En tiempos maquiavélicos

EL PAÍS 05/02/15
FRANCESC DE CARRERAS

· Papandreu optó por decir la verdad y su popularidad se vino abajo

La situación política a la que ha llegado Grecia en los últimos tiempos sugiere reflexionar sobre un interesante problema: ¿hay que decir siempre la verdad en política?, ¿no es mejor, en ocasiones, decir mentiras? 

Vayamos al origen de la coyuntura griega actual. En 2009 gana las elecciones el partido socialista, el Pasok, sucediendo en el Gobierno al partido conservador. Para alcanzar este triunfo, se había cambiado el liderazgo: de nuevo retornaba la estirpe Papandreu, mítica familia de la izquierda griega. Yorgos Papandreu, hijo de Andreas y nieto de otro Yorgos, anteriores presidentes de Gobierno, era profesor de economía en Harvard, un distinguido académico y, por tanto, persona alejada, al menos en el día a día, de la política griega. Papandreu III se dejó convencer por quienes le pedían que volviera a Grecia y encabezara la lista socialista.

· Con una trasparente contabilidad pública, los griegos no se encontrarían en la situación actual

Tras ganar las elecciones y formar Gobierno, en coherencia con su condición de economista, procedió a auditar las cuentas públicas griegas y comprobó que la deuda no ascendía al 3,7% como sostenían las cifras oficiales sino a muchísimo más, al 12,7%, una cifra alarmante. La situación era, pues, gravísima y había que tomar medidas drásticas y dolorosas. ¿Qué hacer? ¿Seguir ocultando la realidad de la situación o decir la verdad al pueblo?

Papandreu optó por lo segundo. Su popularidad se vino abajo. En las siguientes elecciones, el Pasok quedó hundido, los conservadores volvieron al poder y Syriza ocupó el espacio electoral socialista como principal partido de la izquierda. En las recientes elecciones, el viejo Pasok ha quedado reducido a un partido residual y Papandreu fuera de la política griega. Si es buen político aquel que logra conquistar, mantener y conservar el poder, como sostenía Maquiavelo, Papandreu fue un mal político. Lo perdió todo.

Sin embargo, no comparto esta opinión. Papandreu fue eficaz, además de honrado, al explicar a los griegos la situación real de las cuentas públicas; si no lo hubiera hecho, el país habría aumentado su deuda, la situación se hubiera deteriorado todavía más y las posibles salidas hubieran resultado más difíciles.

La pregunta pertinente, por tanto, debe ser otra: ¿se equivocaron quienes no dieron su voto a Papandreu?, ¿se equivocó el pueblo? Este interrogante no tiene respuesta, la historia futura nunca está escrita. Sólo cabe decir que los políticos no deben esconder la verdad en cuestiones tan decisivas. Con una buena y trasparente contabilidad pública, los griegos no se encontrarían en la situación actual. A tiempo, se habrían detectado los problemas y las soluciones hubieran sido menos traumáticas. Pero decir la verdad no recompensó a Papandreu sino todo lo contrario. Amarga lección en tiempos maquiavélicos: a veces los ciudadanos prefieren la mentira a la verdad. ¿España atraviesa un período semejante?