En pudiendo sufrir

CARLOS HERRERA – ABC – 08/01/16

· Si el voto fuese obligatorio en España, el PP difícilmente gobernaría.

Acordemos algo de entrada: el PP ha pasado de la mayoría absoluta a la soledad absoluta. Cosa que no es nueva para la derecha española. Salvo las ocasiones en las que, por intereses muy concretos y muy contables, ha contado con el apoyo de formaciones nacionalistas, los populares son unos apestados políticos con los que nadie quiere hacer negocios. Y si los hacen, al estilo de Ciudadanos en la Comunidad de Madrid, éstos sienten la necesidad de escenificar un cierto desprecio, un determinado disgusto, que se traduce en hacérselo perdonar por los demás entorpeciendo todo lo posible la acción de gobierno. Si el voto fuese obligatorio en España, el PP difícilmente gobernaría, ya que sólo lo hace por mayoría absoluta provocada por incomparecencia del contrario.

Que gobierne la derecha en España es considerado por el resto de formaciones políticas una suerte de anomalía; anomalía a reconducir a la primera oportunidad, incluso con sopa de letras o coaliciones imposibles. En las que siempre colabora el PSOE. Si al PP le falta un solo voto para la mayoría absoluta, el resto de formaciones, a pesar de sus evidentes diferencias, se unirán para desalojarlo de donde no le corresponde. Valgan cientos de ejemplos en ayuntamientos diversos. Incluso en alguna comunidad autónoma.

Rajoy, salvo sorpresas, difícilmente podrá gobernar, ya que precisa de, cuando menos, la abstención del PSOE, cosa que no obtendrá a menos de que las ranas críen pelo. El NO es evidente, pletórico, estentóreo, orgulloso, casi con aroma a ajuste de cuentas. Cierto resulta que los socialistas han dicho en más de una ocasión que no y con el tiempo han moldeado su negativa, pero el caso de la OTAN no es tan frecuente: en aquella ocasión la irresponsabilidad del Gobierno de Felipe González hizo recaer sobre la decisión de todos los españoles algo que deberían haber resuelto ellos, aceptando el error de haber proclamado su rebeldía ante la sensata decisión del gobierno de Calvo Sotelo. Este NO suena a bocinazo en la cara de Rajoy. Y el NO es de todos, de Sánchez y los suyos, de los barones díscolos y de Susana Díaz también.

Que no se engañen los populares: en eso no hay división en las filas socialistas. Cuando dicen que es a Rajoy al que le corresponde iniciar los trámites para formar gobierno es porque saben que no tiene suficientes apoyos para conseguirlo. De no ser así, no dirían lo mismo o no lo harían con tanta alegría. El problema estriba en que los chicos de Sánchez no lo tienen mucho más fácil para crear una alternativa, por mucho que el líder socialista viaje a Portugal para escenificar su deseo de hacer como sus colegas lusos.

Por mucho que se trague sapos y llegue a un acuerdo con Podemos –de quien aparentemente tampoco le separan tantas cosas, a tenor de lo oído en la campaña electoral– le haría falta el apoyo de lo que queda de IU, de alguien más –tal vez ERC– y la abstención de un quinto grupo. Eso es sopa de letras. Y supone poner al país en serios riesgos. No es el caso de Portugal, donde –como acertadamente ha señalado Albert Rivera– nadie quiere acabar con Portugal como nación unida. Es otra cosa muy distinta.

Nada de esto tendría lugar si fuésemos un país europeo. A las pocas semanas se habría pactado un gobierno de amplia base con acuerdos de reformas y de políticas de estabilidad. Pero somos un simulacro, y los simulacros se gobiernan como tales, con simulacro de gobiernos.

Un pacto entre mil leches puede que resulte también algo improbable, pero no es imposible. El escenario inevitable, si nada lo remedia, será el de unas nuevas elecciones. Todo por no querer ser mayor. Para qué andar tranquilos en pudiendo sufrir.

CARLOS HERRERA – ABC – 08/01/16