Apasionante paso

EL CORREO 16/12/13
MAITE PAGAZAURTUNDÚA

Al común de los ciudadanos puede parecerle una solemne bobada que los portavoces del mundo de la nueva Batasuna acusaran hace pocos días a «policías o infiltrados» del rebrote coactivo con actos de terrorismo callejero. El caso es que se trataba de un mensaje pensado por los jefes del mundo nacionalista radical buscando neutralizar a los elementos incontrolados que anidan en su seno. Y hacerlo de la manera más eficaz y más rápida de las posibles.
Los portavoces de Sortu no podían apelar a la ley, ni indicar que utilizar el fuego o las pintadas intimidatorias fuese un delito, porque el principio de legalidad lo siguen reventando en las múltiples formas del fraude de ley. Dentro de una peña así, es un tema de principios, digamos, no hablar de ilegalidad.
Los portavoces de Sortu tampoco podían apelar a los principios morales universalizables para reñirles, porque no pueden esgrimir la ilegitimidad de utilizar cócteles incendiarios o pintadas fanáticas. Se les reirían a la cara.
Ni la ilegalidad, ni la ilegitimidad de los actos de intimidación podían ser invocados. Les quedaba la carta de la legitimación. El respaldo popular es clave en la estrategia del mundo abertzale radical y precisamente por eso utilizaron una jugada –que consideraron– fulminante, buscando arrinconar a la cuadrilla de patriotas más toscos. No hay dudas de que tras la acusación de «policías o infiltrados» una cuadrilla de patriotas fanáticos debieron de quedarse estupefactos por la acusación. Se trataba de intimidarlos con la acusación del más grave de los pecados internos, esto es, ser «policías o infiltrados». Ya, dirán ustedes, era un golpe bajo porque presagiaba la muerte civil en el ambiente. Buscaba que no pudieran hacer proselitismo. Buscaban dejarles sin la baza de la legitimación. Ser acusado de herejía en una iglesia o de traidor en un partido es lo más perverso. Los apparatchik –o así– del entorno político de ETA dieron un golpe en la mesa con la desfachatez que les caracteriza, pero Hasier Arraiz no es Kim Jong-un y las herriko tabernas no son exactamente Corea del Norte.
Kim Jong-un acaba de condenar a su tío –del que se dice que era el número dos del régimen– por traidor y lo han ejecutado de manera fulminante. Hasier Arraiz ha vuelto sobre sus pasos, indicando que puede haber personas «descontentas» con la marcha del «proceso» y les pide que «reflexionen». Lo de policías no ha colado en el ambiente, digamos. Los más toscos no saben del fino estilismo del delito de estafa y fraude de ley, pero no son unos parias en la galaxia de ETA. No. Ya. Y no se percatan, porque no ‘reflexionan’, del gran paso y enorme oportunidad que supone delinquir a lo fino.