Ibarretxe se envuelve en la bandera ‘abertzale’

El PNV celebra hoy un Alderdi Eguna marcado por la renuncia de Imaz y la consulta anunciada por el ‘lehendakari’, quien busca una situación como la de 2001: una confrontación de tal calibre con el constitucionalismo que le funcione de nuevo como resorte electoral y movilice en su favor todo el voto nacionalista, incluido el que sigue fiel a la ilegalizada Batasuna.

El plan de acción marcado el viernes por el lehendakari, Juan José Ibarretxe, ha dejado a la vista que, a efectos prácticos, está ejerciendo como primer dirigente y principal referente ideológico del PNV, quebrando la tradicional bicefalia peneuvista. El Alderdi Eguna (Día del Partido) lo dejará ver hoy en las campas de Foronda, cerca de Vitoria.

La división interna, la preocupación por sus consecuencias ante las cercanas elecciones generales, que el PNV afronta en plena curva descendente de resultados desde las autonómicas de 2005, y el miedo a una escisión han permitido a Ibarretxe jugar muy fuerte. Ya durante el mes de julio, y en torno a las fechas de la publicación del artículo de Josu Jon Imaz en el que echaba el freno a la consulta, tanto Joseba Egibar ante la ejecutiva guipuzcoana que preside, como el máximo dirigente alavés del PNV, Iñaki Gerenabarrena, agitaron la alternativa de la disolución inmediata del Parlamento vasco para convocar elecciones anticipadas.

El argumento coincidente de ambos líderes del sector soberanista fue que la postergación de la consulta privaba a Ibarretxe de programa de calado político para el resto del mandato y lo condenaba a languidecer en la mera gestión, según fuentes del PNV. Quedaba sin sentido, argumentaban, continuar una legislatura ya de por sí correosa por las derrotas parlamentarias y las discrepancias entre los tres partidos del Gobierno (PNV, Eusko Alkartasuna y Ezker Batua), con sus relaciones muy deterioradas tras los pactos y traiciones que siguieron a las elecciones locales de mayo.

El PNV supo que Ibarretxe, tal y como reveló indirectamente en su discurso del viernes, no seguiría «ni un minuto más» si se le cortocircuitaba la consulta sobre el derecho a decidir (la autodeterminación). En el nacionalismo hay un precedente similar, salvando todas las distancias temporales y circunstanciales: el pulso que planteó a la dirección del PNV el entonces lehendakari Carlos Garaikoetxea durante los meses anteriores a las elecciones de febrero de 1984. El enfrentamiento también llevó aparejada la renuncia, en aquel caso claramente táctica y temporal, del entonces presidente del partido, Xabier Arzalluz.

Garaikoetxea amenazó in extremis con no ser candidato y ganó el pulso, aunque sólo momentáneamente. Garaikoetxea dejó de ser lehendakari un año después del episodio y en otro más Arzalluz había vuelto a la presidencia del partido, que sufrió la escisión de Eusko Alkartasuna, de la que anímicamente no se ha recuperado todavía. La diferencia, además de la consolidación del lehendakari como institución con el transcurso de los años, y de que Arzalluz, a diferencia de ahora Imaz, era ya un líder consolidado en el partido, estriba en que Ibarretxe lleva ya seis años ejerciendo ese papel de principal referente ideológico del PNV. Y hasta ahora nadie ha cuestionado ese papel, que rompe con la división de funciones (bicefalia) particular del partido entre el presidente del órgano ejecutivo del partido (EBB) y el lehendakari. Ibarretxe se aupó a esa posición en 2001, tras vencer, en el momento más angustioso para el nacionalismo, al frente constitucionalista de Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo Terreros, y con la bendición de un Arzalluz mayor y en retirada.

La victoria del PSOE, la línea de entendimiento abierta por Imaz con Zapatero, sus malos resultados de 2005 y el proceso de paz, con el protagonismo en las conversaciones entre el PSE, el PNV y Batasuna, esquinaron a Ibarretxe, pero la recuperación del control de las tres diputaciones, que ha permitido a sus aliados dentro del partido (Egibar y Gerenabarrena) lavar sus malos resultados de Guipúzcoa y Álava, terminaron por colocarle en la situación de fuerza necesaria.

El alcance del plan expuesto en el Parlamento y la posición sobresaliente en la que le sitúa desmienten que el partido esté en condiciones no ya de imponerle nada, sino ni siquiera de modularle; al menos, en el corto plazo y hasta que cubra las primeras etapas que se marcó el viernes.Ibarretxe ha ganado la batalla interna y todo el plan que expuso en el Parlamento vasco se pone ahora al servicio de la que se apresta a librar externamente en las dos citas electorales del año próximo, y con la clientela nacionalista y abertzale en su conjunto como diana. Su determinación apunta a una vocación de extender ese papel de referente integral reconquistado en su partido a la totalidad del nacionalismo. Eso incluye a la izquierda abertzale, a la que ha arrebatado su bandera, la autodeterminación, dejándole como seña de identidad casi exclusiva la que sólo le lastra: su vinculación al terrorismo.

Todo el diseño parece dirigido al intento de crear una situación lo más parecida posible a la de las autonómicas que tuvo que adelantar en 2001, tras obligarle el asesinato del socialista Fernando Buesa a romper su pacto de colaboración parlamentaria con la izquierda abertzale. Si se da esa situación, volverá a reclamar el voto desde ese justo centro que para él es la distancia entre ETA y el Gobierno que niega el derecho a decidir.

La incógnita es el efecto que sobre su figura hayan tenido también los años transcurridos desde 2001 y si el electorado percibe de nuevo la situación como tragedia o la repetición la convierte a sus ojos en farsa. Las elecciones generales de marzo ofrecerán un primer contraste y las autonómicas del otoño el definitivo.

Ibarretxe busca una situación como la de 2001: una confrontación de tal calibre con el constitucionalismo que le funcione de nuevo como resorte electoral y que movilice en su favor todo el voto nacionalista, incluido el que sigue fiel a la ilegalizada Batasuna.

[La organización terrorista ETA afirma en su último zutabe (boletín interno) que el Gobierno «suscribió un acuerdo pero sin voluntad de cumplirlo» , ségún informa Gara en la edición de hoy. ETA manifiesta que «la llave» para alcanzar el final del conflicto reside ahora en «el acuerdo político entre los agentes vascos, en preguntar a los ciudadanos vascos y el respeto de España y Francia a la voluntad de la ciudadanía»].

EL PAÍS, 30/9/2007