Un buen libro sobre el problema vasco

 

“Los vascos no pueden ser gobernados en contra de nadie. Y no es el Estatuto ni la Constitución, sino el pluralismo de la sociedad vasca lo que obstaculiza la realización del ideal independentista.”

Esta cita procede de un libro de título equívoco: «PNV-ETA: Historia de una relación imposible», recientemente publicado a Sagrario Morán por Tecnos. Equívoco porque a lo largo de sus más de 300 páginas lo que se cuenta, con todo lujo de detalles y testimonios, es la historia de un contacto permanente entre las dos ramas del nacionalismo, la posibilista y pragmática, que comienza con el último Arana y termina con Ardanza, pasando por los Aguirre, Irujo y Ajuriaguerra, y la independentista y radical, que arranca con el primer Arana y Jagi-Jagi y se encuentra hoy en la estación del Plan Ibarretxe, rama que desde 1959 queda condicionada por el protagonismo, sea en trágica presencia o en vigilante ausencia, de ETA.

Lo que subyace a esta “imposible” pero perpetua relación familiar es el ideal integrador, necesariamente bajo la bandera del independentismo, de unos nacionalistas vascos a los que sólo une su odio a España, concepto entendido como el factor externo que impide a los vascos ser ellos mismos (y a las vascas ellas mismas), en el principio del siglo XX por la transformación de un país rural en industrial y durante el franquismo por la tenaz represión de los símbolos de la personalidad y la tradición vascas. Odio, por cierto, que se encarna en unos inmigrantes, al inicio mineros-maketos y después obreros-coreanos/ cacereños, que conveniente explotados por capitalistas vascos, no nacionalistas y nacionalistas en amigable compañía, terminaron enriqueciendo a todo un país. La democracia instaurada en España y su integración en el proyecto europeo no han conseguido enterrar ese sentimiento, que contrapone lo vasco a lo español a pesar de tantos siglos de mestizaje.

Desde las conversaciones de Txiberta en 1977 con las dos ramas de ETA para formar un entonces imposible frente nacionalista, por el pragmatismo del PNV que prefirió la compañía de los socialistas, hasta los rocambolescos acuerdos de PNV y EA con ETA/HB que condujeron al Pacto de Lizarra, cuya pretensión no era otra que ofrecer a la ciudadanía la ansiada paz a cambio de avanzar en la construcción de una Euskal Herria transfronteriza y soberana, raro es el periodo en que ambas ramas del abertzalismo no intercambian propuestas políticas. Se temen pero se necesitan, discrepan pero se comprenden, se critican como adversarios pero convergen en la identificación del enemigo. Cuando en el PNV dominaba el pragmatismo, periodo histórico por cierto en el que más se desarrolló el autogobierno en Euskadi, ETA le presionaba con atentados y lucha callejera, siempre con menor intensidad que a sus coyunturales socios españoles, para que los abandonara y se echara en sus brazos y cuando por fin giraron hacia el soberanismo le premiaron con una tregua hasta que se cansaron de su lentitud en romper “amablemente” con la opresora España.

Y es que un Gobierno, por más que lo desee, no puede obviar la realidad. Y la realidad vasca no es otra que una persistente y fluctuante presencia de nacionalistas y no nacionalistas que, elección tras elección, oscilan entre un 45 y un 55 por ciento. Los nacionalistas o votan nacionalista o se abstienen y los no nacionalistas igual; habrá más PNV y menos HB o más PSE y menos PP, pero contando votos las sumas varían poco. De ahí lo imposible de la independencia de Euskadi y más aún de Euskalherria, entre otras cosas porque la tozuda ciudadanía entiende paz por ausencia de atentados y no por cualquiera de las formas de “normalización” que periódicamente publica la prensa, ante su indiferencia (cosas de políticos, comentan algunos), pero también lo imposible de la integración sin condiciones de Euskadi, en especial Bizkaia y Gipuzkoa, en España por más democrática que llegue a ser. Mientras esta relación de fuerzas electorales se mantenga, Euskadi seguirá formando con más o menos traumas parte de España. Aunque suene contradictorio la pluralidad nos une, si somos optimistas, o nos condena a unirnos si no lo somos.

Estas son las tesis que se desprenden del libro de Sagrario Morán, plagado de citas textuales de sus entrevistas con los protagonistas de los hechos, las cuales resumiría con el riesgo reduccionista de toda síntesis en esta otra cita:

“Los dirigentes (políticos) vascos deben ser conscientes de que con independencia de las fórmulas de gobierno admisibles dentro de la lógica democrática, la política en Euskadi requiere un diálogo y entendimiento entre nacionalistas y no nacionalistas más allá de la lucha contra el terrorismo.”

Antes que los políticos, que ganen los ciudadanos.

Javier Maura Barandiaran, 11/12/2004