Iñaki Ezkerra-El Correo

  • Sánchez muestra debilidad cuando ve que se estrecha el cerco mediático y judicial

Gracias a Sánchez, la política española se ha convertido en una caja de sorpresas. Con el extravagante numerito de su carta, el huésped de La Moncloa ha metido a nuestro país en una nueva e insólita fase: la del melodrama. Aunque se tratara de una operación dilatoria, de una maniobra perversa para convertir las próximas citas electorales en unos plebiscitos sentimentales a favor o en contra de su persona, no cabe duda de que se halla fuertemente tocado. Y esa carta, no exenta de una clamorosa obscenidad narcisista, lo demuestra.

Hablamos de alguien que aún tiene en sus manos todo el poder que alcanzó y que ha usado con una falta de escrúpulos sin precedentes. Hablamos de alguien que ha hecho gala a carcajadas de su asalto al Estado aliándose con los declarados enemigos de este y que, de pronto, cuando ve que se estrecha el cerco mediático y judicial en torno a su compañera de aventuras, reacciona con este ‘striptease’ epistolar que, se mire como se mire, no deja de ser un signo de debilidad y un acuse de recibo de la efectividad de ese cerco. Podía haber seguido ignorando, como hasta ahora lo ha hecho, las muestras de desafección en la calle, presionando a las voces críticas entre bastidores, moviendo piezas en los tableros de las instituciones. Pero ha cometido el error de esa carta que ha sido interpretada por la prensa internacional como un síntoma de inestabilidad política y psicológica empezando porque en ella reduce, de manera egoísta y solipsista, el destino de una nación a una patética cuestión personal.

Sí. El patetismo es el gran factor que actúa en su contra, lo que ha escapado a su cálculo, su enorme equivocación. Y la ha cometido por un narcisismo que pudo detectarse desde el primer día; desde que entró en La Moncloa por una ventana gracias al salto de pértiga de la moción de censura y desde que publicó ese ‘Manual de resistencia’ que era una declaración explícita de su modo personalista de entender la política y de convertir la vida nacional en el cómic de ‘Las aventuras de Pedro’. Lo que ha pasado con esa carta es simplemente que del tebeo hemos pasado a la telenovela, al dramón populista, al ‘no llores por mí, Argentina’ en un momento en el que Argentina está intentado dejar de llorar.

¿Aguantará o no aguantará? No haré apuestas de lo que nos reserva este hombre para el lunes. Los hinchas de la izquierda y los cenizos de la derecha están en la primera tesis, la épica, que es en la que también se mueve Zapatero llamando a la movilización, mientras García-Page anda en la lírica, haciendo suyo el dolor presidencial y advirtiéndonos de que «no todo vale en política». Paradójica defensa de un sujeto que se ha empeñado en demostrar que ‘en política vale todo’, hasta el más infame culebrón.