Cataluña, ¿con un rumbo ya irreversible?

EL MUNDO 04/10/14
VÍCTOR DE LA SERNA

TRAS LA DESOBEDIENCIA AL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
Nombrando un comité electoral pese a la orden del Alto Tribunal –suspender cualquier actividad derivada del referéndum separatista recurrido–, el nacionalismo pasa su Rubicón. ¿O no?

José María Carrascal, en ABC, se interrogaba sobre la estrategia de Artur Mas: «¿Es la astucia de David frente a Goliat de que hablaba o es el último esfuerzo de Sansón dispuesto a derribar el templo con todos dentro al ver cerradas las otras opciones? Sólo Mas podría decírnoslo, pero tiene cosas más importantes que hacer. Puede incluso que busque el papel de mártir, ya que no puede ser el Moisés que lleva a su pueblo a la tierra prometida». Pero añadía: «A estas alturas, sin embargo, lo importante no es lo que haga el Govern, dispuesto a ceder el protagonismo a las masas enfebrecidas, sino el Gobierno de la Nación española, su brazo ejecutivo y, por tanto, el único legitimado para hacer cumplir la ley. Todos aquellos que durante años y aún décadas nos decían que el caso catalán se resolvía con concesiones fiscales y políticas a los nacionalistas, nos dicen ahora que el diálogo es la salida más sabia y acusan a Rajoy de inmovilista.

Cuando no hay mayor inmovilismo que el nacionalismo, siempre pidiendo más soberanía, con la independencia como meta. Lo piden ya a gritos, pero los melifluos partidarios del diálogo se niegan a reconocerlo. Diálogo, debe de ser la respuesta, pero en serio, sin camuflajes ni trampas ni cartas marcadas ni subterfugios. Respetando las normas existentes hasta que logremos ponernos de acuerdo en otras nuevas».

Pero Josep Ramoneda, en El País, veía ya una concatenación imparable de sucesos: «El Gobierno español no hará ninguna propuesta digna de este nombre porque la sobreactuación en la defensa de la unidad de España es la única bandera electoral que le queda. El soberanismo seguirá acumulando fuerzas. Llegarán unas elecciones municipales y autonómicas que le darán nuevos bríos, y así sucesivamente». Y un editorial denunciaba la abulia de Rajoy: «¿Qué rendimiento político obtendrá si ni siquiera se ha planteado ganarse los corazones y las mentes de la mayoría de los catalanes? Esa es, también, la forma de ganar la batalla de la democracia».

De Cataluña llegaba la pirueta propuesta por Enric Hernàndez (siempre con su tilde del revés), director de El Periódico: cambiar de rumbo desde allí: «Desencadenar desde Cataluña un proceso constituyente, que España necesita como agua de mayo y que abordará tarde o temprano, permitiría al independentismo medir sus fuerzas reales en unas posteriores elecciones autonómicas, para después canalizar, sin poner en riesgo la cohesión social, las ansias de cambio expresada por los catalanes en la calle y en las urnas».

Y, en La Vanguardia, Florencio Domínguez recuerda que la renuencia de Juan María Atutxa a disolver en 2003 el grupo de Sozialista Abertzaleak en el Parlamento vasco le costó una condena en firme que acarreó inhabilitación y multa. Oportuno recuerdo.