D’hondt enseña los dientes

ABC 05/02/15
ISABEL SAN SEBASTIÁN

· Podemos y los separatistas se benefician de una ley electoral suicida que debería haber sido cambiada hace tiempo

EL sistema electoral español otorga una ventaja decisiva a los grandes partidos con respecto a las fuerzas minoritarias, excepción hecha de las nacionalistas. Esa ayuda descarada, esa prima inmerecida a los dos mejor colocados, explica por qué ni PSOE ni PP han querido acometer hasta hoy la reforma de una ley a todas luces injusta, merced a la cual los separatistas catalanes, y en menor medida los vascos, se han convertido en árbitros de la política nacional. Ahora parece que d´Hondt enseña los dientes y amenaza con devorar a uno de los dos gigantes que han venido alimentándolo. Tenía que pasar.

A lo largo de cuatro décadas socialistas y populares se han turnado en La Moncloa, a veces con mayoría absoluta, las más, previo pago de los crecientes tributos exigidos por el nacionalismo a cambio de su respaldo, haciendo oídos sordos a cuantas quejas formulaban las víctimas de esta fórmula. Con el argumento de favorecer la estabilidad inherente al bipartidismo (una estabilidad desvirtuada de raíz por la excepcionalidad de las circunscripciones únicas que entronizan a CiU, ERC, PNV y Amaiur en Cataluña y el País Vasco) la regla de «los vencedores se lo llevan todo» ha condenado al ostracismo a las opciones alternativas encarnadas en IU, UPyD y a partir de ahora Ciudadanos, que concurren con sus siglas en toda España. En el cálculo de riesgos y beneficios derivados de mantener o modificar esta norma del juego democrático, los dueños del Congreso, PP y PSOE, han preferido asumir el coste del peaje nacionalista que dar curso a una mayor fragmentación de la cámara legislativa y, sobre todo, poner en peligro su supremacía. Ahora, si hemos de creer al CIS, el auge de Podemos hace saltar por los aires todo el tinglado y relega al socialismo a una tercera plaza muy próxima a la segunda en número de votos pero muy alejada en términos de escaños, dado que d´Hondt es implacable con el castigo del tercero en el reparto. Dicho de otro modo: los sufragios que emitan los votantes del PSOE en Madrid, Barcelona, Sevilla, Guadalajara o Valencia valdrán mucho menos que las papeletas introducidas en esas mismas urnas por los partidarios de Podemos, siempre que, tal como adelantan las últimas encuestas, los de Pablo Iglesias superen a los compañeros de Pedro Sánchez en el recuento, aunque sea por muy poco. Inquietante, ¿verdad?

Incluso en el PP, máximo beneficiario de la división que demedia a la izquierda, se mira con suma inquietud este vuelco que nadie aventuró. Y es que una cosa es disfrutar viendo a tu adversario histórico lidiar con unos extremistas susceptibles de hacerles un boquete en el electorado, y otra muy distinta contemplar, impotente, cómo esos extremistas se alzan sobre el cadáver de tu adversario hasta hacerte sentir a ti su gélido aliento en la nuca. Del desprecio previo a las elecciones europeas se ha pasado a la satisfacción disimulada, y de esta, casi sin transición, al miedo. Un miedo fundado al totalitarismo de estos discípulos de Lenin.

Nadie duda ya a estas alturas de que Podemos sea un movimiento peligroso, empeñado en destruir el sistema que ha regido nuestra convivencia en libertad durante los últimos cuarenta años. Como lo es el separatismo lanzado al monte de la secesión. Como lo son los herederos del terrorismo etarra. Unos y otros se benefician de las ventajas que les otorga ese Estado de Derecho en el que no creen, empezando por una ley electoral suicida que debería haber sido cambiada hace tiempo. Ahora es demasiado tarde. Unos y otros van a poner todo su empeño en culminar cuanto antes la voladura descontrolada del edificio constitucional que nos acoge. Ojalá no lo consigan.