Del enemigo… ¿el espejo?

IGNACIO CAMACHO – ABC – 11/01/16

· El espejo catalán devuelve un reflejo antipático: Rajoy puede verse abocado a tomar una decisión crucial sobre sí mismo.

Del enemigo no hay que seguir el consejo, como advertía el viejo perro de Samaniego, pero a veces se puede aprender de su ejemplo. De modo que si los secesionistas catalanes han encontrado una fórmula, por rocambolesca que resulte, para sostener su proyecto y evitar nuevas elecciones que comprometan su hegemonía, el constitucionalismo español puede y debe apurar todas las posibilidades de defender no sólo la cohesión política y territorial del Estado sino la estabilidad económica y social de la nación. Querer es poder cuando se sabe lo que se quiere. Parece muy difícil que los ciudadanos entiendan que es posible un acuerdo sobre los intereses de una patria ficticia y no lo sea sobre los de la real.

La principal responsabilidad al respecto corresponde al PSOE porque los resultados electorales le han entregado, pese a su fracaso, la llave del nuevo Gobierno. Hasta ahora el debate interno socialista ha basculado entre las conveniencias personales de Pedro Sánchez, que busca atornillarse al liderazgo mediante una estrambótica coalición multipartita, y las de un partido que se siente hostigado por el empuje de Podemos y teme perder su condición de referencia de la izquierda.

El desafío catalán obliga a un cambio de enfoque: es momento de que la socialdemocracia encienda las luces largas para centrar su estrategia en las prioridades de España. Desde el punto de vista táctico, Sánchez puede encontrar al soberanismo más bizcochable en esta nueva fase, más proclive a facilitarle una investidura en precario. Sin embargo aceptar ese apoyo supondría la renuncia al papel de estabilizador político que el PSOE ha desempeñado en la mayoría de los años de esta democracia. Repetir, ampliados, los errores estructurales de un Zapatero que al menos ganó las elecciones.

No obstante, un pacto concierne a todos los que lo negocian y sólo es posible con cesiones de todos ellos. Para no quedar a merced de Podemos, los socialistas necesitan alguna victoria que ofrecer a sus votantes. De lo contrario Iglesias se convertiría en jefe de la oposición y se los merendaría en un suspiro. Ni Sánchez ni sus adversarios internos se van a jugar su supervivencia sin una contrapartida vendible y vistosa. Y en este punto el espejo catalán devuelve un reflejo antipático: Mas se ha apartado.

A regañadientes, empujado mal que bien, en el último minuto y previo tamayazo de dos tránsfugas, pero se ha echado a un lado para permitir que continúe el delirio del prusés. No cabe engañarse: si el PSOE quiere jugar a fondo el juego de transacciones, la partida acabará interpelando a Mariano Rajoy. Tal vez no mañana ni pasado, pero este tiempo sin certidumbres nada está escrito. Nada excepto un verso de Petrarca: «un bel morir tutta una vita onora». En estas semanas vidriosas, el presidente puede acabar en la tesitura de tener que tomar una decisión fundamental sobre sí mismo.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 11/01/16