Disparates socialdemócratas

ABC – 19/05/15 – HERMANN TERTSCH

Hermann Tertsch
Hermann Tertsch

· El populismo surge del fracaso de la socialdemocracia ante la nueva realidad europea en un mundo globalizado

En un país como España en el que casi toda la izquierda rinde aún hoy culto devoto a las fuerzas totalitarias del Frente Popular y sus siniestras andaduras en la Guerra Civil, la socialdemocracia alemana que representa el SPD es poco menos que un lujo. Es el SPD un partido escarmentado de sus veleidades frentepopulistas en la República de Weimar. Es también muy sana y vigorosamente anticomunista por sus experiencias con el totalitarismo soviético durante la guerra y después de ella.

Desde el Congreso de Bad Godesberg en 1959 es además un claro defensor del capitalismo y de la democracia representativa, tras abjurar definitivamente de todo proyecto de redención política o ingeniería social para superar el sistema de la sociedad abierta. Es por eso el SPD históricamente el partido de referencia de la izquierda democrática europea que está a años luz tanto de los aventurerismos revanchistas de un Zapatero como de tentaciones radicales de un Mitterrand o del Hollande de primer ahora. El SPD es un partido, precisamente desde Bad Godesberg, socialdemócrata en sentido estricto y por tanto de respeto absoluto a las reglas del juego del mercado y la democracia. No como nuestro Pablo Iglesias que dice que es «socialdemócrata como Vladimir Ilich», en referencia nada menos que a Lenin, el mayor asesino de socialdemócratas rusos jamás habido.

En España nadie sabe realmente lo mucho o poco socialdemócrata que es. El mayor socialdemócrata parece localizado en filas del PP como ministro de Hacienda, que presume de haber descolorado definitivamente a la izquierda al hacer propios sus planes. El PSOE quiso bajo Felipe González evolucionar en el sentido del SPD. Naufragaría estrepitosamente debido a la trágica irrupción de Zapatero en la historia de España. Hoy su líder es un joven llamado Pedro Sánchez que unos días se cree Karl Liebknecht, el Vladimir Ilich de Iglesias o un profesor interino en la Complutense. Y al día siguiente dice algo muy razonable y todos creen que es para confundir y resulta que entonces no le cree nadie. Después están los que se proclaman socialdemócratas a partir de hoy, como podrían declararse mormones, vegetarianos o esquimales. Todos esos que eran comunistas ayer, pero se pretenden socialdemócratas de aquí a noviembre.

Sin embargo, el disparate socialdemócrata va mucho más allá de las necesidades de camuflaje de algunos que no quieren que se recuerden sus muy recientes lealtades caribeñas. Quienes ahora han dado un salto cualitativo al autocalificarse de «populistas de izquierdas» (Pablo Iglesias dixit) reconocen así que intentan forjar una fuerza amplia que emula a los primeros movimiento fascistas de izquierdas surgidos parejos al movimiento comunista en los años veinte. Y quieren fusionar ambos como ya entonces sucedió. En mi libro Díasdeira describo cómo este movimiento actual tiende a los mismos comportamientos de aquellas ideologías que sembraron de cadáveres todo el continente. También describo las razones del retorno de estos monstruos de proyecto redentor. Y la fundamental es el fracaso de la socialdemocracia para afrontar la nueva realidad europea en un mundo globalizado. La socialdemocracia no tiene soluciones.

Por eso el SPD no es capaz de diferenciarse de la CDU/CSU. En competencia por aplicar la misma política, SPD pierde, CDU gana. Por eso necesita algo Sigmar Gabriel ahora para combatir a Merkel. Aunque gobierne con ella. Va a utilizar el escándalo del espionaje. Recurre el viejo SPD al antiamericanismo. Va en serio y puede hasta dinamitar la Gran Coalición. Lo que demuestra estos días que hasta la socialdemocracia más sensata y ejemplar, el SPD, es capaz de tirarse al monte ante la evidencia de su impotencia histórica. Triste ironía que cuando todos pretenden ser el mejor socialdemócrata, nadie puede permitirse ya serlo.