Jorge Galindo-El País

ERC esperaba ganar unas elecciones que acabó perdiendo frente a una lista que no tiene más plan que el bloqueo continuo

Que los moderados se impongan a los radicales. En eso solemos pensar cuando nos imaginamos la solución a un problema político bloqueado por la polarización, como el conflicto catalán. En que una parte de cada lado cruza trincheras por principios, sabiduría o iluminación repentina, para encontrarse a medio camino con el enemigo. Sin embargo, los políticos, como cualquier persona, se mueven tanto por convicciones como por posibilidades: normalmente, un muro es más efectivo que una aspiración.

Es por ello que los líderes naturales de transiciones y negociaciones no se distinguen por ser moderados, sino por ser pragmáticos. Una persona puede albergar en su corazón las más extremas y ambiciosas esperanzas de cambio político radical, pero darse cuenta al mismo tiempo de que la situación en que se encuentra solo permite una aproximación gradual, pausada y de largo plazo.

Tal parece ser la situación, dado que no hay una mayoría social absoluta favorable al independentismo, mucho menos a la secesión unilateral. Además, desde octubre ha quedado claro que los costes de la secesión unilateral son demasiado elevados para una parte importante del movimiento.

Pero al mismo tiempo ERC esperaba ganar unas elecciones que acabó perdiendo frente a una lista que no tiene más plan que el bloqueo continuo. Este martes, el mero retraso de la sesión de investidura provocó manifestaciones de protesta que de pragmáticas tenían poco.

Así, los pragmáticos potenciales dentro del independentismo se enfrentan a un dilema de difícil solución: saben, o intuyen, que este es su momento. Pero al haberse pasado cinco años invirtiendo en dogmatismos (o, al menos, permitiendo que éstos crecieran a su alrededor) la necesaria traición les podría salir particularmente cara.

En los movimientos masivos y comprometidos las transiciones estratégicas siempre son dolorosas. Sobre todo cuando se basan en la identidad, y cuando tienen un componente emocional importante. Pero ese es el trabajo de los líderes pragmáticos: mostrar a sus seguidores que el camino es más largo, mucho más largo, de lo que todos quisieron creer.