Aznar y su PP

EL MUNDO – 08/10/15 – ARCADI ESPADA

· Hay un asunto irredimible en la relación de José María Aznar con el presidente Rajoy: de algún modo Aznar piensa que no acabó el trabajo. Maniatado por la drástica condición de limitación de mandatos que él mismo se puso, golpeado brutalmente en sus últimos días por el atentado del 11 de marzo y por la infame reacción de la izquierda institucional y de calle, brumosamente consciente de que no condujo con la suficiente grandeza política los días más dramáticos de su gobierno, Aznar considera que tiene una cuenta pendiente con la sociedad española. Con mucha frecuencia esa cuenta pendiente adopta la apariencia de una cuenta pendiente con su partido.

Pero con independencia de las motivaciones más o menos confesadas que tenga, es legítimo que el ex presidente critique la conducta de su partido. A mí me irrita que su crítica adopte a menudo la retórica oracular y el pellizco de monja. Sería preferible que detallara sus propuestas y sería convincente que algunas de ellas, como las que se refieren al encaramiento del reto nacionalista, llegaran acompañadas de una generosa autocrítica. Pero esto son gustos. Su derecho está fuera de duda, e incluso el simple hecho de expresar sus opiniones, por desagradables que sean, beneficia a un partido que no se caracteriza por su ventilación.

No sólo eso. Es igual de legítimo que Aznar trate de influir decisivamente en la situación que vivirá el Partido Popular, en caso de que pierda el gobierno tras el 20 de diciembre. Lo que en un hombre de su experiencia militante llama la atención, sin embargo, es que su presunta intención de reconstruir de un modo u otro el PP conviva con críticas acervas en plena precampaña electoral. Paréntesis: unas críticas, en la parte que se refiere a C’s, algo absurdas. Claro que Rajoy tiene en cuenta y teme a C’s. ¡Es por eso que decide ignorarlos! Al proceder de este modo disruptivo y no guardar silencio hasta la consumación electoral Aznar no se gana solo la desafección de la cúpula del partido y del Gobierno.

Un partido político es, sobre todo, una compleja trama de afectos e intereses personales y el problema para Aznar no es que Rajoy lo considere desleal: es que pueda considerarlo así un concejal de Soria. El problema, en fin, es que el conjunto de su partido (como todos: un animalito dado al repliegue herido cuando la manada peligra) crea que un ataque de estas características solo puede provenir del exterior.