Cruzada contra el catalán

LIBERTAD DIGITAL 08/05/15
ANTONIO ROBLES

Un simple requerimiento para que la Generalidad respete el derecho a estudiar en castellano en un insignificante 25% ha bastado al catalanismo para salir en tromba a descalificar, insultar y acusar al Gobierno de España «golpista» y «cafre». Una respuesta tan extravagante solo puede ser descifrada desde la psiquiatría. O directamente desde el racismo cultural. ¿Cómo se puede sostener que pedir un 25% de clases en castellano sea «una cruzada contra el catalán»? (El Periódico). ¿Cómo se puede acusar de «golpista» (CUP) a un Gobierno por pretender que la Generalidad disponga en las instancias de inscripción de principio de curso una casilla para que los padres que lo deseen puedan indicar en qué lengua quieren que estudien sus hijos? ¿Cómo se puede sostener que es «un nuevo ataque al catalán»(El Temps/Avui) exigir que se cumplan las sentencias judiciales de conjunción lingüística, para que catalán y castellano sean lenguas vehiculares sin que ninguna sea exclusiva ni excluyente? ¿Es de recibo que el PSC considere el bilingüismo escolar un atentado contra la «cohesión civil y social»? ¿Cómo es posible considerar «un acto de imposición españolista» el derecho de un niño a estudiar una sola asignatura troncal distinta del castellano? ¿O asegurar (Irene Rigau, CiU) que el Gobierno busca “la desaparición de la lengua catalana? ¿De qué pocilga moral puede surgir tanto sinvergüenza capaz de catalogar de facha al Gobierno de España por no permitir el derecho a decidir la independencia, y a la vez negar a unos niños su derecho a decidir en qué lengua quieren estudiar?

La mentira al servicio del poder. Hemos permitido mucho. Excesivamente y durante demasiado tiempo. Políticos y periodistas en Cataluña actúan como niños consentidos. Viven del mismo pesebre. Unos son casta y otros sicarios. Ninguno hace honor a su condición profesional. Acostumbrados a vivir a su antojo, a imponer arbitrariamente sus caprichos sin oposición, han acabado por confundir sus delirios con el derecho de todos. Se sienten únicos, son los amos de la masía, la esencia de Cataluña. En nombre de agravios pasados, justifican todas sus fechorías y nos dan lecciones democráticas desde la cueva de Alí Babá del Palau de la Música. Quince sedes más de CDC embargadas. Un hedor a corrupción cuyo vértice son las coimas de obra pública y la base estructural, la cultura catalanista. He ahí la gran coartada. Pujol ha muerto, pero el símbolo de la corrupción moral sigue intacto. Esa es la tarea, desenmascararlo.

En El orden del discurso Michel Faucault nos muestra cómo el poder puede imponer un relato y dominar toda la casuística para que la sociedad entera lo acate sin cuestionarlo. La voluntad de verdad impresa en gestos, posiciones, sanciones, límites o invitaciones de los amos del discurso acaba por imponer la hegemonía del poder sancionador. Pura ficción, pero eficaz contra la disidencia a su voluntad de verdad. Seguiremos respetando tanta miseria moral y a tanto miserable mientras sigamos creyendo en su relato resentido y victimista (Nietzsche dixit). Perdámosles el respeto, viven a nuestra costa. Sólo son una cáscara parapetados tras la lengua catalana, el derecho a decidir, la construcción nacional. Los nuevos opios al uso del pueblo. Maneras renovadas de control social desde el púlpito de TV3, la falsa hegemonía parlamentaria o la representación clasista en el control de la Administración autonómica. Solo un 13,5 % de la población catalana la ocupa. Alrededor de 400 familias. Ninguno de sus apellidos, sin embargo, consta entre los 25 más comunes. La lengua del poder, la cultura del poder, los apellidos del poder son una minoría demográfica. Eso es lo que se propuso cambiar C’s hace 9 años. Y acabará por hacerlo. En la última encuesta del 2 de mayo de La Vanguardia, C’s alcanzaba la segunda posición, por delante de ERC y a solo 3,5 puntos porcentuales de CiU.

Si este Gobierno no tiene agallas para defender a la mayoría de la población del abuso, lo harán los excluidos durante estos últimos 30 años. Dios ha muerto, aunque todavía no se hayan dado cuenta. Y somos más.