El Correo-JAVIER TAJADURA TEJADA

En el confuso contexto político de España, la única reforma que podría tener efectos estabilizadores del sistema sería la electoral

Según el último barómetro del CIS, los políticos son el segundo problema de los españoles. Un tercio de los ciudadanos los considera una de sus principales preocupaciones. Desde que en 1985 se inició este tipo de muestras, nunca hasta ahora esa percepción negativa había sido tan alta. Muchas son las razones que explican y justifican que un amplio porcentaje de españoles considere que la clase política no está a la altura de las circunstancias y que su comportamiento lejos de servir para encauzar los problemas del país lo único que hace es agravarlos. La demonización del adversario político, la deslealtad a los principios y valores fundamentales del sistema democrático parlamentario, y las actitudes manifiestamente obstructivas han conducido a una situación de bloqueo político. Dos meses y medio después de las elecciones generales no se vislumbra en el horizonte la posibilidad de que se forme un Gobierno en torno a un programa que cuente con el respaldo de la mayoría absoluta del Congreso y tenga garantizado la aprobación de su proyecto de Presupuestos Generales del Estado. La preocupación de los ciudadanos coincide con los temores cada vez menos disimulados de las instituciones europeas y de los actores económicos sobre nuestro futuro político. Unas y otros son conscientes de que España no puede vivir eternamente con los presupuestos del año 2017 y de que cada vez es más necesario aprobar unos adaptados a la nueva coyuntura.

Convocado ya el pleno de investidura para el 22 de julio, Sánchez no tiene una mayoría que respalde su programa de gobierno. No la tiene porque los dos únicos partidos que podrían garantizar esa mayoría, Cs y el PP, se han instalado en el ‘no es no’ que el propio Sánchez defendió con fervor en el pasado para impedir que gobernase Rajoy. Y no la tiene porque el candidato designado por el Rey tampoco ha hecho el esfuerzo de iniciar un proceso de negociación mediante la presentación de unas propuestas programáticas que obligaran al PP y a Cs a justificar sus negativas. En este contexto los dos escenarios que se vislumbran son: una investidura fallida y una repetición electoral el 10 de noviembre o un espejismo de investidura lograda merced a la abstención de Bildu o ERC. Ninguno de ellos permitirá estabilizar el país. ¿Cómo garantizar la aprobación de los Presupuestos? ¿Cómo garantizar una respuesta contundente y proporcionada a la reacción de los independentistas catalanes frente a la previsible sentencia condenatoria de los implicados en el proces?

 

El hecho de que estas preguntas no tengan respuesta confirma que nuestro sistema político hacolapsado. Y ello explica que surjan propuestas encaminadas a reformar aquellos aspectos del sistema institucional que han hecho posible el bloqueo. Una de ellas es la de llevar a cabo una reforma constitucional (por el procedimiento ordinario del 167) de la investidura tomando como modelo el sistema previsto en el Estatuto de Autonomía del País Vasco y en su Reglamento parlamentario. Con este sistema no cabe ningún tipo de bloqueo y el ‘no es no’ queda neutralizado por la previsión de que sea investido lehendakari el candidato que más votos obtenga de entre los que se presenten. Ahora bien, se trata de un sistema que permite constituir gobiernos sin base parlamentaria y ello explica las numerosas prórrogas presupuestarias que ha padecido el País Vasco. Es un sistema que permite alumbrar gobiernos, pero no les dota de instrumentos para gobernar y por tanto tiene efectos potencialmente desestabilizadores.

En el confuso contexto político de España, la única reforma que podría tener efectos estabilizadores del sistema sería la electoral. Una reforma tendente a facilitar la conformación de mayorías mediante primas al vencedor. Es el sistema vigente en Grecia donde el pasado domingo, el ganador con el 39% de los votos obtuvo 108 diputados, muy lejos de los 151 que son la mayoría absoluta (en una cámara de 300). Pero a esos 108 hay que sumarle la prima o bonus por la victoria, consistente en 50 diputados. Es así como el partido conservador griego contará con 158 (mayoría absoluta para gobernar). Este sistema permite no sólo alumbrar gobiernos sino lo que es más importante, le dota de instrumentos (una mayoría) para gobernar.

Nuestro sistema electoral ha funcionado razonablemente bien gracias a que sus mecanismos corrigen y matizan la proporcionalidad. Pero en el contexto actual se pone claramente de manifiesto la necesidad de alumbrar mayorías. El sistema proporcional no es problemático allí donde impera la cultura democrática del pacto y son habituales los gobiernos de coalición, pero donde el sectarismo alcanza los niveles que padecemos en España y el ‘no es no’ triunfa por doquier, tiene un potencial desestabilizador notable. Esto es algo que pudo comprobar el PP de Rajoy en 2015 y lo puede confirmar hoy el PSOE de Sánchez. Por ello cabe confiar en que ambos partidos puedan llegar a algún tipo de acuerdo para mejorar ‘las reglas del juego’ y poner fin a una espiral de elecciones continuas, formación de gobiernos inestables, alianzas encubiertas con los enemigos del sistema y, en definitiva, profunda erosión y desprestigio de nuestro sistema constitucional.