Ciutadans nació en un manifiesto

EL MUNDO 22/02/15
ALEX SÁLMON

En mayo hará 10 años de la primera información sobre el conocido como Manifiesto de los intelectuales, origen de Ciutadans o Ciudadanos. El tiempo siempre tan anodino. Dalí diría que tan blando, como su reloj que parece un queso derretido. El tiempo y la memoria con su persistencia. Como su cuadro, pero al revés. O todo lo contrario: la persistencia de la desmemoria.

Para los desmemoriados decir que Ciutadans nace de un manifiesto redactado por una serie de personas tras muchas reuniones, reflexiones y listado de argumentario. La motivación que los unía era situarse frente al nacionalismo conservador de derechas que había representado Pujol y al nacionalismo de izquierdas que representaba el tripartido de aquellos años.

Es muy interesante recordar 10 ejes de aquel texto. Primero, señalaban que entre el conservadurismo de Pujol y el supuesto izquierdismo de Maragall, nada había cambiado. Segundo, aseguraban que nadie se preocupaba por los problemas reales de los ciudadanos. Tercero, denunciaban la táctica de propiciar el conflicto permanente entre instituciones catalanas y del resto de España. Cuarto, evidenciaban la política lingüística como ejemplo de fracaso educativo. Quinto, alertaban de que la decadencia política tenía un «correlato económico», con una reacción, añadían: «Atribuir la decadencia económica a un reparto de la Hacienda Pública supuestamente injusto con Cataluña». Sexto, alertaban de que el nacionalismo sí había sido eficaz como coartada para la corrupción, «desde el caso Banca Catalana hasta el más reciente del 3%». Séptimo, describían que los ciudadanos no se sentían representados. ¿Les suena? Octavo, animaban a la sociedad, o a quien fuera, sobre la necesidad de un nuevo partido político que debería corregir los déficits de representatividad en el Parlament catalán. Noveno, identificaban este futuro partido con la tradición ilustrada, la libertad, los ciudadanos, los valores laicos y los derechos sociales. Y décimo, se oponían a la destrucción «del razonable pacto» de la Transición que decían «hace 25 años [entonces] volvió a situar a España entre los países libres, dentro del actual régimen estatutario de las autonomías, enmarcado en la Constitución».

Fue este diario quien publicó la existencia de un texto que, como verán, conserva una rabiosa actualidad. Aquel manifiesto y la gente que movilizó durante aquellos meses son hoy una realidad. Y no sólo en Cataluña. Poco a poco, Ciutadans o Ciudadanos, se han ido consolidando en el territorio en una alternativa que será necesaria para pactar futuros gobiernos.

No hay duda de que parte del éxito es su líder, Albert Rivera. Escribí hace años que en su cabeza tenía un papel absorbente (El enigma Ciutadans, 2007. La Esfera de los Libros). Tal y como escuchaba, retenía. Y aquello que retenía, lo multiplicaba. Su método es multieducativo. Como una máquina de éstas que están de moda en las películas de ciencia ficción que se alimentan de información y que son insaciables. Rivera aprende y aprende, y pone en práctica aquello aprendido. Sobre todo de los errores. Y claro, en la historia de su partido, como en la de todos, hay unos cuantos. Y no errores de corruptelas. Éstas todavía no los han tocado. Más bien de conceptos, ideas y alianzas. Como las que ha intentado más de una vez, y no ha conseguido cerrar, con Rosa Díez. La misma que valoraba el texto del manifiesto y de sus redactores, la Plataforma Ciutadans de Catalunya, cuando los intelectuales fueron a recibir en San Sebastián el premio Gregorio Ordóñez. En aquella época eran un ejemplo a seguir desde el País Vasco. También para la entonces eurodiputada socialista.

Ciutadans es un partido catalán con vocación española. Desde el primer momento se abrieron sedes en el Levante, en Madrid y en Andalucía. Desde el primer momento entendieron sus inspiradores que estaban ante algo que podía convertirse en transcendental, no sólo para Cataluña, sino para toda España.

Una muestra de ello la encontramos en el famoso acto de constitución del nuevo partido realizado en el teatro Tívoli de Barcelona.

El discurso de Francesc de Carreras comenzó de la siguiente forma: «Amigos, ciudadanos, dejadme, primero, que me explaye un poco: ¡Vamos a hacer un partido! ¿Os dais cuenta?». Lo expresa con vehemencia, pero también con sorpresa. Si echamos la vista atrás, veremos que un partido nuevo en nuestra joven democracia era como una locura imposible. Si observamos los últimos 12 meses, descubriremos que, no una, sino muchas han sido las nuevas formaciones que se han creado. Y algunas, como Podemos, con unas expectativas en las encuestas muy por encima de lo habitual en jóvenes partidos.

Pero parece haber llegado el momento para el de Rivera. Tras la moda de Podemos, Ciutadans se asimila como esa opción más tranquila a la que antes nos referíamos. Ya no es sólo el chico guapo que da bien en los debates televisivos y sale en todas las tertulias. Y es que el manifiesto se adelantó a lo que tenía que venir. Pero en toda España. De Carreras, Félix Ovejero, Félix De Azúa o Arcadi Espada, entre otros, son paters de un redactado que pasará a la Historia como el redactado de unos intelectuales para explicar el momento político. Como diría un joven, sólo el recorrido hecho hasta ahora es una pasada.