Cataluña será independiente o no será

LIBERTAD DIGITAL  03/08/15
AMANDO DE MIGUEL

Remedo la famosa consigna del obispo Torras i Bages, grabada en la fachada de Montserrat: «Cataluña será católica o no será». La frase no es un modelo de redacción, pero cuajó. Lo malo es que la Cataluña actual es una de las regiones más secularizadas de España. Encima alberga cerca de un millón de musulmanes, que se reproducen con alegría. Difícil resulta imaginar la situación de una Cataluña independiente, pero a eso vamos.

Durante el último siglo se han independizado varios países europeos. En casi todos los casos esa decisión se ha proclamado con el 80% o más de la población. Es la condición para que el movimiento sea estable. En Cataluña podríamos tener ahora, a las malas, un 40%. Lo cual significa un profundo tajo en la población. Se arreglaría si los nacionalistas consiguieran el éxodo de Cataluña de un par de millones de empadronados. Al paso que van, no es imposible tal objetivo. En realidad ya ha empezado hace una generación, solo que gota a gota, a la somarda, que dicen los aragoneses. De momento, los empresarios catalanes se mantienen en un imprudente silencio. No saben a qué carta quedarse. Mi consejo es que escapen cuanto antes. Preveo que el éxodo va a suponer un éxito de Zaragoza.

Es inútil entonar el presagio de que la Cataluña independiente tendrá que salir del euro. Volvería a la peseta y santas Pascuas. Después de todo, esa moneda fue un invento de un catalán ilustre, Laureano Figuerola, un liberalote de la revolución de 1868. Cien años después otro Laureano (López Rodó), igualmente catalán, significó el éxito de los planes de desarrollo. Lo fundamental es que la cuestión monetaria no va a arredrar a los independentistas. Pagarán con gusto el precio de un 20% de devaluación de su valuta. El que algo quiere, algo le cuesta.

Mi impresión es que la independencia de Cataluña va a seguir la traza de las republiquitas balcánicas, no la de Noruega o Irlanda, ahora dos países exitosos. Recuerdo otra vez el dato de la minoría musulmana en Cataluña. Ese va a ser el gran problema de integración de la nueva república catalana. La antigua plaza de toros de Barcelona se convertirá en la gran mezquita de Occidente. Su estilo neomudéjar puede ser un aliciente. Por fin, Cataluña será oficialmente bilingüe, ahora con el catalán y el árabe, las dos lenguas propias de la población.

La gran sorpresa histórica es que Moisés (Artur Mas) no podrá entrar en la Tierra Prometida. El independentismo va a estar dirigido por las fuerzas de izquierdas, mucho más aguerridas y alejadas de la vergüenza de la corrupción, por lo menos de momento.

La nueva bandera no es solo la estrellada, a imitación de la de Cuba. Incorpora un triángulo, que es la aportación icónica de Esquerra Republicana, claramente un signo masónico. Ahí se ve lo antiguo que resulta todo. Antiguo pero entrañable.

Para imaginar lo que puede ser la Cataluña independiente no hay más que seguir la estela del Gobierno municipal en Barcelona. No ha hecho más que empezar. Tendrá que cambiar el rótulo de la plaza de Sant Jaume (donde se alza el Ayuntamiento y la Generalidad), pues se trata del patrono de la odiada España. La calle Balmes la veo igualmente condenada. El Corte Inglés tendrá que llamarse «El Tall Britànic«. Habrá que prohibir el «pernil» y la «butifarra” por respeto a los islámicos y a la alianza de civilizaciones. El AVE pasará a ser AVC (alta velocidad de Cataluña).

Lo más difícil será contener el ímpetu secesionista del Valle de Arán y quién sabe si no también los de Tarragona o Tortosa. A ver quién es el majo que les priva del «derecho a decidir», el fundamento teológico de la independencia de Cataluña.

Me puedo equivocar, ya lo sé. Pero por imaginar, que no quede.