El olvido como estrategia

BEATRIZ MARTÍNEZ DE MURGUÍA, LA RAZÓN de México 15/02/13

· Hace diez años, el 8 de febrero de 2003, moría asesinado en Andoain, un pequeño pueblo del Pais Vasco, Joseba Pagazaurtundua, jefe de la policía local, aunque por aquel entonces de baja debido al acoso sistemático del que era objeto por parte del entorno de la banda terrorista ETA, o sea de ETA misma.

“Pagaza”, como era conocido por sus amigos, se había visto obligado a regresar a Andoain en contra de su voluntad y a pesar de haberse dirigido en varias ocasiones al Departamento de Interior vasco para manifestarle no sólo su sospecha, sino también su seguridad, aportando pruebas para ello, de que seguía siendo un objetivo declarado de la banda terrorista (como ya había quedado demostrado en unos papeles incautados a un comando en 1997).

El asesinato de “Pagaza” fue, no sólo para sus familiares, sino también para sus amigos y compañeros del Partido Socialista, que sabían de su angustia y preocupaciones, una muerte anunciada. De todos los asesinatos cometidos por ETA, quizás sea el de Pagazaurtundua aquel en que pudieron verse, en toda su crudeza, las connivencias, complicidades y omisiones del nacionalismo “moderado” entonces, y ahora, gobernante, con ese otro nacionalismo que jaleaba a ETA y que ha conseguido ocupar, finalmente, amplios espacios de poder gracias a los votos de una parte de la sociedad vasca domada por el miedo y el interés. Ahí está la hemeroteca para saber que el entonces alcalde de Andoain, de Herri Batasuna, se negó a condenar el atentado o que, a pesar de contar con sólo cinco concejales, de diecisiete, el Partido Nacionalista Vasco se negó a aliarse con los partidos constitucionalistas, PP y PSOE, para desalojarle del poder. Eso, entre otras ignominias.

Esta misma semana Maite Pagazaurtundua, una importante activista en defensa de la memoria y la justicia, publicaba un artículo en el que recordaba que, cinco años después del asesinato de su hermano, ese mismo alcalde, que se había negado a condenar el asesinato de un vecino, era detenido por colaboración con la banda terrorista; que, diez años después, Bildu (en el que toda la antigua Batasuna está integrada) sigue gobernando el municipio de Andoain, y que toda la familia de Joseba (madre, esposa, hijos y hermanos) vive fuera del Pais Vasco.

Ésa es la realidad, y no otra. Como es también parte de esa realidad el nombramiento de Jonan Fernández como secretario de Paz y Convivencia por parte del nuevo gobierno vasco, en manos del PNV. Surgido de las filas de Batasuna y crecido políticamente al calor de un artificial y falso punto medio, Fernández, al que no le gusta pronunciar la palabra “terrorismo”, coincide con quienes ahora le otorgan un nuevo cargo en un reiterado interés por reescribir el pasado. Maestros en el arte de no llamar a las cosas por su nombre, y de apuntalar la amnesia social (por decirlo suavemente) que hace posible el gobierno de quienes nunca han condenado el tiro en la nuca para conseguir sus fines políticos, continúan en el vano empeño de hacer creer que aquí, en el Pais Vasco, lo que hubo fue un “conflicto” político entre partes desavenidas. Pero la memoria es larga y el empeño en que no se olviden las villanías y complicidades pasadas, también.

BEATRIZ MARTÍNEZ DE MURGUÍA, LA RAZÓN de México 15/02/13