Ideas, actos, hechos

EL CORREO 05/03/15
JOSEBA ARREGI

· Los yihadistas recurren al islam tal y como ellos lo interpretan, con razón o sin ella, como ETA asesinaba en nombre del pueblo vasco

Sin darnos cuenta hemos llegado a un momento de la cultura posmoderna en el que las ideas son subjetivas, los actos mudos, y los hechos sin significado, pues las ideas dejan de ser subjetivas si mantienen algún vínculo con los actos y con los hechos, los actos dejan de ser mudos si poseen alguna relación con las ideas que los motivan, y los hechos poseen significado si están en relación con posibles actos y con ideas. Pero todas estas relaciones han desparecido de nuestro contexto mental. O eso parece.

En una entrevista televisiva al responsable del Homeland Security Department del Gobierno de EE UU, éste evitó en todo momento referirse al yihadismo o al Estado Islámico por estos nombres, y siempre se refirió exclusivamente al terrorismo, terrorismo que su presidente, Obama, define como violencia extrema, sin relación a idea alguna, a motivación ideológica alguna. Si terrorismo es violencia extrema, debería darse en lógica el paso para decir que todas las guerras son terrorismo, pues las guerras, todas, son formas extremas de violencia.

Hay muchas formas de violencia extrema. Ejecuciones de penas de muerte que someten a los condenados a largos minutos de agonía porque las inyecciones no funcionan como debieran pueden ser considerados como violencia extrema. El ensañamiento que se percibe en muchos casos de violencia de género pone de manifiesto violencia extrema. Algunos casos de asesinatos múltiples en colegios e institutos de enseñanza, en EE UU, Finlandia o Alemania pueden ser considerados también como violencia extrema. ¿Son todos estos casos terrorismo como las ejecuciones publicitadas por los yihadistas o por los militantes del Estado Islámico?

La razón por la que el responsable del Departamento de Seguridad Interior del Gobierno estadounidense y el presidente Obama se niegan a hablar de terrorismo islámico es porque EE UU no está en guerra contra el islam, porque se quiere evitar a toda costa dar la sensación de que lo que se persigue, luchando contra los terroristas del Estado Islámico, es la religión del islam en su conjunto. Recurriendo a formulaciones que nos pueden resultar más conocidas, se trataría de evitar la criminalización del islam en su conjunto como en su día la criminalización del nacionalismo.

A pesar de todo, ni el responsable citado ni el presidente Obama renuncian a afirmar que los terroristas que usan violencia extrema atacan a Occidente y sus valores, añadiendo, eso sí, que muchas víctimas de ese terrorismo son musulmanes. Pero también cristianos coptos o asirios, también yazidíes, también musulmanes chiíes, también musulmanes suníes si son jordanos, porque Jordania lucha contra los terroristas del Estado Islámico.

Pero si el terrorismo que ejerce violencia extrema ataca los valores de Occidente, si mata musulmanes chiíes, cristianos coptos o asirios, yazidíes o musulmanes suníes de un país que lucha contra el Estado Islámico es porque los construyen como un otro distinto al nosotros de los terroristas, no porque sean musulmanes: todos ellos son los otros, los que son distintos a lo que representan y definen los terroristas del Estado Islámico, los yihadistas. La construcción del nosotros de los terroristas, radicalmente opuesto a los otros que están entregados a la aniquilación por ello mismo, no es posible sin elementos ideológicos definitorios: el nosotros se construye por identificación con la verdad, con la pureza de la doctrina; los otros se construyen como opuestos por su impureza, por su desviación de la verdad, por ser obstáculos en la materialización de la verdad del nosotros.

Esta definición de nosotros y de los otros opuestos no es posible sin ideas, sin significados. Los terroristas del Estado Islámico, los yihadistas recurren para ello al islam tal y como ellos lo interpretan, con razón o sin ella, como ETA asesinaba en nombre del pueblo vasco. Sin esa referencia no pueden ser entendidos. Y si no son entendidos no es posible desarrollar una política adecuada para hacerles frente. Esto no significa declarar el islam como terrorista, no significa criminalizar el conjunto del islam. Pero es conveniente tener claro que quien criminaliza al islam es quien recurre a él para ejercer en su nombre el terrorismo, no quien los toma en serio –que no es lo mismo que dignificarlos, como creen Obama y su responsable de departamento de interior–. Y quien más interesado debiera estar en trazar líneas claras de separación entre el conjunto del islam y el abuso terrorista de él por parte del Estado Islámico y los yihadistas es el islam y sus representantes.

Las líneas de separación para evitar la criminalización del conjunto del islam por medio del abuso que de esa religión llevan a cabo los terroristas que se reclaman de ella debieran estar bien claras. Son las que en la cultura occidental, la misma que parece haber pasado a ser masa de liquidación para muchos que viven y gozan de los derechos que existen gracias a ella, se han conquistado tras las horrendas guerras de religión que asolaron Europa los siglos XVI y XVII, y que dejaron paso a la Ilustración y a la formulación del principio de la aconfesionalidad del Estado.

Por eso bastante más efectivo que los juegos de palabras que niegan y ocultan lo que es patente, la referencia abusiva al islam por parte de los terroristas, es tomar en serio el hecho de que una gran mayoría de musulmanes en Alemania, por ejemplo, asumen la validez de los principios democráticos del Estado de derecho, del Estado aconfesional. Es la forma efectiva de descriminalizar radicalmente al islam y colocarlo al nivel de las denominaciones cristianas que desde la propia experiencia del ejercicio de la violencia extrema en nombre de su Dios han aprendido a vivir en un espacio público en el que la fe no puede pretender validez obligatoria para todos los ciudadanos. Ni la fe, ni ninguna identidad determinada.