Cocinillas

ABC 13/04/14
JON JUARISTI

· La fórmula del «nuevo nacionalismo» de Eguiguren representa una aportación audaz, pero poco original, a la cocina vasca

El guisote del «nuevo nacionalismo, vasquismo y navarrismo» que propone el presidente del Partido Socialista de Euskadi, Jesús Eguiguren, no pasa de ser una versión más de la deriva de la izquierda hacia un máster chef basado exclusivamente en gastronomía de fusión. Sin embargo, se le debe reconocer ambición e iniciativa. Todos y cada uno de los dirigentes socialistas españoles compiten desesperadamente por la espumadera de platino iridiado que devendrá futuro patrón universal en el Museo de Pesos y Medidas de las Ideologías Purulentas, pero sólo Eguiguren se ha apresurado a publicar su libro de recetas como si ya hubiera ganado el concurso antes del casting. Otras aspirantes –Elena Valenciano, por ejemplo– se limitan a ofrecer sugerencias de temporada inspiradas en los fogones de la abuela Margarita Nelken: salteado de mollejas de gallardón con hígado de obispo y rabo de montoro al estragón. Nada como la cocina tradicional, piensan ellas, para alimentar a las masas europeas depauperadas y hambrientas a causa de las políticas de austeridad. Eguiguren, por el contrario, le echa imaginación al asunto, aunque, mocetón prevenido, se cura en salud advirtiéndonos de que seguramente las marquesas de Parabere de turno se encarnizarán con un pobre chico de Aizarna que toda su vida soñó con ser cocinero antes que fraile y que, por no tener acceso al Wall Street Journal, ha tenido que conformarse con el Gara para difundir su propuesta.

Eguiguren afirma que no lo hace, y lo cito literalmente, «pensando en el bien de la izquierda abertzale, sino más bien en el bien del Partido Socialista o de la izquierda en general, para que haya una alternativa al PNV». Pues qué bien tanto bien. Es obvio que Eguiguren identifica al Partido Socialista con la izquierda en general, y eso no es nuevo. Los socialistas siempre han tendido a verse como la única izquierda auténtica o como la única izquierda legítima. Recuérdese que ya Alfonso Guerra, en el Paleolítico Superior, sostenía que todo lo que quedaba a la izquierda del PSOE era problema de la Guardia Civil. Y acertaba. Desde luego, la izquierda abertzale lo era. Un problema bastante serio. Hasta que Eguiguren decretó por su cuenta que había dejado de serlo. No solamente ha dejado de ser un problema para la Guardia Civil, según Eguiguren, sino que se perfila ahora como la clave del bien del Partido Socialista y de la izquierda en general. Tampoco esto es un descubrimiento atribuible a la genialidad de Eguiguren. Desde la Transición, dirigentes del PSE como Benegas, Jáuregui y, más tarde, Mario Onaindía, se cercioraron de que nunca conseguirían ganar por votos al PNV sin incorporar previamente la izquierda abertzale a lo que ellos llamaban «la casa común de la izquierda», o sea, al Partido Socialista. Lo intentaron en 1994, y el trompazo fue de antología. Para su sorpresa, la izquierda abertzale prefirió ser más abertzale que izquierda y dejó en evidencia a la cándida dirección del PSE y a la caótica dirección del PSOE de aquel tiempo. Antes de abandonar el País Vasco, Ramón Jáuregui arguyó que la idea era buena, aunque demasiado prematura. La novedad, la gran novedad que ha introducido Eguiguren en el esquema reside más en el método que en la oportunidad histórica. Mantiene los ingredientes de la receta original, pero variando las proporciones. En vez de convertir en Partido Socialista a la izquierda abertzale, ha decidido que es más fácil convertir en izquierda abertzale al Partido Socialista, todo sea por el bien de este último y de la izquierda en general, y, es un suponer, por el bien de Jesús Eguiguren, posible estrella michelín de la próxima tamborrada.