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IGNACIO CAMACHO – ABC – 08/01/16

· Gitanos contra negros, árabes contra mujeres: conflictos para los que el «pensamiento Alicia» no encuentra culpables de oficio.

Hace dos semanas, Roquetas de Mar fue primera noticia nacional por haber repartido el Gordo de la Lotería. Aún resonaba el eco de los taponazos de cava cuando la localidad se vio envuelta en graves disturbios callejeros que no procedían de la algarabía millonaria, sino de un enfrentamiento de comunidades étnicas motivado por el homicidio de un guineano, apuñalado tras un incidente de tráfico.

Los sucesos, con importante violencia, se colaron en la actualidad por las rendijas del segundo o tercer plano. Era un asunto incómodo: gitanos contra negros, esa clase de conflictos en que el pensamiento políticamente correcto no puede hallar culpables de oficio sobre los que descargar un discurso incriminatorio pautado sobre un previo soporte ideológico. Racismo entre minorías; mejor dejarlo correr con piadosa sordina navideña.

Sucede que a menudo la realidad es muy antipática y tiende a romper los simplistas esquemas de la razón maniquea. Los asaltos de Nochevieja en Colonia, Zúrich y otras ciudades de Centroeuropa han sumido en el desconcierto a una opinión pública acostumbrada a la pintura social de trazo grueso. Cientos de mujeres agredidas y atracadas por bandas de inmigrantes plantean un severo problema de comprensión a esa mentalidad dominante que compartimenta el mundo en bandos morales predeterminados.

Cómo afrontar sin quebranto de tantas certezas prejuiciosas la evidencia de una conducta asocial en miembros de colectivos a los que se ha adjudicado de antemano la condición categórica de víctimas y por tanto una presunción natural de inocencia. Y para más fastidio, la posibilidad verosímil de que parte de los agresores fuesen refugiados de la crisis siria. Menudo problemón: la libertad sexual frente al derecho de acogida, la conciencia feminista frente a la solidaridad multicultural.

Ante un dilema tan engorroso, la sociedad oficial ha reaccionado con una perplejidad acongojada que se manifiesta en el mismo lenguaje del relato de los hechos, cargado de eufemismos reticentes a la aceptación de la verdad. Los atacantes eran «personas de apariencia árabe» y el debate sobre las culpas ha sido trasladado a la incompetencia policial, cuando no sobre las propias mujeres a las que la alcaldesa de Colonia ha reprendido por no guardar la aconsejable distancia física sobre los embravecidos varones. El periodismo se mueve como si pisara huevos de xenofobia y temiese cascarlos, y las autoridades dan rodeos para eludir la más que probable certidumbre de que los hombres de aspecto árabe fueran, en efecto, hombres árabes.

Interpelado por la complejidad de una realidad que no cabe en las escuetas celdillas conceptuales del «pensamiento Alicia», el buenismo se refugia en el tabú para eludir la quiebra de sus axiomas indefectibles. Silencio, silencio. Al menos hasta que las brigadas de la corrección logren encontrar a los sospechosos habituales.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 08/01/16