El ‘genocidio’ político en el chavismo

EL MUNDO 06/03/15
THAYS PEÑALVER, COLUMNISTA DEL PERIÓDICO EL NACIONAL

Desde aquel día de 2002 en el que Hugo Chávez apareció en cadena de radio y televisión explicando que la oposición había comprado un misil para derribar su avión, había que tomárselo muy en serio. De hecho, la realidad es que había que tomarlo como cierto. Sí, como cierto, porque en política una acusación severa como esa no se puede tomar de otra manera. Es como el Servicio Secreto que protege al presidente Obama, quien recibe 30 amenazas de muerte cada día y cada una de ellas, por más absurdas que parezcan, debe ser tomada e investigada como cierta.

Por eso la oposición debió tomar como cierta la acusación cuando el jefe de espionaje venezolano informó en 2004 de que la oposición mataría a Chávez con un súper Jet F-16. También cuando explicó con todo lujo de detalles cómo la oposición usaría otro F-16 en 2008. O cuando se dijo que compró aviones en 2010 para asesinar al presidente y cuando, en 2014, ya se acusó a la oposición de comprar nada menos que una flotilla de F-16. Y más en serio aún cuando la oposición, ya claro sin liquidez por haber comprado tanto avión sofisticado, sólo pudo comprar un avión de hélices para acometer la misma tarea, en 2015.

Imaginen lectores que el presidente del Gobierno español aparece en una rueda de prensa, junto a los jefes militares, explicando que la oposición ha invertido 2.000 millones de euros en aviones a reacción e incluso que le dan las coordenadas donde bombardearían los sofisticados aviones. Ahora imaginen que va a los mapas de Google e introduce esas coordenadas para saber cuáles eran los objetivos militares de la oposición y descubre que el único objetivo del bombardeo es el pueblito de Villamedianilla, en la provincia de Burgos. ¿Podría la oposición venezolana, económicamente arruinada, gastar el equivalente al presupuesto de educación primaria de Venezuela para comprar aviones F-16 con la finalidad de bombardear un pequeño pueblo de menos de 10 habitantes, como reza una de las acusaciones? No importa cuán hilarante sea la respuesta, porque lo importante es lo que buscaba la acusación y lo que pretendía que respondiera la oposición.

La realidad es que se busca acometer un genocidio político. El primer candidato presidencial en la era chavista, Henrique Salar Romer, hoy está exiliado por una de esas acusaciones de magnicidio. El segundo candidato presidencial también demócrata, Manuel Rosales, también está exiliado por «conspirador y magnicida». El líder de la Coordinadora Democrática, Enrique Mendoza, quien llevó a la primera y única victoria electoral opositora, fue juzgado por conspiración y magnicidio. Los técnicos que ayudaron a organizar la estrategia electoral de la oposición también fueron acusados formalmente y algunos están exiliados. Los banqueros y empresarios de la oposición fueron barridos con esa estrategia y los responsables de los medios de comunicación que difundían opinión libremente, o han visto cómo les arrebataban sus medios o han sido acusados de magnicidas.

Luego surgieron los nuevos liderazgos. Los precandidatos presidenciales de la actual Mesa de la Unidad Democrática también han sido acusados de conspiración y magnicidio. Y los liderazgos jóvenes y emergentes de los partidos tradicionales están siendo diezmados por las mismas acusaciones.

El nuevo liderazgo estudiantil que despunta está siendo perseguido y encarcelado por conspiración. Y los líderes que han surgido de las primarias de la Mesa de la Unidad, como el candidato presidencial Diego Arria –quien acusó a Chávez de sus vínculos con ETA–, hoy están exiliados por magnicidio. Los líderes opositores Leopoldo López y Antonio Ledezma, quien es alcalde mayor y líder de su partido, hoy están presos en una cárcel militar, mientras que María Corina Machado se encuentra a la espera de ser imputada por segunda vez por el delito de conspiración y magnicidio.

A la oposición venezolana le queda un solo líder en libertad, Henrique Capriles. Pero el máximo dirigente de su partido, Julio Borges, su jefe de estrategia política y su jefe de estrategia electoral, quienes casi logran ganar a Maduro en las últimas presidenciales, ya han sido formalmente acusados, buscados por Interpol o exiliados por los mismos motivos. Y, mientras, no pocos creen a pies juntillas que absolutamente toda la oposición ha planificado aproximadamente 70 planes de magnicidio.

Diría Fidel Castro, que hoy, en el siglo XXI, ya no son necesarios los fusilamientos en el malecón, cuando se puede acometer un genocidio político a la vista de todos y, encima, aplaudido por muchos.