Ayuntamientos populistas: la ideología relega a la gestión

ABC  17/01/16

· El sectarismo excluyente, la falta de experiencia y las trabas paralizan las ciudades gobernadas por Podemos y dejan en el aire los proyectos inversores

Fue el triunfo de un mesianismo populista basado en prometer la utopía Los programas de Podemos están viciados por su tono de superioridad moral

Desde la página 1 Desde las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo, la evolución de Podemos ha sido, paradójicamente, la historia de un éxito colectivo. Fueron más de cinco los millones de votos obtenidos en las elecciones generales como consecuencia de un discurso inoculador del odio a la derecha amplificado mediáticamente con inteligencia, y de una táctica extremadamente rentable por su fácil permeabilidad en capas izquierdistas de la sociedad hastiadas de un sistema corrupto y protector de «castas». Fue el triunfo de un mesianismo populista basado en prometer la utopía del totalitarismo elevado a la enésima potencia, pero disfrazado de democracia. Y de demagogia. De infinitas dosis de demagogia.

¿Por qué es entonces un éxito paradójico? Sencillamente, porque sociológicamente se está otorgando validez al argumento de que bastan el aval popular de las urnas, y el efecto simpatía hacia un proyecto o un liderazgo –en este caso de Pablo Iglesias– para «refundar» la democracia con un proyecto político de aparente pureza ornamental… pero basado en una alarmante inexperiencia de poder. En la ineficacia en la gestión.

No en vano, el 24-M arrojó, a través de Podemos y sus «marcas blancas» o «mareas», multitud de alcaldes y concejales legítimamente elegidos, pero incapaces de asumir muchas de las tareas técnicas y políticas que son exigibles a quienes desempeñen cargos públicos. Cargos sin currículum, sin más experiencia que la de militar en asociaciones vecinales, gremios supuestamente solidarios, organizaciones antisistema, colectivos «okupas»… Por eso se ven obligados a delegar.

Antiguos alcaldes de Bildu en muchos municipios vascos pueden dar fe de ello: tarde o temprano, el ciudadano siempre castiga la inoperancia y la incapacidad en la gestión del día a día. A ese partido, las subidas injustificadas de impuestos locales, o la simple incapacitación para gestionar la recogida de basuras en algunos municipios vascos, le ha valido perder alcaldías por muy simpatizantes que fueran los vecinos de sus ideas.

Madrid es hoy una de las ciudades más sucias de España. Es un dato objetivo, admitido de forma fehaciente incluso por su propia alcaldesa, Manuela Carmena. Sus planes de limpieza viaria son asumidos por su propio equipo de gobierno como un fracaso. Con todo, en estos ocho primeros meses de gestión populista en ayuntamientos como la capital, Barcelona, La Coruña, Valencia, Zaragoza, Cádiz o Santiago de Compostela la seña de identidad ha sido el sectarismo ideológico como fórmula de reconducción ciudadana. En la mayoría de los casos, gracias al imprescindible respaldo prestado por el PSOE, partido sin el cual Podemos y sus distintas marcas no tendrían apenas consistorios.

Revanchismo
Los programas de Podemos están viciados por el revanchismo y un tono de superioridad moral que, en el caso de Madrid, llevó al ayuntamiento a crear una página web oficial, financiada con dinero público, para «señalar» a medios de comunicación y periodistas cuyas informaciones merecían ser «corregidas». El afán de control de la opinión pública se hizo evidente desde la misma toma de posesión de sus ediles, algunos de los cuales han resistido la embestida de las hemerotecas forzando el apego al cargo, como si de la casta tradicional se tratase.

 Fue el caso del edil madrileño Guillermo Zapata, quien se había mofado en redes sociales de las víctimas del terrorismo, o de niñas violadas y asesinadas; o de la propia portavoz, Rita Maestre, pendiente ahora de un juicio por el que se le reclama un año de cárcel por el asalto a una capilla en 2011. En Cádiz, su alcalde, «Kichi», se vio obligado a rectificar su inicial pretensión de dificultar la celebración de la Semana Santa en las calles gaditanas. El sólido arraigo cofrade de la ciudad, y la respuesta ciudadana frente a su abusivo intento de infravalorar una tradición histórica, a la vez de un rentable reclamo turístico, fueron suficientes para que diese marcha atrás. EFE Carmena, en la polémica Cabalgata de Reyes Magos

En los ayuntamientos populistas también asistimos al amiguismo Su gestión es posible por el apoyo del PSOE, que ha quedado
relegado en el poder municipal

Otra consecuencia: la pérdida de inversiones nacionales e internacionales por la imposición de criterios excluyentes a manos de los alcaldes populistas, o la creación de un laberinto de trabas administrativas para dificultar la inversión privada del sector inmobiliario en Barcelona por ejemplo, con una moratoria hotelera ordenada por Ada Colau.

Y todo ello, amparado por un doble discurso que incluye lo que tanto denosta Podemos de la política tradicional: amiguismo, favoritismo, nepotismo… Carmena colocó a su sobrino, Luis Cueto, al frente de Ifema y, después, al padre de su portavoz, Luis Maestre Avilés, al frente de la nueva Subdirección de Atención al Contribuyente del ayuntamiento madrileño. Colau situó a su propia pareja, Adriá Alemany, como responsable de Relaciones Políticas e Institucionales de su partido; y también en Barcelona, Vanesa Valiño, pareja del primer teniente de alcalde y mano derecha de Colau, Gerardo Pisarello, fue contratada por el consistorio como asesora de la concejalía de Vivienda. A dedo.

A esta manera de ejercer el poder se le han añadido duras críticas ciudadanas por la perversión de la función pública como instrumento para manipular el sentido de la historia y adaptarla al imaginario populista.

Muchas veces, con la apropiación del espíritu republicano minoritario hoy en España, o con reivindicaciones identitarias propias de regímenes totalitarios. Otras, con una concepción falaz y selectiva de la memoria histórica para alterar el callejero sin más criterio que el revanchismo. Y, a menudo, forzando tradiciones culturales o religiosas para tergiversar su origen y adaptarlo al imaginario extremista. El ejemplo de la apropiación ideológica que algunos ayuntamientos han hecho del sentido real de la Navidad, y de las cabalgatas de Reyes Magos, ha sido paradigmático.

Adoctrinamiento
Podemos y sus partidos afines ni siquiera ocultan que su misión consiste en un adoctrinamiento progresivo para refundar el sistema democrático. Instaurar lo que denominan una «nueva transición» que, arguyen, ha dado su primer paso serio con la escenográfica toma de posesión de sus 69 diputados en el Congreso esta semana. En el fondo, subyace además un aprovechamiento astuto de la ingenuidad del PSOE, cuyo apoyo municipal a Podemos le ha costado ya ser cuarta fuerza política en Madrid. Y la pérdida de millones de votos y credibilidad como proyecto nacional solvente basado en una socialdemocracia sólida. Podemos ya está a 300.000 votos de los socialistas y goza de resortes de poder en grandes capitales españolas. Con el mesianismo por bandera.