Debates a capricho

VICTORIA PREGO – EL MUNDO – 25/11/15

· Los responsables de la campaña del PP no quieren desgastar a su líder ahora que está cogiendo vuelo en las perspectivas electorales. Prefieren mantener y preservar durante el mayor tiempo posible su imagen de capitán al timón de un barco que surca la tormenta y no bajarle de ahí ni a tiros. Todo lo más se avienen –porque no les queda más remedio y porque de no hacerlo así, perjudicaría su estrategia, dado que le dejaría como un gobernante atemorizado frente a su rival– a enfrentarlo en un debate con Pedro Sánchez.

Y no se trata, aunque ellos lo digan cien veces, de no dar carta de naturaleza a otros dos líderes políticos, Rivera e Iglesias, porque no tienen representación parlamentaria. Porque no son nadie todavía. No es por eso, porque representación en el Congreso no tendrán –puesto que nunca se han presentado a unas elecciones generales–, pero lo que sí tienen sobradamente es una presencia amplísima entre la opinión pública. Y, en el caso de Rivera, tiene además la posibilidad de alcanzar incluso la posición de segunda fuerza en el Congreso de los Diputados. Y ahí le duele.

Con Iglesias no quieren que debata el presidente porque es mucho rebajarse y porque de esa confrontación no iba a sacar nada en limpio Mariano Rajoy en términos de votos: es evidente que sus partidarios no están dudando en si votar al líder del PP o al líder de Podemos. Es, pues, una pérdida de tiempo para él, del mismo modo que hubiera sido una oportunidad de oro para Iglesias, que se habría visto así aceptado en el círculo de «los mayores».

Pero debatir con Rivera es harina de otro costal. El joven político le está mordiendo los tobillos al partido del Gobierno y en esa confrontación con él entrarían consideraciones que van más allá de los planteamientos políticos puros. Sería el vigor contra la experiencia, la juventud contra la madurez, el entusiasmo contra la serenidad, y ahí el Rajoy de estos últimos tiempos se arriesgaría, sin duda, a perder una parte importante del beneficio que le otorga estar al frente del Gobierno y tener firmemente amarradas las riendas del Estado en unos momentos tan inciertos y tan convulsos como los que estamos viviendo. Le podría arrasar el viento nuevo.

Hasta aquí la explicación. Ahora las consideraciones.

Es inaceptable que en España los debates políticos en campaña electoral dependan de la voluntad de cada candidato. No es admisible que en una sociedad democrática madura como pretende ser la española –aunque hay motivos para albergar serias dudas de que lo sea– los debates electorales no sean una obligación no sometida a discusión. Debates reglados con criterios establecidos por consenso de todas las fuerzas políticas y, si se quiere, otros debates complementarios que se añadan a los obligados por ley.

Un presidente de Gobierno no puede eludir lo que debería ser una de sus principales obligaciones en tiempo electoral. Mientras la celebración de debates sea una cuestión que esté al albur de los caprichos o las conveniencias de cada candidato, este país padecerá un déficit democrático que no tiene justificación ninguna. Protestemos.

VICTORIA PREGO – EL MUNDO – 25/11/15