Autoestima

ABC 12/12/14
HERMANN TERTSCH

· Imaginen una España llena de universidades que sirvieran a la autoestima y no al resentimiento y al odio

LAS grandes universidades del mundo, las que se respetan a sí mismas, suelen generar vínculos con sus alumnos y entre ellos, que muchas veces perduran de por vida. En el mundo anglosajón es donde estas lealtades al Alma Mater más se cultivan y la universidad de Georgetown de Washington, de la que es exalumno también el Rey Felipe VI, es una de ellas. La Asociación de exalumnos en España de esta bella y célebre universidad jesuita junto al río Potomac, me invitó a hablar en su cena de gala con un motivo de alegría como era un homenaje a uno de sus fundadores, David Hatchwell Altaras. Este gran empresario, presidente en la actualidad de la Comunidad Judía de Madrid, es amigo por partida doble porque es hijo del inolvidable Mauricio Hatchwell Toledano, una inolvidable y magnífica personalidad en Madrid, en Israel y allá donde estuviera. Las máximas de aquel gran judío español son las que componen fundamentos y andamiaje de lo que llamamos el mundo occidental.

Me había comprometido a hablar sobre las amenazas en el mundo, que es lo que llaman un tema inagotable, inabarcable y maleable. Se puede hablar sobre amenazas diez minutos o diez horas. Sin repetirse. Hablé solo de dos, las que considero en estos momentos las más graves e inminentes para el mundo libre o la sociedad abierta occidental y desarrollada. Una es la amenaza imperialista de un régimen inestable y débil, como es el ruso, dirigido por un autócrata como Vladimir Putin. La otra es la amplísima amenaza islamista que va desde el proyecto del califato del atroz Estado Islámico en Siria e Irak hasta el yihadismo durmiente en las ciudades europeas. Y la falta de capacidad del islam para hacer frente a las perversas formas ideológicas criminales que han surgido en su seno entre Afganistán y Nigeria, entre Indonesia y Casablanca. Pero también dejé claro que la principal amenaza para nuestra sociedad libre, la que convierte todas las demás en muy peligrosas cuando no existenciales, es la profunda crisis de autoestima del mundo occidental. Que en su éxito permanente hasta ahora en la creación de riqueza y bienestar ha sembrado todas las hierbas tóxicas que pueden acabar con su libertad y así con la sociedad más eficaz, rica, compasiva, rica y solidaria que jamás ha existido. Los hijos de la libertad y el bienestar han perdido el recuerdo de la falta de todo lo que gozan. Y no han educado a sus hijos en los mandamientos de quienes han de luchar por defender sus conquistas. Que comienzan por valorar el legado real de sus mayores, por conocer y respetar las enseñanzas de la historia y no dejarse engañar por embustes y quimeras. Y por la decisión, vocación y voluntad de preservar, frente a la adversidad y los enemigos, ese código básico que llevó a la sociedad abierta a lograr una vida cada vez mejor para cada vez más seres humanos: la libertad de pensamiento y la libre creatividad y competencia y el respeto al carácter sagrado del ser humano. Falta la autoestima. Y se ha perdido la memoria y la ignorancia lleva al riesgo a repetir terribles errores. Si no hay reacción, vuelven los bárbaros, concluía. Los exalumos de Georgetown, reunidos en torno a una mesa en la Gran Peña, no me contradijeron.

Pero sí demostraron en un largo debate cuajado de ideas, que más allá del «kulturpessimismus» global, existe, quizás muy particular en esta España llorosa y maltratada, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, que tienen la autoestima necesaria para generar esperanzas para propios y extraños. Imaginen una España llena de universidades que sirvieran a la autoestima y no al resentimiento y al odio. Imaginen una España llena de universidades que sirvieran a la autoestima, la iniciativa, la libertad y el respeto y no al resentimiento y al odio.