De asaltar los cielos a decorar interiores: augurio Pasolini

DAVID GISTAU-EL MUNDO

Pier Paolo Pasolini era comunista. Pero no de la rama coctelera y divina. No de aquella a la que le duelen los golpes que la vida no le ha dado. No de aquella que considera compatible con la lucha de clases cumplir uno el propósito de ser reconocido…

…y saludado por los pianistas de todos los grandes hoteles del mundo. Por eso, Pasolini pudo fijar una visión subversiva del 68 cuando, después de contemplar los choques entre policías y estudiantes en Valle Giulia, se declaró partidario de los policías. En los supuestos revolucionarios no veía más que los rostros pequeño-burgueses de quienes se divertían jugando a asaltar los cielos pero algún día serían los patrones del país. En los policías, en cambio, muchos de ellos reclutados en el aluvión de la inmigración rural, Pasolini veía al trabajador, al proletario, al machaca sin traspaso social posible.

Cometo una pequeña digresión. Cuánto habría disfrutado Pasolini con una imagen de hace tres años en Génova. Los trabajadores fabriles de Ilva, durante unas jornadas de movilizaciones, desfilaron hacia una línea de contención de antidisturbios con la intención de batirse con ellos. Cuando el choque parecía inevitable, una policía de 41 años, María Teresa Canessa –la única mujer presente–, se quitó el casco, avanzó unos pasos y tendió su mano a los obreros diciéndoles que ahí todos eran lo mismo, «trabajadores». Las dos líneas que iban a pelear se reconocieron entonces como iguales y se estrecharon las manos.

Me acordé de la reflexión de Pasolini hace ya años, durante los choques entre manifestantes y policías en Neptuno y el paseo del Prado por la convocatoria de Rodea el Congreso. Trascendió entonces la imagen de un antidisturbios derribado y pateado en el suelo por varios manifestantes. Lo cual permitió al entonces todavía personaje extraparlamentario y aspirante a pequeño-burgués, Pablo Iglesias, confesarse emocionado por las penalidades sufridas por un servidor del Estado en el que él sólo veía a un esbirro contratado para su propia protección por el orden burgués y «los poderosos». Como en la propia Guardia Civil, según se infiere de declaraciones suyas posteriores.

En realidad, todo lo sucedido durante aquel tiempo fue muy pasoliniano. Podemos concentró a unos cachorros de casta, algunos de ellos con clases de equitación los domingos, con acceso a prebendas y especulaciones inmobiliarias, con padres proveedores cómodamente situados en el oficialismo del sistema, con control sobre el cotarro endogámico y los fondos universitarios, y los puso a jugar a no tener futuro pero sí cólera. Y, lo que es peor, los puso a dar lecciones de legitimidad de clase, por ejemplo, a nuestros policías de Pasolini, que siguen a lo mismo, trabajando en la puta calle, mientras los podemitas han multiplicado patrimonios y se han ido casando sin renunciar al sueño del gran festejo burgués. Los policías siguen donde estaban mientras los podemitas, cumpliendo sin darse cuenta la profecía pasoliniana en Valle Giulia, han completado el tránsito hacia la condición de pequeño-burgués, han conspirado para ser los patrones de país y, en definitiva, se han mudado al chalet. Qué parecida a la del 68 ha sido la extenuación del 15-M.

Qué hermoso final de la sátira es esa otra imagen que también habría gustado a Pasolini y que desnuda a unos impostores. La nueva casa del asaltante de cielos, el que motejaba de esbirros «de los poderosos» a los guardias, el que les daba lecciones de ser Gente y Trabajador, custodiada por esos mismos guardias en un chamizo espantoso, sin calefacción, sin retrete. Este final lo propones a Pasolini y te lo rechaza por considerarlo excesivamente paródico. A nosotros las cosas nos encajan mejor con Azcona y Berlanga, que parecen rodar estos días en La Navata.