Callejón socialista

EL CORREO 27/05/14
KEPA AULESTIA

· La renuncia diferida de Rubalcaba revela por fin que el PSOE se encuentra a la intemperie de una sociedad que mira hacia otro lado

La anunciada retirada de Alfredo Pérez Rubalcaba de la secretaria general socialista no es más que la prolongación del velo que su figura representa para los problemas que atraviesa el partido. La imagen del último dirigente de la vieja guardia que se sacrifica para salvar los restos de tan prolongado naufragio no da más de sí. El acusado derrumbe electoral que sufre el PSOE desde el final de la etapa Zapatero se volvió tan estrepitoso el domingo que obliga a los socialistas a detener la caída antes de intentar la remontada. Pero ellos mismos saben que conseguirán tocar suelo únicamente si renuncian al pasado, si dan muestras de recuperación, si sus bases militantes se activan y si la energía que les queda no se dilapida en pugnas internas que resulten estériles en tanto que indescifrables para la opinión ciudadana.

Hasta hace tan solo unos días el PSOE podía hablar de su propio electorado, de sus caladeros de voto, de su público objetivo. El domingo se desvaneció definitivamente toda una categoría de décadas de estrategia política. Los socialistas creían dirigirse a una parte de la sociedad más o menos definida en términos sociológicos, y ubicada territorialmente hasta por mesas electorales. Ahora ha perdido esa tangibilidad. La crisis ha catalizado el surgimiento de una sociedad distinta y más disconforme en su flanco de izquierdas. En condiciones de laboratorio lo ocurrido en las europeas invitaría a una refundación del socialismo español. A la dilución de las estructuras y de las culturas que coexisten en el PSOE para dar lugar a un magma de la izquierda realista y del centro sociológico próximo a las reclamaciones ciudadanas. Pero la realidad exterior a la probeta resulta implacable, y refundar por disolución una referencia centenaria –el PSOE– se vuelve tan temerario como confiar en su inmortalidad una vez que muchos de sus votantes de siempre han acabado por perderle el respeto.

Solo una buena noticia. Cuando el PSOE fijó su calendario de primarias necesitaba encontrar a alguien que diera con el perfil de buen candidato y que los ciudadanos pudieran visualizar, a la vez, como un presidente de gobierno solvente por su trayectoria en la gestión de los intereses públicos. Ahora los socialistas necesitan solo lo primero. Un líder que pueda acortar la distancia de votos respecto al PP y, al mismo tiempo, ampliarla respecto a quienes les disputan el espacio de la izquierda. De ahí que el procedimiento establecido por la Ejecutiva de Rubalcaba parezca discutible. La celebración de un congreso extraordinario el 19 y 20 de julio cuando las primarias están ya inevitablemente lanzadas conduce a uno de tres escenarios: una componenda administrativo-burocrática para organizar la designación de los candidatos socialistas a la presidencia del gobierno, un adelanto congresual de la liza definitiva entre los aspirantes a encabezar al PSOE en las generales de 2015 o, el peor de los resultados, una bicefalia conflictiva entre la dirección orgánica del partido y su apuesta electoral a decidir en primarias tres meses después del congreso.

El más nefasto de los remedios sería un concurso de alternativas fáciles, coincidente con la pugna de las primarias. El de las soluciones contenidas que parece atesorar cada aspirante al liderazgo socialista. El de las frases políticamente intraducibles de ‘abrirse a la sociedad para que la sociedad se nos abra’ o similares. El de los discursos de tribuna apelando a la recuperación de las esencias, a un viraje a la izquierda, a la conexión con los más jóvenes, a la comunión con los verdaderos afectados por la crisis. Ninguno de los nombres que han aparecido en los medios como posibles cabezas de lista del PSOE en las próximas generales habían presentado antes del 25 de mayo actitudes y propuestas que respondieran enteramente a los desafíos del socialismo. El resultado del domingo empequeñece su estrella, aunque en apariencia los sitúe en órbita. Pongamos a Carme Chacón, Eduardo Madina, Patxi López, o incluso a Susana Díaz, la presidenta de la Junta de Andalucía. Cualquiera de ellos puede hacerse con la victoria interna sin que, dentro de año y medio, despierte más entusiasmo en la ciudadanía que Elena Valenciano el domingo, salvando la distancia de la abstención en las europeas.

El PSOE necesitaría lo que no tiene para salir de su embrollo: algo más de tiempo. El calendario electoral y el interno no dan ni para requiebros tácticos. La osada o el osado que se postule como candidato socialista a la presidencia del gobierno de España tendrá que enfrentarse dentro de un año a la prueba de las autonómicas y las locales. Es cierto que, a la luz de las europeas, el gobierno de muchas comunidades y ayuntamientos podría oscilar hacia la izquierda en perjuicio del PP. Es la cara oculta del escrutinio del domingo, la vertiente que ha conseguido obviar el partido de Rajoy gracias a la notoriedad de la debacle socialista. Bastaría con extrapolar los resultados de las europeas aun atenuando el éxito de las opciones alternativas para prever que el PSOE tendrá que decidirse entre respetar el gobierno del partido que obtenga más votos ciudadanos o incorporarse a una alianza de izquierdas escorada hacia la contestación sin más. Es el riesgo de que el programa lo escriban otros –Izquierda Plural o Podemos– como reconocimiento de que la socialdemocracia en España se ha hecho dependiente sin remisión. La esperanza inmediata del PSOE es la ineludible componenda con su izquierda tras las autonómicas y locales de dentro de un año. Una componenda que podría debilitar sus opciones de aspirar a la alternancia en una disyuntiva electoral entre el PP y toda la izquierda dentro de año y medio.