¿Es la sociedad vasca una buena guía?

EL CORREO 10/02/14
J. M. RUIZ SOROA

Si hay un argumento que se esgrime machaconamente contra la política de firmeza del Gobierno español en materia penitenciaria es el de que la sociedad vasca, mayoritariamente, desea que se flexibilice o dulcifique esa política y, en definitiva, que los presos vascos vuelvan cuanto antes a sus hogares. Lo cual, aparentemente, es cierto. Tal es el deseo de la ‘maior pars’ de esa sociedad, como lo demuestran los medios, las calles y los políticos de aquí. Y, sin embargo, parece que deben ponerse serios reparos a la idea (intuitivamente muy válida) de que el Gobierno español deba dejarse guiar por el criterio mayoritario de esta sociedad en este concreto asunto. Por varias razones.

La primera es la de que la sociedad vasca nunca ha sido en el pasado un buen referente para la política antiterrorista, luego no se ve por qué debería serlo ahora. Es una razón de pura eficacia pragmática: si lo que se busca es terminar con ETA y su discurso de legitimación, más vale no seguir lo que desea la sociedad vasca. Si echamos la vista al pasado, comprobaremos con facilidad que esa sociedad siempre se opuso (mayoritariamente) a las políticas de firmeza o de ilegalización, siempre abogó por la negociación, salió a la calle con más facilidad y fluidez para defender los derechos de los victimarios que a las víctimas. Si fuera su criterio el que hubiera guiado a las instituciones del Estado nunca se hubiera derrotado al terrorismo, se hubiera empatado con él (¿recuerdan lo del ‘empate infinito’?)

Pues si esto fue así hasta anteayer no se ve por qué no seguiría siendo igual en la actualidad, y por qué, en definitiva, el criterio de la mayoría de los vascos no seguiría siendo desviado e incorrecto en el orden pragmático de análisis de causas y efectos. ETA no ha terminado por la lucha o la resistencia implacable de la sociedad vasca (¡cómo nos gustaría que así fuera!) sino por la acción de unas instituciones del Estado que han asumido su descrédito e impopularidad entre nosotros como precio por su eficacia. Mejor entonces, ante el nuevo reto, confiar en ellas que confiar en el criterio de la ‘maior pars’ vasca.

Pero es que hay otra razón adicional: esta sociedad no tiene, hoy por hoy, un criterio moral mínimamente digno sobre el terrorismo. Al igual que miró para otro lado antes, ahora quiere que desaparezcan cuanto antes las huellas de ese su obscuro pasado de espectador silencioso. Y las huellas son los presos, los que le incomodan con su inextinguible deseo de salir del hoyo. Mientras haya presos, la sociedad vasca tendrá que aguantar una memoria viva de lo sucedido. Por eso, porque no le gusta esa memoria, quiere que desaparezcan cuanto antes.

Los teólogos medievales como Marsilio de Padua hacían una clara distinción cuando hablaban de la sociedad y sus derechos: distinguían entre ‘maior pars’ y ‘melior pars’, que no tenían por qué coincidir. Creo que todavía entendemos ese latín, y podemos también entender que la mayor parte de esta sociedad no es, desgraciadamente, en este tema concreto, su mejor parte.