El socialismo vasco se cala la boina

 

Las últimas enmiendas al ‘plan Ibarretxe’ acaban definitivamente con la figura del jefe del Estado. El PSE propondrá en las elecciones una reforma estatutaria de máximos para robar votos al PNV. Una victoria socialista en Alava sería un obstáculo insalvable para los proyectos nacionalistas.

Nadie pudo verlo, pero cuando el Rey visitó esta semana la cooperativa guipuzcoana de Mondragón, llevaba en la espalda una puñalada con forma de enmienda. El mismo día en que el lehendakari recibía sonriente al Rey, en el Parlamento de Vitoria se cerraban los trabajos de la ponencia sobre el plan Ibarretxe con la aprobación de dos enmiendas que confirman la vocación secesionista del proyecto.

Una dice que el Gobierno vasco tendrá la capacidad para conceder indultos, a pesar de que el ejercicio del derecho de gracia es una potestad que corresponde en exclusiva al jefe del Estado.Y la otra, que el lehendakari será nombrado por el Parlamento vasco. La Constitución dice que el Rey es quien nombra al presidente del Gobierno y a los de las comunidades autónomas, pero ese paso ha desaparecido del texto. Aunque la cosa era tan enorme que el PNV, que había respaldado la enmienda de IU-EB, ha anunciado que retirará su firma de esa modificación que rompía definitivamente el vínculo institucional con el Estado. Lo del indulto se mantiene intacto. Es decir, que el puñal se lo sacan de la espalda, pero sólo la mitad.

Con esas enmiendas se explica bien el recibimiento tan amable que el lehendakari dispensó al Rey mientras le calzaba la daga parlamentaria untada en la vaselina de su sonrisa: estaba acompañando a alguien cuya superior autoridad institucional sobre él no reconocía. Era la obligada cortesía entre países vecinos. Ahora dan parcialmente marcha atrás, pero por ahí es por donde van las cosas, no nos queramos consolar con exégesis interesadamente bienintencionadas.

Es verdad que, por falta de votos en el Parlamento, Ibarretxe no va a poder sacar adelante su plan antes de las elecciones autonómicas vascas, que serán en mayo o junio. Pero ni falta que le hace porque, con su plan enarbolado como programa electoral básico, los nacionalistas se disponen a ganar por mayoría absoluta. Y los datos dicen que tienen muchas posibilidades de conseguirlo.

«Si el PNV gana por mayoría absoluta, el plan se aprobará en el Parlamento vasco y lo traerán al Congreso con todos los votos necesarios a favor. Y eso significa que tendríamos cuatro años brutales en términos políticos», advierten en el PSOE.
Esta es precisamente la hipótesis que los socialistas vascos van a tratar de impedir en un más difícil todavía que les va a situar literalmente al borde del barranco. Si ganan su apuesta, todo serán parabienes, pero si pierden tendrán difícil la retirada.

Desde la dirección del PSOE se contaba inicialmente con que el Estatuto catalán fuera el que abriera brecha y señalara el camino a seguir por los demás. «El Estatuto de Cataluña es un problema, sí, pero también podría ser una solución», dice un responsable de la dirección del PSOE. «Si fuera el primero y la cosa saliera bien, los vascos podrían pensar ‘pues nosotros, como los catalanes’».Pero eso se está poniendo cada vez más difícil: los primeros borradores de reforma del Estatuto catalán apuntan a algo así como una Summa Theologica que incluiría desde la Declaración Universal de los Derechos del Hombre aplicada a Cataluña hasta un manual de urbanidad y politesse para los habitantes de la comunidad. Así que hay serias dudas de que esta reforma salga adelante a tiempo de marcar la ruta al dilema vasco.

Por eso vuelve a estar en primera línea la estrategia de los socialistas. Una estrategia arriesgada porque consiste en intentar ocupar el centro nacionalista que el PNV ha dejado libre en su esfuerzo por atraerse el apoyo de las bases radicales de Batasuna haciendo suyas en términos políticos las exigencias de ETA. Es en ese centro donde quiere actuar ahora el PSE a base de proponer una reforma profunda, muy profunda, del Estatuto de Gernika, que le permita ganar votos y, después de haber conquistado una buena posición tras los comicios, forzar una negociación política que devuelva a la centralidad a un PNV que, se dice en el PSOE, «con la apuesta que ha hecho ha entrado en una línea de muy difícil retorno».

Los dirigentes socialistas tienen perfectamente claro que en estos momentos al partido nacionalista no se le puede derrotar en toda la línea. Todo lo más, se le puede intentar mover. «Hay algunos que te dicen: ¡nada, nada, lo que hay que hacer es machacar al PNV!’. Sí, eso es muy fácil de decir, pero no hay que machacarle.¡Lo que hay que hacer es ganarle! Y en eso estamos».

El documento Guevara, que el PSE va a presentar oficialmente entre las próximas navidades y el comienzo del año, es la más audaz propuesta de bases de reforma del Estatuto vasco que se puede elaborar sin romper el marco. Esa es la oferta socialista frente al plan Ibarretxe. Una contraoferta que, para aspirar a ser por lo menos escuchada, ha decidido llegar tan lejos como pueda en el margen de autogobierno.

El plan incorpora las cuatro reformas constitucionales que propone el Gobierno, con una importantísima reforma del Senado; la presencia de las comunidades autónomas, no sólo en la UE, sino en otros foros internacionales y, atención, un nuevo modelo de financiación para el País Vasco que incluye la gestión del dinero de la Seguridad Social. Un paso más en la administración de ese dinero y la caja única empezaría a cuartearse. Pero ésa es la apuesta y ése es también el riesgo.

El proyecto socialista propone además reforzar hasta el límite las competencias autonómicas en educación y el control exclusivo de los contenidos educativos; una clara ampliación de las competencias en el desarrollo legislativo, sin llegar a afectar a las leyes básicas del Estado; que el Tribunal Superior de Justicia sea la última instancia judicial en el País Vasco, salvo para la unificación de doctrina del Tribunal Supremo, y el traspaso pleno de las competencias en materia de inmigración.

Y algo más, que puede ser la piedra de toque, tanto para sacarle votos a la zona templada del nacionalismo no independentista como para poner de frente a muchas otras comunidades autónomas: los socialistas vascos quieren que las relaciones entre el País Vasco y España -un lenguaje que busca asimilarse al del plan Ibarretxe, aunque con otra carga política- sean objeto de una «especial atención». Es decir, que exista una relación bilateral independiente, de modo que no quede diluida en la relación multilateral propia del actual Estado de las autonomías.

Esta será la oferta electoral del PSE, que dispone de muy poco tiempo para conseguir que su mensaje cale en el público al que va dirigido: el votante nacionalista moderado y los socialistas de todas las gamas. Con eso no aspira a arrasar en las elecciones, pero sí a morder al PNV un trozo de su hegemonía. Sobre todo en Alava, la gran esperanza del PSE.

Rota ya la vinculación con el PP en el País Vasco, los socialistas tienen datos fundados para pensar que pueden ganar en Alava con este programa audaz y arriesgado de Estatuto llevado al límite.El Gobierno y el PSE sueñan con que su victoria en ese territorio sea el muro que se levante frente a la idea nacionalista de arropar con el plus del respaldo unánime de todo el País Vasco el plan Ibarretxe, que quedaría de ese modo plebiscitado en las elecciones sin necesidad de referéndum.

Pero, ¿qué pasará si con esa oferta al límite el PSE no conquista una sólida posición tras los comicios? Que se verá empujado a un peligroso limbo entre el nacionalismo triunfante y el antinacionalismo del PP, habiendo asumido un plan de profunda reforma estatutaria del que ya no podrían echarse atrás pero al que el triunfo nacionalista dejaría en papel mojado.

Con tan escaso espacio político para el PSE, el PNV tendría abierto un nuevo campo de actuación. Con el derecho de autodeterminación colocado en el preámbulo -que los preámbulos lo aguantan todo- y unos retoques en el articulado, si el plan Ibarretxe pasara de repente a llamarse reforma estatutaria nadie se sorprendería.

Pero entonces sería cuando ETA recuperaría la presencia política perdida, reclamando para sí el éxito de la muerte del Estatuto de Guernika y la paternidad de la secesión. Esto puede pasar si el Partido Socialista pierde su arriesgada apuesta.
Pero mira que si la gana…

Victoria Prego, EL MUNDO, 12/12/2004