Doble vuelta

EL MUNDO – 16/06/15 – LUIS MARÍA ANSON

· «Ciudadanos y Podemos, bonitos motes, nuevos grupos que intentan chupar del bote». La sabiduría popular se había anticipado al verdadero objetivo de los partidos de Albert Rivera y Pablo Iglesias. Estamos asistiendo en vivo y en directo a la radiante integración de Ciudadanos y Podemos en los entresijos de la clase política española y de la casta sindical. De Podemos se siguen ya, por añadidura, las huellas fugitivas de impetuosos casos de corrupción; de Ciudadanos, la penosa impresión del chantaje político. Un sector de las nuevas generaciones, asqueadas por la podredumbre de los grandes partidos políticos y de las centrales sindicales, ha votado con entusiasmo descriptible a Podemos o a Ciudadanos con la esperanza de regenerar el sistema. Lo que han conseguido es instalar en la vida autonómica y municipal una alarmante inestabilidad que paralizará, muy probablemente, una parte de la prosperidad española.

Por doloroso que sea afirmarlo así, el responsable de la actual situación es el Gobierno del PP, que ha acertado en la gestión económica y se ha equivocado en la acción política con errores tremendos entre los que no es el menor la lenidad para reformar la ley electoral. Está claro que si se quería mantener la estabilidad del sistema era necesario modificar la fórmula de elección en España. Desde hace dos años, somos muchos los que hemos advertido de lo que podía pasar –que es lo que ha pasado– si se mantenía el sistema actual, a la vista del asco con que las nuevas generaciones distinguen a la clase política y la casta sindical. El sabio Pedro Arriola y su discípulo predilecto Rajoy dijeron que sin consenso no se debía mejorar la ley electoral y que, además, no había peligro de que se fragilizara la estabilidad porque los de Podemos eran unos frikis y los de Ciudadanos, insignificantes.

Desde la mayoría absoluta, sin consenso o con él, ahora está bien claro que Rajoy debió modificar la ley electoral, no estableciendo que gobierne el partido que gane porque frente a una mayoría de concejales o de diputados es muy difícil hacer una gestión eficaz. La situación española estaba pidiendo a gritos el establecimiento de la segunda vuelta, del balotaje que funciona en numerosas naciones y que es el más democrático de los sistemas electorales.

Si en las recientes elecciones autonómicas y municipales hubiera sido obligatorio acudir a una segunda vuelta, la ciudadanía habría votado entre los dos partidos vencedores y el mapa de España sería hoy mucho más estable y democrático. Pero desde la altivez de la mayoría absoluta se produjo la ceguera del Gobierno Rajoy, que mostró su desdén a modificar la ley electoral. Y ahí están los resultados. Si el ciudadano medio no reacciona a tiempo, las elecciones generales podrían reproducir lo ocurrido en las autonómicas y municipales. Y lo peor no es el descalabro del PP, al que hemos asistido en otras ocasiones como corresponde a la alternancia democrática. Lo peor es el resquebrajamiento del PSOE que, salvo que se recupere a tiempo, no será alternativa, ya que en un hipotético Frente Popular ampliado, aunque lo presidiera, estaría dominado por Podemos. La agrupación del inteligente y zumbón Pablo Iglesias es el nuevo partido comunista del siglo XXI, que ha fagocitado al histórico, enmascarado en Izquierda Unida, y que se dispone a zamparse ahora a mesa y mantel al PSOE.