Cambio o desaparición

NICOLÁS REDONDO TERREROS, EL MUNDO – 12/02/15

Nicolás Redondo Terreros
Nicolás Redondo Terreros

· Pedro Sánchez ha disuelto la Ejecutiva del PSM. Los disueltos se han rebelado ante una decisión arbitraria y sorprendente. El conflicto se puede enmarcar en las luchas intestinas de la prestigiosa y veterana Federación Socialista Madrileña, origen de todas las disputas y conflictos del socialismo español, pero también de los más intensos debates y de las ideas más innovadoras. Es la organización de Gómez Llorente, injustamente olvidado, de Pablo Castellano, de Miguel Boyer, socialdemócrata y popperiano, de Javier Solana o de Joaquín Leguina, brillante y casi siempre con un pie más allá del partido; de los mejores y más heterodoxos socialistas de los últimos 50 años.

Siempre a la gresca, incapaces de un esfuerzo común, siempre tuvo que poner orden la dirección del PSOE, aunque en muchas ocasiones terminara sirviéndose de ellos para apuntalar su poder. Hace ya algunos años, el eterno conflicto entre renovadores y guerristas y todos juntos contra la UGT, o el cese-dimisión de ‘Rafa’ Simancas a petición de José Luis Rodríguez Zapatero para imponer al «alcalde más votado de España», en aquel entonces un Tomás Gómez desconocido para la inmensa mayoría del partido.

Las maneras empleadas en el cese de Tomas Gómez, la cercanía de las elecciones autonómicas para las que había sido elegido candidato mediante primarias, que el ejercicio de fuerza sin precedentes en la historia reciente del PSOE haya sido realizado por un líder débil, la falta de explicaciones razonables en las horas posteriores, etcétera, son argumentos todos que pueden llevarnos a creer que el conflicto, con más o menos virulencia, termina en las fronteras de la Comunidad de Madrid.

Habrá quién querrá que veamos lo que está sucediendo en Madrid como un conflicto más de una organización territorial del PSOE, como un nuevo espectáculo del personalismo cainita del socialismo madrileño o como una guerra de desunión provocada, en esta ocasión, por las negativas expectativas electorales, pero se equivocan los que así piensen.

La crisis del socialismo madrileño sólo corrobora la crisis general del socialismo español. El PSOE atraviesa una crisis de identidad ideológica y orgánica desde hace mucho tiempo. «El señor Turnbull había predicho malas consecuencias… y luego hacía todo lo que podía para provocar el cumplimiento de sus propias profecías», dice Anthony Trollope en Las Torres de Barchester. Yo nunca quise ser como el protagonista de la novela. Al contrario, he visto con tristeza, pero sin coadyuvar a cumplir mis negras expectativas, cómo el PSOE se ha movido exclusivamente a impulsos del poder y de la rutina hasta devenir en un instrumento ineficaz para sus propios objetivos.

Hace tiempo que el Partido Socialista necesitaba adaptar su política a una realidad que se ha trasformado radicalmente y, en vez de acometer esa imperiosa necesidad, se han conformado con elaborar una amplia panoplia de medidas, algunas sensatas, otras meras ocurrencias, que les han evitado la obligación de una ubicación ideológica comprensible para quienes quieren representar. Han querido ser el 15-M sin bajarse del coche oficial, republicanos y monárquicos a la vez, autonomistas y federalistas… Y ya se sabe desde siempre que todo a la vez no se puede ser durante mucho tiempo.

El PSOE no sólo tiene un problema en Madrid. Todo el socialismo español se encuentra en una encrucijada definitiva: o se refunda o deja de ser útil a medio plazo. No se trata de cambiar unas personas por otras, de adornarse con elecciones primarias o de recurrir a un saldo de ideas. Necesita adquirir unas señas de identidad ideológicas estables y modernas, debe ocupar una posición reformista e institucional, dirigiendo su discurso a la mayoría de centro-izquierda. Una mayoría muy poco amiga de saltos en el vacío, pero convencida de que para conservar lo que hemos construido estos últimos 35 años es necesario un cambio amplio y profundo.

El problema es que el miedo al cambio de unos, la comodidad de otros y el egoísmo de muchos ha retrasado demasiado la toma de decisiones y hoy, acuciados por elecciones, el tiempo transcurre en nuestra contra… Una pena.

NICOLÁS REDONDO TERREROS, EL MUNDO – 12/02/15