La derrota de ETA

EL MUNDO 12/02/14
JOSEBA ARREGI

· El autor sostiene que si ETA ya no mata es gracias a que el Estado de Derecho se ha mantenido firme.
· Pero añade que la banda terrorista sigue existiendo y pretende condicionar la vida política con amenazas

En los últimos tiempos los medios han estado ocupados con los problemas de Covite, con los que abandonan esa asociación para incorporarse a otra, con los problemas de relación de Covite con el PP, con el abandono de este partido por parte del secuestrado por ETA Ortega Lara, la creación de un nuevo partido por quienes no comparten la política antiterrorista del PP, la renuncia de Mayor Oreja a encabezar la lista a Europa por las mismas razones, y con críticas al Gobierno y al PP por basar su política respecto a ETA en el sometimiento a lo que suponen todas esas tensiones, crítica resumida en la frase de que no ven, no aceptan, no asumen la derrota de ETA que, producirse, sí se ha producido.

No cabe duda de que ETA, aunque no se haya disuelto, ya no mata, no asesina, no extorsiona. No cabe duda de que este hecho supone un cambio radical en la sociedad vasca y en el conjunto de la española: ya nadie se siente amenazado de muerte. No cabe duda de que ese hecho es positivo, implica una profunda alegría. Tampoco nos cabe duda a algunos, aunque no a todos, de que ese hecho se ha producido gracias a que el Estado de Derecho se ha mantenido firme, no ha querido negociar precio político alguno para que ETA cejara en sus asesinatos, ha aplicado todos los medios legales a su disposición, y ha superado los obstáculos que han supuesto determinadas prácticas y determinados discursos que sólo veían en la negociación política la vía para llevar a ETA al cese de sus acciones terroristas. No cabe duda, a algunos al menos no nos cabe duda alguna, que en la aplicación de esta política que ha sido efectiva contra ETA ha brillado el segundo Gobierno de Aznar y las medidas que en aquel momento se pusieron en marcha, mientras que las medidas del presidente Zapatero supusieron oxígeno para ETA.

Dicho todo esto, que de vez en cuando hay que recordar, ¿en qué consiste la derrota de ETA? ¿Cómo se define la derrota de ETA para poder afirmar que ya se ha producido, o que aún no se ha producido? Es cierto que ETA se ha visto abocada a cesar en sus acciones terroristas. Es cierto que hemos llegado a esa situación sin que ETA haya conseguido ni la instauración de Euskal Herria en toda su amplitud territorial, ni conseguir la independencia, sin conseguir la amnistía de los presos, sin ni siquiera conseguir el acercamiento de sus presos a cárceles vascas, contra lo que más de uno creía que era necesario para conseguir lo conseguido.

En ese sentido es cierto que ETA ha sido derrotada por el Estado de Derecho, y no por manipular y «flexibilizar» el Estado de Derecho. Es cierto que existen bastante pocas posibilidades de que vuelva a las acciones terroristas, a pesar de que, más que ETA misma o su entorno, otros responsables políticos lo insinúan una y otra vez. Es cierto que los presos de ETA se han visto obligados a asumir que no les queda otro remedio que aceptar la reglamentación penitenciaria, y de forma individualizada, si quieren acogerse a los beneficios penitenciarios, a lo que se ha llegado, de nuevo, gracias a no escuchar las reclamaciones de no pocos políticos y columnistas. Y es cierto también que el brazo político de ETA, la antigua Batasuna, se ha visto obligada a reinventarse como Sortu aceptando en sus estatutos que en democracia no se puede usar, si se quiere ser legal, la violencia, renunciando a ella por lo tanto.
Siendo todo ello verdad, también es verdad que ETA sigue existiendo y pretende condicionar la vida política con amenazas camufladas de vuelta al terror. También es cierto que ni ETA, ni Sortu, ni los presos de ETA han renunciado a la historia de terror de ETA como su historia legítima. También es verdad que líderes de ese mundo han afirmado una y otra vez que si ahora pueden apostar por vías pacíficas en la política ello es gracias a la historia de terror de ETA. Y también es verdad que siguen defendiendo el mismo proyecto político que ETA y que ellos mismos han defendido hasta ahora, sólo que ahora se someten a lo que exigen las circunstancias, a hacerlo sin recurrir al terror.

Hay razones, por lo tanto, para afirmar que ETA ha sido derrotada por el Estado de Derecho. Pero también hay razones para afirmar que esa derrota está lejos de ser completa. Porque no son los que afirman esto último los inventores del discurso de que el terror de ETA era consecuencia del conflicto: la existencia del conflicto vasco era lo que legitimaba el uso del terror. Si el conflicto sigue, la necesidad del terror sigue siendo la misma. Y este ha sido el discurso, repito, no de los que afirman que la derrota completa no se ha producido aún, sino de la propia ETA, de su brazo político, y del conjunto del nacionalismo, al menos desde que Arzalluz cambió su idea de que la violencia de ETA se debía a su espíritu marxista y revolucionario por la idea de que era consecuencia del conflicto.
Con ello nos encontramos ante la prueba del nueve en lo que a la derrota de ETA se refiere. No son pocos los expertos en la ideología de ETA los que, dejando de lado si ETA es revolucionaria y de izquierdas, o simplemente nacionalista radical, entienden que la violencia, el terror es un elemento estructural de su planteamiento político. Nadie pone en duda, y los que menos los propios miembros de ETA, que han matado, han actuado desde el terror por razones políticas. Y hay algo más aún: si el miembro de ETA Txeroki puede decir ante el tribunal que le juzga que «desautoriza a ese tribunal para juzgar a los vascos» es porque él, como miembro de ETA que ha ejercido violencia y terror, razón por la que se le juzga, se percibe a sí mismo representante de todos los vascos. Algo que hace violencia a muchísimos vascos. Además desautorizando el tribunal que le juzga desautoriza cualquier derecho democrático, afirma que sus actos están por encima del Derecho, que no se puede someter la actuación de ETA y de ninguno de sus miembros al imperio del Derecho, afirma que está en contra de cualquier sistema democrático, contra la idea misma de Estado de Derecho. Es decir: expresa un planteamiento terrorista.

Y aquí está el quid de la cuestión: algunos se han creído su propia afirmación, de tanto repetirla, de que en democracia todas las ideas son legítimas y se pueden defender si se hace por medios pacíficos. Aquí radica la grave equivocación: en democracia no son legítimas las ideas que plantean acabar con la democracia, las ideas que rechazan el pluralismo, las ideas que no reconocen al otro –sea por raza, por confesión, por orientación sexual, por lengua o por sentimiento de pertenencia-, las ideas que avalan la exclusión, las ideas intolerantes, las ideas contrarias a los principios del Estado de Derecho y de los principios en los que se asientan los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos de cualquier país.
EL PROBLEMA es que ETA defiende un proyecto político que niega todo lo que constituye la legitimidad democrática. El problema es que los presos de ETA defienden un proyecto político que niega todo lo que significa el Estado de Derecho. El problema es que Sortu defiende lo mismo que defienden ETA y sus presos, algo que es incompatible con la democracia y el Estado de derecho. Y ambos sólo pueden subsistir si existe voluntad de luchar, de seguir luchando contra ese proyecto político, para defender la democracia, para defender el Estado de Derecho, para defender la libertad, que no la regala nadie, sino que debe ser conquistada día a día. Admitamos, aunque se podría discutir, que es preciso distinguir entre legitimidad democrática y la legalidad democrática –me imagino que algo de eso se quiere decir cuando algunos escriben que los que no somos de ese mundo de ETA somos moralmente superiores-. Pero ni así es aceptable que no tengamos que seguir luchando contra el proyecto político de ETA, de sus presos y de Sortu. Y en este sentido sí es posible afirmar que la derrota de ETA en todos sus términos aún no se ha producido. ¿Qué pasaría si el nuevo estatus de Euskadi en su relación con España se terminara pareciendo, mucho o poco, al proyecto político que ETA ha querido llevar a cabo asesinando a los que le estorbaban en ese camino? ¿Qué lecciones se deben extraer del hecho de que con sus asesinatos ETA haya querido impedir que el Estatuto de Gernika funcionara, adquiriera legitimidad? ¿Podemos dar vía libre al discurso de que ese Estatuto es algo sin legitimidad suficiente, algo desechable, algo que hay que sustituir en nombre de la reconciliación?

Razones hay para estar alegres de la victoria conseguida contra ETA por el Estado de Derecho, y razones hay para pensar que la lucha continua, que la libertad deja de estar asegurada en Euskadi para todos aquellos que no son nacionalistas, que sigue habiendo en Euskadi un proyecto político que hasta ahora ha sido causa de asesinatos, y ahora sigue siendo causa de peligro para las libertades fundamentales.
Una última pregunta: ¿por qué desde determinada izquierda se admite a los nacionalismos lo que no admiten a ningún otro grupo social, cultural, religioso o político, la posibilidad de defender ideas y proyectos que no son democráticamente legítimos?
Joseba Arregi, fue consejero del Gobierno vasco y es ensayista y presidente de Aldaketa.