Como si fuéramos

EL CORREO 29/09/14
TONIA ETXARRI

· La experiencia frustrada de Ibarretxe seguirá lastrando al PNV antes de dar un nuevo paso en falso

El referéndum de Escocia, al margen del resultado desfavorable a su independencia, y el desafío de los nacionalistas catalanes al Estado le estaban achicando el espacio a Iñigo Urkullu. Después de las secuencias de la farsa de Artur Mas, en la que juega a saltarse la legalidad constitucional que le ha permitido, entre otras cosas, llegar a ser presidente de la Generalitat, el lehendakari del Gobierno nacionalista vasco no podía presentarse en la fiesta de su partido con mensajes tan genéricos y contenidos como los que había lanzado tres días antes en el Parlamento vasco.

Que de eso le estaba acusando la oposición. De falta de concreción. De ser tan plano que no acababa de desvelar cuál era su proyecto con el nuevo estatus que publicita y cuál es la «realidad vasca» a la que siempre alude. De que no fuera más allá del retórico «defender la capacidad de decisión del pueblo vasco». Pero ayer, en el acto de mayor agitación y propaganda que suele celebrar el PNV, el Alderdi Eguna, el lehendakari necesitó una ayuda de su partido para contentar a los sectores más independentistas de sus filas.

Ya un día antes, dirigentes cualificados encargados de presentar el evento quisieron fijar la idea de que el PNV también cree que Euskadi es una «nación» con derecho a «ser escuchada y consultada». Y ayer Andoni Ortuzar, en su condición de presidente del EBB, puso el broche final porque con la alusión de Urkullu al pacto y a su comprensión hacia las aspiraciones de buena parte de la sociedad catalana no levantaban pasiones (independentistas), precisamente.

Si al lehendakari le está costando dar pistas durante su legislatura es porque ha querido evitar a toda costa que se le homologara al despropósito de Artur Mas. Y por el lastre de tanto esfuerzo inútil y contraproducente del experimento de Ibarretxe. Urkullu ha tenido que hacer equilibrios entre su proyecto independentista, que, al parecer, lo tiene y sus escasas prisas en plantearlo por temor a hurgar en la herida de la quiebra social; un mérito que hasta ahora se le atribuye en exclusiva a su antecesor Ibarretxe. Pero ayer era el Día del Partido, el escenario donde los dirigentes jeltzales suelen radicalizar el verbo para compensar los mensajes institucionales del Gobierno vasco. Y si en tiempos de Arzalluz las alusiones de los agravios tomaban la forma de «la bota de Madrid», ahora, con Ortuzar, la metáfora fina pasa por «la guillotina afilada» para cortar aspiraciones catalanas. Pero como el lehendakari quiere seguir controlando sus tiempos laxos y su ambigüedad calculada, no por casualidad situó la prisa que se va a dar el Estado («el Gobierno español», decía) para impedir la consulta catalana, en contraste, nada menos, que con la tardanza en acordar el Cupo, cumplir con el Estatuto o terminar las obras del Tren de Alta Velocidad.

Está en eso. Y en trabajarse a los socialistas, a los que necesita para aprobar los próximos Presupuestos. No es cuestión de moderación sino de pragmatismo. Gobierna solo y en minoría. Por eso, desde el PNV su presidente Ortuzar, para justificar que «el derecho a decidir del pueblo vasco» no sea una obsesión prioritaria del lehendakari, dijo ayer que «la independencia es hoy más una cuestión mental que legal».

Normal que lo dijera teniendo en cuenta que Euskadi es la autonomía mas avanzada de Europa. Tan avanzada que algunos países de la Unión firmarían por tener un funcionamiento como el nuestro sin acordarse siquiera de reclamar un referéndum. Imaginemos que ya somos independientes, vino a decir Ortuzar a esos sectores más radicalizados que no entienden la falta de emulación de los nacionalistas vascos con los de Cataluña. Pero la imaginación no llevará a Urkullu a plantear políticas de hechos consumados.

A Artur Mas, sin embargo, le va como anillo al dedo ese «imaginario» propuesto por Ortuzar. De hecho, él lleva tiempo actuando «como si fuera» representante de un Estado propio. Poniendo en marcha la maquinaria de un referéndum disfrazado de consulta, a sabiendas que es una competencia exclusiva del Estado. Creando un registro de votantes con los datos de los padrones municipales. Constituyendo una Junta Electoral paralela a la central. Y discriminando, por cierto, a los ciudadanos ante la doble pregunta. Porque aquellos que respondiesen negativamente a la primera cuestión ya no podrían participar en la segunda. ¿Quiere usted que Cataluña sea un Estado? Los que contesten ‘no’ ya no pueden participar en la siguiente: ¿Quiere que este Estado sea independiente? Un desvarío. Veremos cuánto dura este partido. El Consejo de Estado, reunido ayer, ya tiene a punto el informe preceptivo para la presentación de recursos. Pero es el Constitucional quien tiene casi todo el camino trazado.

Cuando declaró inconstitucional la ley de consultas del País Vasco en 2008, sus miembros acordaron por unanimidad la imposibilidad de que Ibarretxe convocara la consulta porque «invadía competencias exclusivas del Estado». Lo que le permitió decir al presidente Zapatero que el lehendakari «no debía convocar ningún tipo de consulta, aunque no tenga valor vinculante». La experiencia de hace seis años ha condicionado al PNV. Y le seguirá lastrando en los próximos años antes de dar un nuevo paso en falso. Está en la fase de abrir el paraguas y ganar tiempo ahora que los herederos de Batasuna tampoco van sobrados de fortaleza para movilizar en la calle.