Cultura de la crispación

IÑAKI EZKERRA, EL CORREO 04/02/13

· Nadie, ni el nacionalismo siquiera, tiene la patente del mal totalitario.

Me pasó hace un año en el plató de una tele madrileña que se ha ido ultraderechizando hasta convertirse en la reserva audiovisual de Occidente y de la plaza de Oriente. El tema era la política antiterrorista. Mis contertulios insistían en que, en el desenlace de la tragedia vasca, debía haber vencedores (las víctimas) y vencidos (los etarras). Yo matizaba que debía haber, en efecto, unos vencidos (los terroristas), pero un solo vencedor (el Estado de derecho) porque establecer una simetría plural de fuerzas –aunque fuera retóricamente– era entrar en la dialéctica de ETA, admitir que en el País Vasco ha habido una guerra en la que las víctimas hubieran participado como uno de los bandos.

Yo trataba de hacer ética y pedagogía constitucionalistas, explicando que las víctimas no habían tomado las armas ni habían estado solas sino con una ciudadanía detrás, unas fuerzas del orden y un Estado de derecho que englobaba a todos. Yo apuntaba, en fin, la necesidad de desposeer de épica al triunfo de la democracia sobre el terrorismo por eso, porque estamos en la paz democrática y no en una guerra. Sería una triste paradoja que, para la foto del final del terrorismo, ETA lograra poner en las manos de las víctimas la metralleta que éstas jamás usaron mientras ETA atentaba contra ellas.

Yo trataba de aclarar estas cosas en un plató, pero me topé con unos interlocutores que, con la complicidad del presentador del programa, me quitaban la palabra como si les estuviera mentando a la madre y poco menos que defendiendo a los terroristas. En ese momento me acordé de aquellos programas de la televisión vasca de Lizarra, a los que uno iba como una res al matadero para que le lincharan entre cuatro contertulios que eran más nacionalistas que Sabino Arana. Me acordé de aquellas sesiones de ‘bullying’ a las que yo asistía para que se escenificara la falta de libertad en Euskadi y aquellos energúmenos perdieran el debate ante el espectador, aun cuando creyesen que lo estaban ganando. Me acordé de aquellas prácticas televisivas, sí, y comprendí que nadie, ni el nacionalismo siquiera, tiene la patente del mal totalitario.

Lo que me choca es que esa crispación que hoy se vive en la Corte –y de la cual la televisión de la que hablo no es más que un síntoma– contrasta con un País Vasco que es una balsa de aceite pese a que haya una ETA política legalizada, que intenta hacer valer su historia de horror y un PNV que ha resucitado a Jonan con el fin de hacer guiños al electorado abertzale y recoger los votos del desengaño bilduarra. Yo creo que Madrid hoy recoge los frutos de la cultura de la crispación del zapaterismo y de la extrema derecha que éste alimentó mientras el País Vasco recoge la cosecha de la cultura de la convivencia y del pacto entre socialistas y populares, a pesar de que no la valoraran las urnas. Ojalá el PNV se beneficie de esa herencia y no la malogre.

IÑAKI EZKERRA, EL CORREO 04/02/13