La huida de Artur Mas

JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 16/11/15

· Sólo le quedan los leales, los que saben que se hundirán con él.

El horror de París no debe hacernos olvidar Barcelona, donde quien se está independizando no es Cataluña de España, sino Mas de Cataluña. El president en funciones de la Generalitat, tras perder votación tras votación para revalidarse, pierde seguidores cada día que pasa y a estas alturas es ya una figura patética, un muñeco de vudú en el que todos clavan alfileres.

El mundo digital en que vivimos acelera los procesos de tal forma que ascensos y descensos se suceden como caballitos del tiovivo a velocidad de vértigo. Mas ha perdido ya a los empresarios, esa médula de Cataluña; a los medios de comunicación, hasta ahora sus grandes propagandistas; a los aliados de conveniencia, que se apartan de él como de un apestado, y empieza a perder a su partido, donde se producen grietas importantes. Sólo le quedan los leales, los que saben que se hundirán con él, empeñados en una batalla desesperada por mantenerle y mantenerse. Cueste lo que cueste. Pero en ella han perdido lo más importante: la dignidad. Algo que ningún presidente puede permitirse, pues con su dignidad la pierden los ciudadanos que representa. Y Mas la ha perdido con sus genuflexiones ante la CUP.

Me imagino el dolor, la angustia, el sofoco de aquellos catalanes que habían creído en él y en su proyecto de una Cataluña independiente, al estilo de Holanda o Dinamarca, al encontrarse con una Cataluña al estilo de Kosovo. Una Cataluña ni siquiera regida por Mas, dispuesto a ser una figura meramente decorativa, para dejar el país en manos de los antisistema, esa franja marginal de la población catalana que ha coqueteado siempre con el anarquismo para épater le bourgeois. Me imagino a la Barcelona del Ensanche, del paseo de la Bonanova, de Pedralbes, del Turó Park, confusa, asustada, preguntando qué ha pasado, cómo ha podido ocurrir, sin que nadie se lo explique.

Sólo las voces más respetadas, más honorables de la comunidad, que, ¡finalmente!, suenan diciendo: «Esta locura no puede continuar». Me lo imagino y comprendo su zozobra, pues ya no se trata de los daños materiales que puedan sobrevenir, sino de perder un sueño, una ilusión, un anhelo. Algo de lo que cuesta horrores desprenderse. Pues mucho más grave que los millones que los dirigentes catalanes hayan podido llevarse es haberles hecho creer en lo imposible, haberles vendido un sueño, una quimera, un espejismo. Pero con espejismos no se va a ninguna parte en este mundo, dice la primera norma de la real politik. Y quien se empeña en creer en ellos termina rompiéndose la cara contra la realidad. O la realidad se la rompe.

Si de consuelo les sirve a los catalanes que hoy contemplan con tanta estupefacción como desconsuelo sus sueños rotos, les diré que al resto de los españoles nos ha ocurrido lo mismo no una vez, sino varias. Incluso lo contó Cervantes, que acercó a don Quijote a Barcelona para advertírselo. Sin que le hicieran caso, como en el resto de España. Pues aquí seguimos prefiriendo a los charlatanes.

JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 16/11/15