Cascos Azules

DAVID GISTAU-EL MUNDO

PERMANECEMOS a la espera de que los Cascos Azules se desplieguen en la frontera del Ebro y de que acudan a un nuevo hotel Florida los corresponsales sajones que nacieron tarde para la Guerra Civil y suplican, ellos también, su oportunidad de derrotar a Franco y de corregir la España folclóricamente bárbara. Hay muchas perspectivas para calibrar los destrozos causados por el instinto de supervivencia de Sánchez, capaz de venderle el alma al Diablo, pero no la propia, sino la colectiva. Cómo es posible que, en vísperas de un juicio que el independentismo quiere convertir en el juicio a la imperfección democrática de España –de una democracia garantista europea del siglo XXI–, el presidente de la nación deje tirados ante los prejuicios a los magistrados al aceptar el chantaje de la interlocución política e internacional de dos partes igualadas en condición y en razón moral. Como si el único ámbito de intervención posible fuera la componenda política que se está mascando y el juicio se tratara de una anomalía debida a las reminiscencias franquistas que los indultos repararán. Qué vergüenza.

Cuando la socialdemocracia necesita acreditar una ignominia, dice que cualquiera que se oponga a ella es un derechista de los que asesinaron a Lorca. Ahí venía operando la hegemonía de los valores socialdemócratas: cualquier cosa que llevara su sello era buena y progresista por definición, más allá sólo existían la oscuridad y los orcos. Así, con la convicción de pertenecer al bando correcto de la historia, con el calorcito de la superioridad moral, los editorialistas orgánicos logran silenciar los reclamos de la honestidad intelectual y ciertos ministros, como Borrell, pueden eludir preguntarse cuánto de sí mismos sacrifican cada día con tal de conservar el carguito de mierda. Pero algo ha cambiado en el ambiente que guarda relación con el final de la sumisión intelectual de la derecha. Cuando Sánchez dice que sólo la derecha se resiste a sus doctrinas, a lo mejor lo que hace es empoderarla, a lo mejor lo que hace es ayudarla a tomar conciencia de que sólo ella puede aceptar un mandato social, el de la defensa de los valores comunes recogidos en el credo fundacional del 78. A lo mejor lo que Sánchez está diciendo es que con la izquierda ya no se puede contar porque está perdida en la inmoralidad superviviente convertida en paradigma por él.

Ya sólo falta que surja la sociedad civil como lo hizo en Barcelona. Cierta lasitud no es la respuesta adecuada a los tiempos.