez se transforma en actor secundario en manos del debutante Iglesias mientras, a la chita callando, Rivera se mete en el primer reparto del centro-derecha, privativo desde los años noventa del PP. Precisamente por eso, el papel que le reserva la cúpula del PP es el de un partido reducido geográficamente a Cataluña (allí también le muerde los tobillos a SánchezCamacho); si no directamente trasmutado al del entrañable Naranjito. A Rajoy la presencia de Ciudadanos le inquieta pero no menos que la de Podemos, cuya sombra griega combate en las instituciones europeas como si estuviera entrenándose para una batalla próxima.

Eso sí, dentro del PP se llama a la prudencia. Según un alto cargo del Gobierno, «nosotros tenemos estudios que demuestran que lo que prima cuando se les pregunta a los electores por su posicionamiento ideológico y por las razones de su posible voto es el afán de castigar el bipartidismo». Es decir, todavía tienen que consolidarse esas opciones y ganar por méritos propios el favor de los electores.

También está por ver si Ciudadanos es un fenómeno coyuntural. De momento, algo más de la mitad de los votos estimados le vendrían del PP, aunque también recogería respaldo de los abstencionistas y de nuevos votantes. Curiosamente, Rivera también ha despertado recelos en Pablo Iglesias que, según ha revelado el diputado catalán, se niega a debatir con él en los platós de televisión. De hecho, el europarlamentario ha eliminado cualquier alusión a un líder que no sea Rajoy. Con el presidente interactuó virtualmente desde el Círculo de Bellas Artes, un día después de que terminara el Debate del estado de la Nación. «Para Iglesias solo existe Rajoy –revela un cargo de Podemos–; Sánchez y Rivera, con los que ha coincidido en las tertulias, ya no forman parte de su estrategia».

Debutantes
Y es que si en las elecciones andaluzas los siete candidatos son debutantes, las generales serán también un banco de pruebas sobre la renovación generacional que inauguró el Rey Felipe VI. La juventud y la novedad juegan un papel fundamental en el ranking de la valoración de los líderes en España. Solo así puede entenderse el dato de que los tres únicos políticos que superan el aprobado son precisamente los más jóvenes: Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y Albert Rivera. La renovación generacional no ha llegado al PP ni parece que vaya a hacerlo, a juzgar por la firme voluntad del inquilino de Moncloa de volver a intentarlo a finales de año. Y eso a pesar de que todos los partidos han incluido en sus programas medidas de regeneración, transparencia y apertura a la sociedad como un signo de los nuevos tiempos. En el PP nadie cuestiona a su líder, si bien no falta ruido interno por la falta de determinación en la limpieza interna, fundamentalmente en organizaciones territoriales como el PP de Madrid y Valencia, epicentros de la trama Gürtel. Quizá la decisión tomada en la capital, apuntan, inicia ese camino para limpiar y dar esplendor al primer partido español.

Aunque los dos grandes confían en que el año se le haga muy largo a Podemos, la estrategia de los populistas, pico y pala, piezas de caza mayor. La más perseguida, acabar con la izquierda tradicional, la de IU, una coalición que ha actuado de costalera para el PSOE en gobiernos tan importantes como Andalucía o Madrid y que hoy se muestra noqueada. Eso sí, algún pelo –y no menor– se está dejando en la gatera el grupo de Iglesias.

El último, la inhabilitación de Íñigo Errejón por haber cometido fraude administrativo en la gestión de una beca de investigación. La noticia lastró el arranque de la campaña andaluza. Y fue un regalo premamá para Susana Díaz y quizá también para Rajoy. Queda ver si este escándalo es una simple mota que se suma a la fortuna de Juan Carlos Monedero. O si es algo más: la punta del hilo que permita deshacer la madeja de este incipiente partido que dijo no ser casta. Y alguien, queda ver cuántos, le creyeron.